La inclusión se ha convertido en un tema cada vez más relevante porque, además de ser una necesidad y un derecho humano, la globalización nos ha permitido entender aún más las realidades que podrían parecer lejanas a nosotros, pero que realmente son vitales para el bienestar colectivo, la comodidad de cada individuo en su entorno y el progreso de las sociedades en conjunto.
Hay que entender que la inclusión abarca mucho más que las tan mencionadas diversidad racial, cultural, sexual y de género. También existe la inclusión de personas mayores, que muchas veces se sienten excluidos de la dinámica social al alcanzar cierta edad; inclusión de personas con condiciones especiales, que puede ir desde el autismo hasta una persona con próstesis; inclusión de personas en situación de calle, que incluye la promoción del acceso a la vivienda, la atención médica y el empleo; hasta la inclusión de la diversidad corporal, esa que nos invita a eliminar la discriminación basada en el tamaño del cuerpo y los estigmas sociales al promover la positividad corporal.
Quizás muchas personas que lean esto pensarán que todo se resolvería reforzando la empatía y concientización desde niveles escolares hasta reformas en las políticas públicas, pero es mucho más complejo. Aunque haya muy buena intención de integrar y de eliminar las barreras físicas, sociales y culturales que dificultan la participación plena y equitativa de todas las personas en la sociedad, la realidad es que existe resistencia en muchos grupos sociales, incluso en los que estando a favor de la promoción de la diversidad sienten que ninguna medida es suficiente.
Un ejemplo es una campaña que realizó Victoria’s Secret, en el año 2018, en la cual presentaron a modelos de diferentes tallas y orígenes étnicos. La campaña fue desestimada por no ser lo suficientemente inclusiva y fueron duramente criticados en las redes sociales por no incluir a modelos transgéneros y porque los estándares de bellezas de las modelos eran poco realistas. El esfuerzo no fue suficiente.
Otro riesgo que tienen las campañas de inclusión es que pueden ser percibidas como oportunismo o como si simplemente las marcas se sumaran a una “tendencia” como ocurre especialmente en junio cuando muchísimas marcas adoptan en sus identidades gráficas y contenidos la bandera LGBT+ para unirse a la celebración del orgullo. En lugar de considerarse una acción que evoca a la empatía y reclama la tolerancia, puede ser visto como una táctica en una estrategia de marketing.
Sin embargo, también hemos estado ante campañas de empresas que han destacado por su lucha y defensa por la inclusión y la diversidad, haciéndolos parte de sus pilares, valores y filosofías corporativas. Así han demostrado marcas como Nike, Apple, Coca Cola y Unilever, quienes han hecho frente a la diversidad en todas sus facetas. En estos casos, nadie podría argumentar que ellos solo hacen una campaña puntual cuando los hechos han demostrado que forma parte de su cultura empresarial.
Aunque muchas empresas, personas y organizaciones han apostado al desarrollo de campañas, a gran o menor escala, para diluir las barreras invisibles que dificultan una armonía interracial, cultural, de creencias y preferencias, debemos entender que la inclusión es un proceso continuo y en constante evolución. Lo que puede ser considerado inclusivo en un momento determinado, puede no serlo en otro momento. Cada vez que se avanza en un aspecto de la inclusión, se descubren nuevos retos y obstáculos que deben ser abordados.
Creo que de ahí parte esa insatisfacción: algunas personas pueden tener expectativas poco realistas o diferentes ideas sobre lo que debería ser la inclusión. Algunos pueden considerar que la inclusión significa la igualdad de oportunidades para todos, mientras que otros pueden pensar que la inclusión significa un trato especial para ciertos grupos de personas. No siempre será aceptada por todos porque, aunque a muchos nos parezca extraño, aún hay individuos que pueden sentirse amenazadas por los esfuerzos de inclusión y resistirse a ellos, quizá por prejuicios o por simple resistencia al cambio.
A pesar de estos desafíos, es importante seguir trabajando hacia una sociedad más inclusiva y justa, donde las marcas y voceros de impacto mundial tendrán un papel fundamental en reconocer que siempre habrá más trabajo por hacer. Todos nosotros, tanto publicistas como sociedad en general, debemos normalizar la pluralidad de preferencias, procurando que no sea un atributo comunicacional ni mucho menos solo parte de una campaña o estrategia, sino que esté dentro de los valores de nuestra ética como ciudadanos.
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