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El mito de la población caraqueña

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En días recientes tuve oportunidad de leer un interesante trabajo académico titulado “Caracas: el mito de la población en crecimiento”, elaborado por Brenda Yépez-Martínez, Edmundo Pardo Hernández y Carynthia Leydenz Romero, todos ellos pertenecientes o egresados de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Aunque el trabajo tiene ya más de una década (entiendo que su publicación data del año 2013), estimo que varias de sus conclusiones muy probablemente siguen vigentes en buena medida.

¿Cuál es el punto angular de la pieza descrita? Los autores plantean que precisamente es un mito el hecho de pensar que la población en Caracas está creciendo. Por el contrario, su estudio, sus datos, señalan que la ciudad desde el punto de vista demográfico corre el riesgo de entrar en un proceso de ralentización y lo que han llamado una “inercia demográfica”.

Los datos son elocuentes. Para la fecha en que se publica el artículo, los municipios Libertador, Sucre y El Hatillo tenían una tasa de crecimiento cercana a cero, mientras que los municipios Baruta y Chacao ya tenían un crecimiento negativo, es decir, más personas están muriendo o dejando estos municipios de las que están naciendo o llegando a dichos espacios. Caracas, y probablemente el país en general, está en un proceso de transición demográfica.

Ahora bien. Nos adentramos al fascinante mundo de las percepciones. Entonces, ¿cómo es posible que exista una sensación de que la ciudad capital tiene más personas que en años anteriores? ¿Por qué hay más tráfico y percepción de desborde de diversos servicios públicos? Lo segundo muy probablemente tenga que ver más con un tema de políticas públicas que con el incremento real de habitantes.

En el trabajo que les menciono (y recomiendo) los autores indican que las percepciones que resalto en el párrafo anterior pueden tener su explicación por distintos factores. Procedo a nombrar algunos: primero, el hecho de que Caracas representa el centro del poder político, económico y financiero de Venezuela; segundo, la cercanía que tiene la ciudad con los principales puertos y aeropuertos del país, lo que le da su conexión internacional; tercero, el hecho de que Caracas tiene en sus proximidades a otras ciudades y poblaciones que han venido a transformarse en ese corpus que se llama “Área Metropolitana de Caracas”, incluyendo lugares en el estado Miranda o La Guaira; cuarto, el hecho insoslayable de que la mayor oferta de servicios y puestos de trabajo está en Caracas; quinto, el “corset geográfico” (así lo llaman los autores) que concentran mucha población en poco territorio. Todo ello, a nuestro entender, le da a Caracas una cantidad de tránsito itinerante, que viene y va, pero que no se queda ni reverdece.

Como dato curioso, el estudio apunta que nuestro mayor “boom” poblacional se dio entre las décadas de 1950 y 1970, espacio temporal en el cual tuvimos una baja considerable de mortalidad (especialmente frente a la primera mitad del siglo XX) y un aumento importante de la tasa de natalidad. Para que tengan una idea, en este período se llegó a calcular una tasa global de fecundidad de 6,6 por mujer en el país. Increíble.

Al final, comparto estos datos porque me parece importante, una vez más, que seamos capaces de retar nuestras premisas y las creencias que damos por hechas. De cara al futuro, es obvio que los hacedores de políticas públicas tienen que ver con preocupación el envejecimiento masivo del país y la caída de su población. Es un reflejo de la falta de visión de futuro que nos ha golpeado desde hace varias décadas. Demográficamente, al menos desde 1980. Políticamente, me temo que desde mucho antes, con un recrudecimiento notable en el siglo XXI. Materia de reflexión para aquellos que les gusta invertir su tiempo soñando el futuro del país.

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