Apóyanos

El miedo, el terror y la extrañeza

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Cipriano Castro, dictador de Venezuela de 1899 a 1908 | Nicola Perscheid

 

Transitar zonas de la ciudad luego del 10 de enero genera una sensación de extrañeza. Hay militares y policías por doquier, algunos infundiendo terror con la cara tapada y otros solo conversando aburridos viendo a la gente pasar. A manera de mostrar normalidad, pantallas en instituciones del Estado que iluminan una cuadra entera muestran imágenes de paisajes del Esequibo, de miembros del partido gobernante o un Cipriano Castro —ese dictador sobre el que fue realizado un bodrio titulado La planta insolente como una defensa a la soberanía— hecho con inteligencia artificial que habla sin que nada se le entienda. 

Cumpleaños se celebran en restaurantes, la música se sigue escuchando el viernes en la noche, los vendedores ambulantes ofrecen los mismos productos, los mercados funcionan con normalidad, camionetas blindadas se comen la luz roja de los semáforos, los pacientes sufren en los hospitales… Pero muy en el fondo la gente está viviendo un luto, como si les hubiesen robado algo. Por eso, entre cuchicheos y bromas, se habla de migrar, de cómo seguir viviendo a pesar de, de cómo expresarse procurando prudencia para no caer en una mazmorra. Si alguien de verdad ha ganado unas elecciones de manera contundente, por qué haría falta un enorme despliegue y por qué apurarse para hacer otras que a fin de cuentas van a beneficiar al grupo habitual. 

Atrás quedaron los días en que se anunciaba un resultado electoral y ciudadanos salían emocionados a celebrar, cosa que quedaba registrada en fotos de reporteros gráficos a los que ya no dejan entrar al Palacio Federal Legislativo para hacer una cobertura normal. Ahora, en el tiempo del terror, si un funcionario entra a un espacio civil —oh, los terribles civiles— la gente prefiere no responder los buenos días, no vaya a ser que no les gusten los modos y entonces quieran armarles un expediente. 

Se ha querido imponer en el país la sensación de que nada ha pasado, como un pasar la página y retomamos, pero ha sido tal la desfachatez que el sentimiento de agotamiento y añoranza por otra vida no se va. Ni siquiera los jóvenes que desconocen períodos represivos como 2014 o 2017 han sido convencidos. Hay unanimidad en la sociedad civil, desde academias hasta movimientos en defensa de los derechos humanos, sobre lo que se piensa de lo ocurrido, y esa idea, la de un robo que enluta profundamente, está presente hasta en el más indiferente. 

La imposición de un nuevo Estado en el que ya nadie podrá elegir libremente, donde solo unos pocos podrán expresarse, es lo que vendrá si no se trabaja para evitarlo, y ahí el luto será tan largo y trágico como el que sufre Pietro Crespi en Cien años de soledad por Amaranta. 

Noticias Relacionadas

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional