OPINIÓN

El milagro venezolano

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

Resulta paradójico mencionar el milagro venezolano en tiempos de penuria exacerbada. Sin embargo, es imprescindible voltearse a mirar qué ha ganado y perdido el país en estas dos últimas décadas, entre las peores de nuestra historia.

Comenzaría por decir que el milagro hoy opera en regiones distintas a las tradicionales, el caso Venezuela y los vientos que han soplado en algunos países de Suramérica muestran que el origen de los males no se concentra únicamente en la economía como siempre se ha creído, los casos más notorio son Chile, quizás Francia y España. Las sociedades se mueven llevadas por ideas, sueños e ideales preñados de aspiraciones y objetivos que pueden rápidamente convertirse en causas de su decadencia: la gratuidad total, el crecimiento de salarios sin vínculos con la productividad, la manipulación extraeconómica de los precios, los controles paralizantes de los productores por su supuesta culpabilidad en las crisis y la expansión de la pobreza. Un balance a futuro podría mostrar que los pueblos se equivocan y por supuesto, ciertos liderazgos pueden empujar causas perdidas.

Es muy útil recordar que en 1984 en Venezuela se creó la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, Copre, institución cuya misión era lograr la disminución del tamaño del Estado y una movilización de la participación decisiva de los ciudadanos. Salieron a la luz el proceso de descentralización, la elección directa de gobernadores y alcaldes, la agilización de trámites vitales para el ciudadano, la búsqueda de libertades económicas. Con ello se inició un vuelco del proceso hiperconcentrado y burocratizado que vivía Venezuela desde finales de la década de los sesenta, además de las reformas políticas cuyo impacto están cada día más presentes. En la Copre se congregó uno de los mejores equipos de expertos en temas sociales, en la alimentación, Bernardo González y Alfredo van Kesteren; educación, Iraida Falcón y Magaly Egui; salud, maternidad e infancia, Carmen Lee y Waldo Revello; desarrollo social, María Luisa Allais, Marisela Silvestre, Zuleyma Escala; vivienda y urbanismo, Norah Fonseca y Aminta Calonge. El gran hallazgo de este equipo fue descubrir que en Venezuela se estaba generando un proceso de expansión de la pobreza que podría dar al traste con los avances políticos y administrativos. Condición que surgía como producto de la hiperconcentración estatal muy vigente aún, el alejamiento de los partidos políticos de su misión original de representación ciudadana, el estatismo y el descredito que se marcaba como tendencia de la dirigencia política, aupada por fuertes campañas de medios nutridas por el descubrimiento de algunos actos de corrupción. La salida de la información de este equipo social fue muy controvertida, chocaba con otros indicadores que señalaban que Venezuela estaba bien encaminada, solo algunos pudieron entender que la expansión de la pobreza era dinamita para la democracia, fácilmente podía convertirse en base argumental para la penetración de propuestas populistas y para radicalismos como en efecto ocurrió con la irrupción del grupo de militares comandados por Hugo Chávez que se ofrecía como un camino de redención en favor de los sectores desposeídos, contra la supuesta explotación capitalista.

Efectivamente las temidas premoniciones llegaron en las botas del grupo militar. Los sectores populares creyeron que había llegado su momento, el mandatario legitimaba el acto de robar por la condición de pobreza. Rápidamente el poder del régimen populista- socialista creció y comenzó el tortuoso camino de engañosas consultas electorales donde la gente más que votar se vengaba de los dirigentes políticos que no habían podido responder a sus requerimientos. Faltaba lo peor, la toma del poder traía bajo la manga el verdadero veneno, el socialismo del siglo XXI, una versión con pretensión renovada de los criminales socialismos, estatismos y comunismos fracasados en el mundo entero.

La pura verdad es que Venezuela venía con un ala rota cuando cayó en manos de la jauría socialista, algunos calificaron de pobretólogos a los responsables de la denuncia de esta falla estructural de la democracia venezolana. Una condición que pudo haberse reparado de haberse continuado y profundizado las reformas políticas, la descentralización, si los ciudadanos en sus estados y municipios hubiesen tenido la oportunidad de redirigir las políticas sociales y los sectores económicos y gubernamentales hubiesen luchado frontalmente para lograr una economía libre, orientada al mercado capaz de generar empleos e ingresos de la manera más sana posible. No era cierto que Venezuela vivía un milagro económico si 53% de los trabajadores eran informales y de cada 10 viviendas que se construían 6 eran ranchos de cartón.

La ascensión al poder de Chávez y sus huestes fue el peor remedio para esta enfermedad. La destrucción de los frentes de economía privada que existían fue un flanco prioritario de los comunistas, los productores agrícolas y agroindustriales invadidos, despedazadas más de 6 millones de hectáreas productoras de alimentos. Los industriales acogotados por una hemorragia de decretos para impedir su libertad y crecimiento iniciaron un imparable proceso de bajada de santamarías, factores que han destruido más de 70% de la economía. Venezuela con Chávez comenzó su lento camino a un infierno que se prolonga hasta hoy, alimentado por la miseria del pueblo, la destrucción y represión de los venezolanos que luchan por la libertad.

Pero todo no es oscuro, fatalista, destructivo; a la par que la destrucción socialista se ha hecho presente, Venezuela comienza a acumular un capital del cual carecen la mayoría de nuestros vecinos. Los venezolanos han cambiado su formula sanguínea, ya saben, están seguros, de que el socialismo es la muerte, la destrucción, la miseria, la cárcel por atreverse a pedir agua corriente o electricidad.

No vamos a recuperar lo que nunca hemos tenido o lo que tuvimos muy cerca con la descentralización y las propuestas económicas, políticas y sociales de la Copre para construir ciudadanos en vez de gente pobre. Hoy, como afirmaba Emeterio Gómez, tendremos por primera vez la oportunidad de construir un país libre, próspero basado en la responsabilidad de todos, con un Estado limitado. El milagro venezolano es habernos despojado de los fantasmas marxistas que han provocado genocidios en Vietnam, en China, en los países del ex bloque soviético y en nuestras cercana Cuba, la isla que nos duele en el alma. El arma real de los que alientan los socialismos no son las bayonetas, es la dominación cultural del pueblo que ha creído hasta ahora que la miseria la producen los que inventan, crean empresas y buenos empleos, esa vacuna ya la tenemos los venezolanos. Son alentadoras las palabras de Uribe: “Me atacan porque casi vencí a las FARC”. Hoy los venezolanos han vencido la hegemónica  tentación totalitaria del socialismo y están a un paso de convertirse en una real democracia, este es el milagro venezolano.