La actividad política en Venezuela, la que padezco desde 1952, se ha caracterizado por ser base de operaciones criminales-cívico-militares. Aspirantes a formar parte de ella asoman sus rostros, previa bendición y empuje de jerarcas del momificado Estado Mayor Corrupto, para luego aparecer en lugares públicos donde parlan en representación del pueblo. Celebridades fallecidas mostraron conductas idénticas a las actuales, en materia de persecución, tortura, verdugos, apropiadores del erario nacional y saqueo público con prepotencia e impunidad. Con más o menos brillantez, pupilos ingresan a esas organizaciones delictivas [partidos políticos, fuerzas armadas] para lucrarse y ajustar cuentas con enemigos que luchan por el control del país.
Durante lapsos más o menos breves, los aspirantes a ejercer cargos públicos salen de sus trincheras para desposar con quienes se creía tenían ideas políticas contrapuestas y se exhibían enfrentándose. Por ello, en nuestra realidad y tiempo (2020), observamos a caricaturescos personajes de oposición florear la mala reputación del que tiene el poder y lo ejerce con ferocidad asesina. Las frases que pronuncian son de acomodo y cortejo amoroso explícito. Coqueteo de galán viejo o joven, malla en pesca de arrastre.
Esa minoría degenerada de la república la conduce hacia el desastre, la vampiriza, desnutre, inmoviliza y somete a esclavitud [que algunos llaman moderna, pero no ha cambiado desde tiempos inmemoriales] con facilidad. Al Estado Mayor Corrupto ingresa más rápido un oportunista e inculto individuo que el malhechor académicamente preparado. La adulación al burócrata tiene la importancia de una ofrenda que se ofrece, con exclusividad, a damas. El ejercicio del poder exige ese trato, más que amabilísimo, el de lustra botas, lame pié o travieso encantador ante el funcionariado fétido pero bien situado en el organigrama del opresor, e incorregible ladrón de tesorería nacional.
Admito que no me asombran los políticos del mundo, son parientes cercanos o distantes, uno de otros, en distintos países. Pero, ninguno de ellos duda que el maridaje entre partes en conflicto propagandístico es una demostración palpable que el Estado Mayor Corrupto sí es una temida realidad política-castrense.
Que el «bruto» e «inculto» aventaje al «intelectual, «científico» o «docente» en respetabilidad social se debe a su falta de escrúpulos, pudor, probidad y cumplimiento. El vulgo es proclive inclinar la cerviz ante quien lo ofende mostrándolo perdedor, mientras oferta vindicarlo. El «triunfo» que promete al gentío cautivo es mayor destrucción de su autoestima, y capacidades para progresar como ciudadanos emprendedores, estables, apegados a normas universales para la cohabitación pacífica.
En nuestro trágico y nefasto panorama político de arrabal, el «bruto» e «inculto» [hombre primitivo y salvaje] alcanza una preponderancia internacional que jamás lograrían, por ejemplo, escritores, poetas, hombres de leyes, investigadores, científicos. Entre sus éxitos está haber convertido en jarrones chinos a monarcas, como sucedió en España que, de imperio, devino en barriada donde la mala muerte destaca.
@jurescritor
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