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El llamado a la resistencia

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General Charles de Gaulle, la BBC de Londres, 18 de junio de 1940, a las 20H00

Mientras la maquinaria de guerra nazi se preparaba para ocupar Austria, Checoslovaquia, Polonia y planificaba la invasión al resto del continente, Hitler y su lugarteniente, el mariscal Heinrich Göring, en una mesa de diálogo y negociación con el políticamente correcto canciller inglés, Neville Chamberlain, prometieron paz, estabilidad y seguridad a Europa. El acuerdo firmado el 30 de septiembre de 1938 fue suscrito en estos términos: “Hemos tenido una reunión y estamos de acuerdo en reconocer que la cuestión de las relaciones anglo-alemanas es de primera importancia para los dos países y para Europa. Consideramos que el acuerdo firmado ayer por la noche y el Acuerdo Naval anglo-alemán simbolizan el deseo de nuestros dos pueblos de no ir a la guerra de nuevo. Estamos decididos a adoptar el método de la consulta para hacer frente a cualquier otra cuestión en referencia nuestros dos países, así como estamos decididos a continuar con nuestros esfuerzos para eliminar las posibles fuentes de diferencia y contribuir así a asegurar la paz en Europa”. Dos meses más tarde, el 6 de diciembre de 1938, Von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores del Reich, y Georges Bonnet, ministro de Relaciones Exteriores de Francia, firmaron otro acuerdo, en términos idénticos al anterior, “para la consolidación de la situación en Europa y el mantenimiento de la paz general”. En mayo de 1940, Alemania invadió Francia ensayando con éxito su novísima Blitzkrieg o “guerra relámpago”.

El 15 de junio de 1940 se recordará como uno de los días más nefastos de la historia de Francia. Habían transcurrido diez meses en gran tensión desde que Francia y el Reino Unido declararan la guerra a Alemania, después de que Hitler traicionara el acuerdo firmado dos años antes. Los dos ejércitos aliados se concentraron en ocupar posiciones defensivas y esperar que el enemigo actuara, adoptando una tímida campaña militar que fue tomada con sorna por el ejército alemán que la calificó de Sitzkrieg o guerra de sentados y que se conocería como dróle de guerre o guerra en broma.

Debilitada por la crisis económica, su población polarizada y dividida en facciones, aislada diplomáticamente, con un ejército desmoralizado y sin una estrategia militar coherente, Francia fue invadida por el ejército nazi. Desde mediados de mayo sus divisiones mecanizadas venían avanzando velozmente. Los generales franceses habían basado su confianza en la línea Maginot, una serie de fortificaciones, búnkeres y trincheras a lo largo de la frontera con Alemania, pero la ausencia de una estrategia militar hizo que resultara un fracaso pues las divisiones alemanas la rodearon invadiendo por Bélgica y atacaron justo donde ésta terminaba, en su extremidad occidental, por les Ardennes. La experiencia militar francesa se sustentaba en un paradigma bélico de grandes frentes de batalla estáticos, una guerra de trincheras, sin entender que la estrategia militar había evolucionado notablemente. La Blitzkrieg o guerra relámpago con la introducción de nuevos elementos tácticos en el escenario bélico como las veloces divisiones Panzer, los escuadrones de aviones caza de la Luftwaffe, el dinamismo y eficacia de las fuerzas aerotransportadas, entre otras tácticas, hicieron que la línea Maginot resultase uno de los fracasos estratégicos más costosos e inútiles de la historia militar europea. Desde el 27 de mayo, las fuerzas alemanas venían encajonando a los ejércitos aliados que se batían en franca retirada, aislando y dejando atrapados en las cercanías de Dunkerque a 600.000 soldados anglo-franceses y a cientos de miles de refugiados civiles. Fue el prólogo a la ocupación nazi y a la alianza con el gobierno militarista, colaboracionista y antijudío del mariscal Pétain.

