Inconforme del circo
Yo no te escribo a ti, yo dialogo contigo. Mis entregas semanales son el reflejo de lo que tú y yo conversamos, a veces en la intimidad, a veces en el estadio. En la intimidad lo hacemos cuando abordamos nuestros sentimientos, frustraciones, rabias, incluso nuestros afectos o alegrías en este tiempo abominable de Venezuela; en el estadio, cuando atendemos desde la tribuna el circo venezolano que nos encoleriza y acecha. En el coliseo gritamos; en la sala razonamos.
¿Por qué nos tocó vivir la tiranía chavista? No lo sé. ¿Por qué tanta gente flaqueó y fue pillada por su maldad? Tampoco. Sé que tú y yo somos los inconformes en el circo.
No nos hemos rendido. Seguimos sonriendo y creando.
El viejo Troconis
En esta ocasión, en la sala de la intimidad, te hablaré del viejo Troconis. Comenzaré por confesar que no lo conocí personalmente, conozco, sí, a su descendencia familiar, a quien aprecio y admiro arraigadamente. Su hija América ha educado dos espíritus, Martha y Héctor, tan fantásticos como adorables, quienes, junto a su primo Toño, como núcleo sanguíneo representan una Venezuela creativa, emprendedora, optimista, honesta. ¿No es ese el país que anhelamos? Bueno, ese país existe, está por todas partes, nos rodea, nos abraza. Yo lo conozco, hablo con él. Está vivo, crea.
¿Cuál es la obra culminante del viejo Troconis? ¿Cuál es su aporte maestro a Venezuela? ¿Qué inventó que nos destaca, sobresale y “excelsa” como venezolanos?
Su familia, ¿se puede pedir más creatividad?
Inventor de palabras
Sé, por su nieto Héctor, que el viejo Troconis además del gran invento maestro que fue su familia, inventaba palabras, muchas palabras, divertidas, enrevesadas, idiomáticas (mitad gringas con sonidos venezolanos extraños), reunía canciones con voces en sílabas inexistentes que formaban un significado que sólo los miembros de su familia entienden. No es un cuento de Borges, es una realidad genialmente criolla. Estoy fascinado con ese lenguaje imposible que los miembros de la obra maestra Troconis intentan hacer pasar por común y corriente. Es incomprensiblemente divertido.
Te razono esta historia en la intimidad de la sala porque tú igual que yo amamos y luchamos por ese país adorable, y a veces olvidamos que esa maravilla que es Venezuela, a un tiempo mágica y realista, existe.
El idioma Troconis es parte de su insólito prodigio.
El merecido
Pues sin saberlo, sin conocerme, sin tener idea de que una de sus palabras definiría a un personaje extraño, conspirador y prófugo de la “justicia –que todo aniquila– chavista” como yo, el viejo Troconis pronunció una palabra para mí: el merecido, suerte de displicente social que con cierta altanería piensa que lo merece todo, o, lo que es lo mismo, que el mundo no lo merece. En términos llanos: el merecido es un carajo que se cree la gran vaina. Como yo. Como tú.
Frente al chavismo, frente a cierta oposición, frente a tanto criminal y corrupto, ¿cómo carajo no sentirse la “gran vaina” por no ser como ellos?
No tengo duda, somos los merecidos.
La Venezuela “merecida” eres tú
No me fue sencillo dilucidar la palabra “merecido” en la vasta enciclopedia de términos inventados por el genio nacional que fue Troconis, me la explicaron y explicaron hasta que la entendí. Me ha hecho reír mucho y la he celebrado como siempre he celebrado el ingenio y la chispa criolla. No es cosa rara que Venezuela en sí misma sea otra “merecida”, que se crea la gran vaina. ¿O no tenemos las mujeres más bellas, el mejor café, chocolate, cerveza, ron, clima, montañas, mares del mundo? ¿O no tenemos al venezolano?
Lástima que el chavismo nos haya desmerecido, que nos haya convertido en parias, en abominados del mundo. Lástima que el daño y dolor que nos ha causado nos haya hecho olvidar que la Venezuela maravillosa existe, que está aquí, que nos rodea y abraza, que inventa una familia y un lenguaje
Esa Venezuela merecida eres tú…
@tovarr
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