Y es que el madurismo desde que asumió la conducción nacional no solo convirtió en papel higiénico la Constitución de 1999 y el andamiaje jurídico construido hasta 2012, sino que las instituciones se fueron a una degradación absoluta estando en sus cargos la más perversa y pueril claque arrodillada ante los designios de Miraflores. Por ello, cuando Nicolás Maduro asume el poder en 2013, luego de que Hugo Chávez cuando bien se pudo haber tratado en nuestra propia Venezuela, Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón o China, y decidió irse a tratar engañado a Cuba por su enfermedad, donde no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir debido a la deficiente medicina y de recursos humanos de ese país ante la gravedad del ciclo de vida que presentaba, era obvio que estaba sellada su condena de muerte. Entonces, a partir de ese hecho, pues el ungido ─ en equivocada ¿también engañada? designación─ como su sucesor junto con sus derivados de cúpula que secuestraron el poder, solo han tenido su nombre como una serie de maligna ciencia ficción, porque es evidente que todo, absolutamente todo lo han destruido.
Así tenemos que lo primero que destruyó el madurismo fue el carácter democrático de las elecciones y referendos. Las primeras fueron las que siempre le dieron legitimidad a Hugo Chávez ante la comunidad internacional, y aunque Estados Unidos y algunas naciones de la más rancia derecha capitalista siempre estuvieron en su contra, nunca pudieron argumentar que estas no fueron limpias. Entonces, una nación con la inmensidad de recursos que tenía Venezuela, aunado con la aceptación de todas las vertientes de la economía mundial, sólo podían hacer de la patria del Libertador un extraordinario espacio para la inversión y el desarrollo. Venezuela durante la primera década del siglo XXI se convirtió en la nación con el más alto nivel de vida del continente. El aumento de la clase media fue exponencial con la construcción de viviendas del sector privado para ese sector, mientras los créditos hipotecarios y para compra de vehículos nuevos se hicieron el principal motor del sector financiero; y también veíamos como se incrementaban el número de estudiantes universitarios y los componentes de postgrados, mientras entre la salud pública y privada no había diferenciación de calidad y atención médica, especialmente en el área preventiva, partos y cirugías normales en el espectro del deterioro biológico.
Al ser las elecciones el principal componente que acompañó a Hugo Chávez en su ejercicio como presidente de la República, tenemos que jamás vimos a un Consejo Nacional Electoral (CNE) impidiendo candidaturas con «inhabilitaciones», o menos viendo que la sala electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) ordenara suspender totalizaciones y proclamaciones de gobernadores o alcaldes, y menos empleando los cuerpos represivos del Estado para detener autoridades electas por el pueblo. De hecho, además de las elecciones constitucionales que existieron con Hugo Chávez, tuvimos en sus comienzos dos referendos: uno para convocar la constituyente, y otro para aprobar la Constitución en 1999, y durante el período 2004-2009 hubo en Venezuela tres referendos: 1) El revocatorio que ganó con un 60% a su favor en 2004, y donde aún resuenan en nuestros oídos cuando el entonces presidente de Chile, Ricardo Lagos, meses antes de esa gesta electoral y en una reunión de presidentes latinoamericanos llamó «corajudo» al líder de la revolución bolivariana por someterse ante el pueblo con tal acción democrática, que fue convalidada por el Centro Carter y la propia Unión Europea un día después de los resultados emitidos por el CNE. 2) El referendo sobre la reforma constitucional en 2007, cuando Hugo Chávez lo perdió después de haber ganado de manera rotunda su reelección en 2006, y estaba en un momento de máximo apoyo popular, y aunque hubiese habido extralimitación de inconformidad en su lenguaje por haberlo perdido, aceptó la derrota, o sea, el pueblo al decir que NO, esa fue la decisión de la mayoría por mínima que fuera la diferencia, y jamás se le ocurrió inventar o interponer algún seudo-recurso ante el CNE o TSJ con el propósito de desconocer la voluntad popular. 3) El referendo sobre la enmienda constitucional en 2009 que permitió la reelección sin limites de períodos para todos los cargos de elección popular, y el cual fue otra victoria para Hugo Chávez.
Esa ha sido la inmensa diferencia entre el chavismo y el madurismo. El chavismo por su legitimidad y legalidad, permitió a Venezuela ser un país sin inconvenientes ante la comunidad internacional. Por el contrario, el madurismo, representado en Nicolás Maduro y sus derivados no sólo es que ganaron por mínima diferencia en 2013 las elecciones presidenciales, sino que a partir de allí, ante sus constantes desaciertos y desastres en materia política, económica y social, pervirtieron el ejercicio del poder, y llevaron a Venezuela al hundimiento en el hambre, la pobreza y la miseria, generando con ello, según últimas cifras de organismos internacionales, a más de 6 millones de emigrantes, número que sigue en aumento, y sin curva de estancamiento.
