Todos concordaban en que el albino afrodescendiente provenía de un oscuro y olvidado caserío de las áridas estepas de la toponimia denominada Curiepe, un borroso caserío geográficamente localizable a través del geolocalizador de Google Earth en el estado Miranda de la Tierra de Gracia, en un perdido recodo del septentrión suramericano. Desde que estudiaba en el liceo se le despertaron sus primeras tímidas simpatías por las ideas de la socialdemocracia encarnadas en un sentimiento que sus connacionales conocían con el nombre de “sentimiento adeco”. A pesar de su rasgo distintivo de “negrito fullero” o “negrito faramallero”, sus compañeros de clase en el liceo le decían por sobrenombre con el remoquete jodedor de “mono reilón” porque donde veía un grupo de estudiantes conversando se acercaba al mismo y rompía a reír desternilladamente con chistes malos y generalmente pesados o pasados de tono; eso le ganó el sobrenombre con sobrada razón de “mono reilón”.
Gracias a la gratuidad y masificación democrática de la educación que predominaba en su país consiguió graduarse de bachiller y entrar a estudiar en el instituto pedagógico del Guarairarepano. Decía que quería estudiar geohistoria para conocer sus antepasados étnicos procedentes de África esclava en la época de la colonización de la pequeña Venezia. Nunca ocultó su profundo sentimiento de rencoroso resentimiento étnico y social y ello le hizo destacar notoriamente en el Pedagógico como un líder estudiantil universitario. Un compañero suyo que adversaba sus ideas socialdemócratas no perdía ocasión de jugarle chanzas irónicas para verlo molesto y le decía: “en el país de los ciegos el tuerto es rey”; y “el niche” montaba en cólera. Obviamente, le gustaba reírse y burlarse de los demás pero le irritaba que le “chalequeran” a él, especialmente en las asambleas que se hacían en el auditórium de la universidad y en los pasillos de la misma. Cuando el “partido blanco”, que era su torda política, se dividió en 1968, “el Niche” puso pie en polvorosa y se fue a montar tienda aparte con “los combatientes morados”, llevándose naturalmente consigo todas sus malas mañas aprendidas en su anterior militancia en el “partido del pueblo”. Una vez culminado su tránsito académico y obtenido su título como profesor se entregó de lleno a la agitación política y propagandística organizando células de maestros y docentes en torno a los gremios magisteriales y agitando y organizando en barriadas del Valle del Guarairarepano grupos de militantes de izquierda marxista. Sotto voce y tras bastidores los maestros y profesores decían que “el niche” consiguió una licencia sindical en el magisterio con la expresa intención de evadir el sagrado deber y responsabilidad de ejercer la profesión de educador. Vivía en el vivalapepismo y la molicie pero “legalizado” –según él– por la cláusula de los contratos colectivos que protegían y amparaban el ocio improductivo de las mafias sindicales.
El niche vagoneta que a fuerza de sus andanzas sindicales magisteriales se había ganado el mote de “El Profe” se entregó en cuerpo y alma a la actividad política partidista, parlamentaria, legislativa y municipal aumentando su “expediente político” disfrazado de curriculum magisterial. Fue así como amparado por grupúsculos minoritarios prevaliéndose de las múltiples bondades jurídicas y políticas que brindaba la democracia “el niche” logró trepar en la pirámide social y política e infiltrando instituciones con la finalidad de zapar su credibilidad y debilitar lo que él mismo gustaba llamar “la legalidad adeco burguesa”. En “el niche” se cumplía el dicho popular de que “la culpa no es del ciego sino del que le da el garrote”. Cada cargo público de representación popular era sibilinamente aprovechado por el “guabinoso niche” no sólo para medrar del erario público sino para desacreditar la credibilidad y confianza de la población en sus instituciones y en su ordenamiento legal.
Desde su inicial militancia blanca y su segunda militancia morada; pasó a ser militante de la causa al revés y luego dividiendo a este último grupúsculo creando un azulejo minipartido llamado “matria para todos” de cuyas siglas se valió burocráticamente para acercarse medrosamente a los alrededores de quienes se complotaban y conspiraban en el interior de las fuerza armadas nacionales para dar al traste, golpe de Estado mediante, con el sistema democrático que apenas duró unas cuatro décadas de relativa paz social y política. Fue con el “fiambre eterno” que el “afrodescendiente” logró reconocimiento al ser nombrado como ministro. También fue con el desnalgue y saqueo de la tristemente célebre república quinta cuando el albino fullero alcanzó fama y notoriedad nacional como uno de los miembros de la cueva de Ali Babá. Siendo ministro y gobernador sus propios allegados, molestos con su conducta non sanctas en materia de peculado doloso en provecho propio y concusión en materia de manejo irregular del patrimonio público, publicaron fotos en redes sociales de un lujoso yate anclado en costas caribeñas de “Pequeña Venezia”.
El maestro millonario durante más de veinte años se cebó tanto a las malas artes de las manos de seda que se asimiló a la milicia nacional y se hizo nombrar como primer teniente cuyo rango de mando utilizaba indecorosamente para perseguir y criminalizar a los que no pensaban como él. Como “a todo cochino gordo le llega su sábado”, El Niche enfermó de una patología hasta el momento de su muerte no revelada y murió a la medianoche en una clínica privada del Valle de Guarairarepano. Tres días de duelo nacional y declarado héroe de la patria mientras se abrió un proceso de consulta entre la militancia de su partido para decidir el destino de sus restos mortales; si en el cuartel de montaña alta o en el Panteón Nacional. Mientras el sainete rielaba al compás de una mortuoria melodía de Albinoni a diario morían de cuatro a cinco maestros de inanición en Pequeña Venezia.