Maduro ganó las elecciones presidenciales de 2018 con un amplio margen sobre candidatos independientes, pues la oposición no participó en ellas, tachándolas de ilegales y fraudulentas por haber sido convocadas por la Asamblea Constituyente oficialista. La era de Nicolás Maduro ha estado marcada por una economía “cerrada” con controles del tipo de cambio, de precios de venta al público, de tasas de interés, de la cartera crediticia bancaria y con “en modo comunista”. El madurismo, como todo gobierno autoritario, desprecia a la justicia desde sus orígenes, y toma una antipostura en la comprensión para que haya una democracia plena tiene que haber también legitimidad de ejercicio, que significa gobernar con ciertos límites, respetando la multiplicidad de opiniones que existen en una sociedad.
Indudablemente, a los presidentes con tendencias autoritarias no les gusta el sistema de división de poderes y la existencia de otros poderes independientes. Como estrategia, el gobierno de Maduro para avanzar en su ilógica tiene su Asamblea Nacional como un traje a la medida para legitimar lo inconstitucional; además, las amenazas políticas germinan en un tipo de violencia visible e invisible, muy difícil de ver a simple vista, pues son las propias estructuras psíquicas de las personas las que las hacen frágiles.
Lo que no razona o no quiere razonar Maduro es que la mayoría de venezolanos ya no creen en sus discursos y menos que la compleja crisis del país es causada por una «guerra económica» apoyada por empresarios apátridas, que reciben órdenes del imperio norteamericano. Nuestros estudios de opinión pública revelan que 75,1% de los venezolanos está claro en que la guerra económica es solo una narrativa bien argumentada para soportar la aguda crisis. Es decir, Maduro inventó una “guerra económica” que ha resultado sospechosa incluso en su propio capital político.
Ante tanta escasez e ineficiencia, protestar en Venezuela hoy día es considerado traición a la patria, la consigna gubernamental es que no importa que se pase hambre, lo significativo es mantener la revolución cueste lo que cueste. No obstante, la amenaza, la violencia y el miedo gravitan sobre la conciencia y la conducta de todos los venezolanos. Los gobiernos del comandante Chávez y Maduro transfiguraron la vida normal de la gente, llevando a muchos venezolanos a ubicarse en niveles muy vulnerables y de miseria.
En nuestro país existe una violencia estratégica, el régimen es supra, amenaza, por encima del derecho y de las leyes, siempre apuntalado en la violencia estratégica. La agresión al adversario ya es práctica gubernamental común: los vejámenes a los dirigentes políticos detenidos en varios estados del país por protestar contra Maduro, la tortura psicológica a los presos políticos, las diversas violaciones de los derechos humanos, las continuas amenazas al pueblo por supuesta “infidelidad” electoral hacia el socialismo del siglo XXI, la negación -juegos del hambre- de las bolsas CLAP y los bonos del sistema Patria a los que no apoyan el proyecto revolucionario es un verdadero chantaje.
Nicolás perdió la calle, la popularidad, de acuerdo con nuestros números está un poco por encima de 18,1 puntos. Se perdió la magia revolucionaria que los atornilló durante 23 años en Miraflores. En la dinámica del desgaste del poder emergió el desamor hacia un proyecto político que ilusionó pero no concretó los sueños de los que aspiraban a un mejor país, es casi imposible llegar al final de una gestión con una opinión nacional en contra, el tiempo se le agotó al socialismo del siglo XXI, sólo queda el delirio de mantener una revolución, pero a la fuerza.
En síntesis, según los expertos en temas político-económicos: “Las condiciones tan adversas con las que ha batallado Venezuela son particulares y han hecho del país un lugar atípico y poco atractivo, si se le mira desde una óptica extranjera. Es un país donde, pese a la crisis económica, no ha habido un estallido social. Es un país que ha sido constantemente empujado a un conflicto civil y no ha cedido ante ello. Es un país donde la política dentro de los canales regulares sigue siendo transversal a todos los espacios”… No obstante, Maduro se la jugará en 2024 para seguir gobernando en minoría
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