Entonces, el madurismo llevó una inflación manejable del 20,1% en 2012 hasta el 56% en 2013, y más de 60% en 2014, y entre 2015 y 2016 superamos los tres dígitos anuales, para finalmente protagonizar desde 2017 hasta este 2021, una hiperinflación que ha promediado en este último lustro los 7 dígitos anuales, situación económica que nos ha condenado a los venezolanos a ser el país con los salarios y pensiones más bajos del mundo en sólo 1 dólar al mes, incluso por debajo de naciones latinoamericanas como Cuba y Haití, y muy lejos de los ingresos de 30 dólares al mes que establece la Organización de Naciones Unidas (ONU) para medir el rango de las personas en pobreza crítica, lo cual queda comprobado, cuando además de la dolarización de facto que ha sufrido la economía en Venezuela, el propio Nicolás Maduro reconoce la desastrosa dirección que ha generado en su «presidencia» al eliminar 11 ceros al bolívar entre 2018 y 2021.
En consecuencia, no es casualidad que Nicolás Maduro y el madurismo hayan convertido el ejercicio del poder en un neototalitarismo al más rancio estilo y simbiosis del fascismo, el nazismo, el estalinismo, y también el talibanismo. Así el madurismo, en solo dos años de funciones, recibió una estruendosa derrota en las elecciones parlamentarias de 2015, y si bien podemos catalogar de equivocada la dirección opositora luego de esos comicios, no podemos negar que las huestes de Miraflores interpusieron cualquier cantidad de «cuestionamientos jurídicos» para evitar el posible referendo revocatorio en 2016, cuando hasta un «tribunal» regional fue quien decidió un asunto nacional en que «no podía hacerse» una convocatoria contra Nicolás Maduro en sus funciones de presidente.
Después, el madurismo se saltó la vía constitucional, y existiendo la jurisprudencia chavista de convocar a un referendo para la aceptación de una constituyente, impuso tal bodrio político en 2017 sin decisión por parte del pueblo, y peor, impuso una nomenclatura de «candidatos» en una elección de segundo y tercer grado y con más de 500 «representantes», sobre los cuales tal directiva del CNE y Diosdado Cabello aseguraron que votaron «más de 8 millones de electores» – y validando tal palabra de sufragios, casi 5 millones de votos menos en su favor que en las recientes elecciones regionales -, pero que fue desconocida en los espacios de la diplomacia internacional por su ilegitimidad e ilegalidad.
Tal evento de abusos, lograron el principal objetivo del madurismo, que era fragmentar la oposición y promover la abstención, hecho que lograron y Nicolás Maduro prácticamente estuvo sin contrincantes en las elecciones presidenciales de 2018; y donde habría «obtenido» más de 6 millones de votos, sin que ello haya permitido mejorar la gobernabilidad, y, por el contrario, ha destrozado el tejido social del país.
Y en 2020, que el madurismo, también apoyado por la abstención logró más de dos tercios de una muy cuestionada «asamblea nacional» sólo nos ha mostrado en casi una década un panorama de catástrofe de Venezuela en todos sus órdenes. Nada está en pie. La sociedad agoniza en el medio de una destrucción de los servicios públicos, y como nación petrolera el madurismo llevó la producción de casi 3,1 millones de barriles diarios a sólo unos 600 mil barriles por día, con el agravante que ahora no tenemos gasolina, y el gasoil que representa el combustible fundamental del transporte público y de carga de alimentos es cotizado en precios internacionales, y por ende, su impacto en los precios que más afectan sobre la población; a la par que aumenta la deserción escolar y universitaria, y lo que ellos llaman «sistema de salud» hasta sus pacientes mueren por volcamiento de las ambulancias (1), o simplemente hay que resignarse a fallecer en cualquier hospital al carecer éstos de medicinas e insumos asistenciales.
Ante esta realidad, aunque digan que «triunfaron» en las recientes elecciones de gobernadores y alcaldes, la realidad es que la totalidad de votos en contra del madurismo es mayor que la obtenida por sus candidatos «ganadores» ─como, por ejemplo, Freddy Bernal en el Táchira─. O sea, Nicolás Maduro fue revocado por los votos de los venezolanos, y peor, resulta que ahora que pierden la gobernación del estado Barinas, intempestivamente aparece un «político de oposición» impugnando tales elecciones en el estado llanero, lo cual se convertiría en una enorme derrota política, y eso es algo que no pueden permitir, razón por la cual aplican una «legalidad» que simplemente es originada en seudoinstrumentos jurídicos para desconocer la voluntad del pueblo. Es más, la acción que hace el «TSJ» en llamar nuevamente a elecciones, no sólo es que desconoce el mandato popular del pueblo de Barinas, sino que además terminaron en un dantesco espectáculo de obligar a renunciar de manera irrevocable a Argenis Chávez, o sea, al hermano del supuesto «líder» Hugo Chávez.
La verdad es que Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Delcy Rodríguez, Jorge Rodríguez o cualquiera que integra la cúpula del madurismo jamás ganarían ni una junta de condominio en unas elecciones que fueran observadas y controladas por la ciudadanía y el pueblo, porque su rechazo supera cualquier expectativa. El madurismo al desconocer los resultados en Barinas busca nuevamente activar la abstención y la división opositora ante un posible revocatorio presidencial en 2022 que perdería de manera abrumadora, y por esa razón, utilizan a manera de ensayo, tomando entre sus manos la bazofia política y jurídica que generan sus «instituciones» y «colaboradores» desde sus cloacas neototalitarias.
@vivassantanaj_
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(1) https://elbolivariano.com.ve/2021/11/27/fallece-tras-volcar-la-ambulancia-que-lo-trasladaba-al-hospital/
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