Un joven capitán de aviación llamado Antoine de Saint-Exupéry, quien se ofreció de voluntario como piloto de reconocimiento, es testigo desde la cabina de su avión de la furia del avance alemán. Se estremece ante las escenas del caos y dislocamiento que produce la retirada de masas de soldados y civiles chocando al huir con los contingentes que aún se dirigían a enfrentar al invasor, lo que producía horrorosos embotellamientos en las carreteras, que eran aprovechados por los cazas alemanes para ametrallarlos. El piloto reporta lo que observa: “Se huye a una velocidad de 5 kilómetros por día, de los tanques de guerra que avanzan a campo traviesa a más de 100 kilómetros por hora y de aviones que se desplazan a 800 kilómetros por hora”. Saint-Exupéry sabe que Francia está derrotada y que los reconocimientos aéreos son inútiles pues, al cabo de unos días, ya no tenía a dónde ni a quién reportar los movimientos del avance enemigo. En tres semanas los alemanes habían derribado 17 de los 23 aviones de reconocimiento: “Se sacrifican los equipos aéreos como si fueran vasos de agua arrojados en el incendio de un bosque. … Sin embargo, yo prosigo mi vuelo con una imperturbable seriedad”. Esto lo describe descarnadamente en su log-book que luego plasmaría en su libro Piloto de guerra. Saint-Exupéry insiste en la responsabilidad de resistir y combatir para brindar esperanza a los otros: “Estamos a fines de mayo, en plena retirada, en pleno desastre. Todo está en suspenso. Todo está perdido. Claro que estamos vencidos. Pero yo continúo experimentando la tranquilidad de un vencedor. ¿Que son contradictorias mis palabras? Me río de las palabras. No dispongo de ningún lenguaje para justificar mi sentir victorioso pues me siento responsable. Nadie puede sentirse a la vez responsable y desesperado”. El coraje y las reflexiones de este piloto vaticinan lo que sucederá en los días, semanas y meses siguientes, el surgimiento de una voz que logrará el reagrupamiento de los patriotas franceses que darán la pelea al invasor, de allí que dijera: “La derrota puede, en ocasiones, revelarse como el único camino hacia la resurrección, a pesar de sus fealdades. Yo bien sé que para crear un árbol se condena a una semilla a pudrirse. El primer acto de resistencia, si llega demasiado tarde, es siempre perdedor. Pero es el despertar de una resistencia. Tal vez un árbol saldrá de él como de una semilla”.

El gobierno francés se había retirado a Burdeos confiando en el mariscal Pétain, héroe triunfador de Verdún (1916). El 17 de junio, Pétain es nombrado presidente del Consejo y anuncia en su discurso que no enfrentará al enemigo, se plegará y firmará el armisticio con Alemania nazi, colaborando con el ejército de ocupación, las SS y con la temible Gestapo a partir de ese momento. Ese mismo día, el general de Gaulle viaja a Londres indignado y decidido a continuar la lucha y establecer una alianza con los británicos. El 18 de junio de 1940, a los tres días de la invasión y ocupación en progreso y a apenas a un día de la traición de Pétain, a las ocho de la noche y a través de la señal de la BBC de Londres, en la oscuridad de ciudades sitiadas y campiñas arrasadas, una voz recorre Francia lanzando las semillas de la resistencia y del combate por la libertad. Fue el llamado histórico del general Charles de Gaulle, quien había desconocido el régimen apátrida de Pétain y se había exiliado en Inglaterra luego de tratar infructuosamente de convencer al Gobierno de que abandonara Francia y se estableciera en Argel, desde donde se reagruparían los ejércitos para recuperar la patria y se mantendría libre del deshonor de un armisticio con los nazis.

Ante la entrega de Francia a Hitler por el Estado Mayor del Ejército Francés, abandonó el país y asumió el mando de la Francia Libre o Francia Combatiente (France Combattante) hasta la liberación. Charles de Gaulle era un desconocido para la mayoría de los franceses quienes escuchaban su voz, pero no sabían quién era, ni siquiera cómo era su rostro. Esa voz a través de la radio aglutina a las primeras redes de resistencia donde participan por igual “intelectuales, periodistas, personal de museos, bomberos, peluqueras, mecánicos, que se convierten de un día para otro en personas de acción” (Agnès Humbert, La Resistencia). El 22 de junio De Gaulle hace un segundo llamado, esta vez a soldados, marinos y aviadores “con o sin armas” a unirse y organizarse, a acudir a Inglaterra para recibir entrenamiento. Sus arengas radiales se suceden sin interrupción durante meses, brindando esperanza y guía para los franceses combatientes que en cuatro años sumaron decenas de miles, un ejército anónimo en las ciudades, montañas y bosques, llamado “el ejército de las sombras”. El 28 de junio insta a los generales y demás oficiales de los territorios franceses a plegarse a la Francia Combatiente, siendo reconocido por los británicos y aliados como jefe de los Franceses Libres. Una voz que transmitía convicción, una voz coherente y responsable en medio del caos, la incertidumbre y la angustia de la ocupación nazi, una voz que no cesó en promover la unidad de los franceses, de motivarlos para resistir y luchar por su libertad.

En las zonas aisladas de Francia utilizaban radios de cristal de Galena, un kit de simple construcción, que se componía de un audífono, una antena de alambre y un semiconductor de sulfuro de plomo (PbS) o piedra Galena, muy populares en esa época. De esa forma se recibían los mensajes radiales de la BBC de Londres en todos los rincones de Francia, aunque se interrumpiera el flujo de electricidad. La lucha consistió en reconocimiento e información de los movimientos del enemigo, sabotaje y operaciones militares contra las tropas de ocupación alemanas y contra las fuerzas apátridas del régimen de Vichy. Se creó una prensa clandestina, se editaron folletos, se crearon centros para la producción de documentación falsa, se organizaron huelgas y manifestaciones en pueblos y ciudades, se construyeron bunkers y escondites para los combatientes, así como múltiples redes secretas para el rescate de prisioneros de guerra evadidos, así como escondites para los jóvenes desertores al STO (Servicio de Trabajo Obligatorio) impuesto por los alemanes, en especial las rutas de evacuación para judíos perseguidos.

Presidido por Jean Moulin, delegado del general de Gaulle en territorio francés ocupado, en 1943 se reúne por primera vez en París el Consejo Nacional de la Resistencia, encuentro donde participan el Comité d’action militaire (COMAC), brazo armado del Mouvements unis de la Résistance (MUR), partidos políticos y delegados de las confederaciones de obreros y trabajadores, de la Confederación Francesa de Trabajadores Cristianos y de la Confederación General del Trabajo. Tres años después del histórico llamado del general de Gaulle, se comenzaban a ver los frutos de la Francia Combatiente, de esa unión de militares, políticos, agricultores, obreros y gente común que significó el germen de la reconquista de la libertad, así como del incipiente borrador de los conceptos republicanos y democráticos que regirían la futura Francia liberada. La resistencia francesa, sin duda, constituyó un factor vital para el triunfo de los ejércitos aliados. La historia que sigue ya es conocida, el 6 de junio de 1944, hace 75 años, las fuerzas aliadas desembarcan en Normandía. La liberación de París comenzó días antes con encarnizados combates de la Resistencia contra las fuerzas de ocupación, a la que se unieron los efectivos de la Segunda División Blindada francesa comandada por el general Leclerc, apoyada por la cuarta división de Infantería del ejército estadounidense. El 25 de agosto de 1944, París es liberado.

La liberación de Francia constituyó una ardua tarea realizada en cuatro años, iniciada aquel 18 de junio de 1940. Era la primera vez en la historia que un héroe nacional se hacía conocer a través de la radio. En su primer llamado a los franceses aquél 18 de junio de 1940, esa voz dijo con certeza y emoción: “Pase lo que pase, la llama de la Resistencia Francesa no debe apagarse y no se apagará” (“Quoi qu’il arrive, la flamme de la résistance française ne doit pas s’éteindre et ne s’éteindra pas”). Él asumió con convicción la responsabilidad de mantener viva esa llama durante cuatro años.

Este es el texto del discurso que el general de Gaulle pronunció la noche del 18 de junio de 1940 a través de los micrófonos de la BBC de Londres, 350 palabras que cambiaron el destino de Francia:

“Los jefes (militares) que, desde hace muchos años están al frente de los ejércitos franceses, han formado un gobierno. Este gobierno, alegando la derrota de nuestros ejércitos, hizo contacto con el enemigo para detener los combates. Por supuesto que hemos sido abrumados por el poderío mecánico, terrestre y aéreo del enemigo. Infinitamente más que su número, son los tanques, los aviones, las tácticas de los alemanes que nos hacen replegar. Son los tanques, los aviones, las tácticas de los alemanes lo que ha sorprendido a nuestros líderes al punto de llevarlos a donde están hoy. ¿Pero es esta acaso la última palabra? ¿Debería desaparecer la esperanza? ¿Es definitiva la derrota? ¡No!

«Créanme, yo les hablo con conocimiento de causa y les digo que nada está perdido para Francia. Los mismos medios que nos derrotaron pueden traer la victoria algún día. ¡Porque Francia no está sola! ¡Ella no está sola! ¡Ella no está sola! Ella tiene un vasto imperio que la respalda. Ella puede hacer un bloque con el Imperio Británico que controla el mar y continuar la lucha. Puede, como Inglaterra lo está haciendo, usar sin limitaciones la inmensa industria de Estados Unidos.

«Esta guerra no se limita al desventurado territorio de nuestro país. Esta guerra no se decide por la batalla de Francia. ¡Esta guerra es una guerra mundial! Todas las fallas, todos los retrasos, todos los sufrimientos no impiden que haya, en el universo, los medios necesarios para aplastar un día a nuestros enemigos. Golpeados hoy por el poderío mecánico, podremos vencer en el futuro con un poderío mecánico superior. ¡El destino del mundo nos lo estamos jugando aquí!  Yo, el general de Gaulle, actualmente en Londres, invito a los oficiales y soldados franceses que están en territorio británico o que puedan venir aquí, con sus armas o sin sus armas, invito a los ingenieros y trabajadores especialistas de las industrias de armamentos que están en territorio británico o que puedan venir aquí, a que se pongan en contacto conmigo. Pase lo que pase, la llama de la resistencia francesa no debe apagarse y no se apagará.  Mañana, como hoy, hablaré en la radio desde Londres.

Audio del general Charles de Gaulle por la BBC de Londres el 22 de junio de 1940

 

Nota: desde hace diez años publico este artículo en esta misma fecha para recordar la vital importancia para una nación que surja un líder valiente y coherente como lo fue Charles de Gaulle, un desconocido de los franceses en ese entonces, pero que con sus palabras de convicción, sinceridad y patriotismo, emitidas por la radio, lograron organizar la resistencia y unir a una nación en un solo objetivo, vencer al ocupante enemigo y reconstruir los valores democráticos republicanos.

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