OPINIÓN

El liberalismo sigue siendo opción para Hispanoamérica

por Ariel Montoya Ariel Montoya

Partiendo del hecho incuestionable de que para visualizar una Hispanoamérica posible para todos, lo primero es salir por la vía cívica de las dictaduras de izquierda y castrocomunistas, y a partir de ahí iniciar un proceso auténtico de reinserción, retorno y aplicación de un nuevo sistema democrático para una región vasta pero devastada por la izquierda marxista leninista en gran parte de su territorialidad extracontinental.

El otro hecho de gran magnitud es que, ante tantos tropiezos ideológicos y políticos, las nuevas administraciones traten en la medida de lo posible de apartarse de todo populismo, de toda demagogia izquierdista, de todo pacto de beneficios exclusivos para sus hechores, desde un liberalismo decente y moderno, clásico y más próximo a una ultraderecha que a un timorato centro político que tampoco podrá solucionar este desparpajo social.

Seamos realistas, las izquierdas no tienen ni base electoral ni sustrato moral dado el negro pasado que las arrastra y a las que, lamentablemente ahora acuerpan algunos vástagos de las paralelas libero conservadoras. Veamos al respecto el caso de Venezuela y Argentina.

La primera en donde 8 de cada 10  encuestados han dicho que votarán por Edmundo González y la segunda donde con tanto peronismo y asistencialismo arraigado, la gente votó por un desenfrenado liberal libertario, Javier Milei, quien en gran medida está causando grandes cambios en la mentalidad electoral y en la inducción política.

Después del derrumbe del campo socialista y sus estragos mundiales ha quedado la retórica socialista izquierdista; pero esta, al no tener ya mayores soportes en su discurso atávico preferencialmente hacia los desposeídos y más pobres, ha empezado a declinar, moviéndose el voto de izquierdas y ultraizquierdas hacia la derecha y la ultraderecha, cuyos ejemplos se desprenden de los procesos electorales nacionales y parlamentarios en Austria, Holanda, Alemania o la misma Francia.

Si en Europa una de las principales causas sociales más graves son la migración y la situación económica, esos mismos problemas enfrenta Asia y África, pero también Latinoamérica en su paso hacia Estados Unidos. A este respecto partidos políticos de derecha y ultraderecha vienen conquistando mayores adeptos ante la oposición a la migración ilegal, lo cual es defendido por estos como un asunto de defensa de Estado. Y, en realidad algo tiene esto de autenticidad, pues los análisis sociopolíticos arrojan una gran verdad, que si bien es cierto muchos migrantes viajan por necesidad, muchos de estos son manipulados y hasta impulsados a hacerlo por los propias izquierdas, como ha ocurrido con Cuba, Venezuela, Nicaragua y Honduras, cuyas personas lanzadas a la aventura ilegal y riesgosa, hasta reciben determinada ayuda de las izquierdas globales (Soros).

Europa con más vigencia evita al máximo la llegada de indocumentados africanos, pero Estados Unidos también lo hace con los latinoamericanos. Ambos partidos, Republicano y Demócrata, se agreden mutuamente en sus confrontaciones sobre este particular, y a pesar de que las administraciones liberales han aplicado determinadas políticas más abiertas a la migración, también han asumido posturas drásticas eventualmente.

En el caso del Partido Republicano y de su candidato Donald Trump, este ha manejado posiciones mas cerradas hacia la migración, aunque últimamente ha evidenciado referirse a los migrantes vinculados pero a aquellos con ligas al terrorismo, la delincuencia y el lavado de dinero.

Debe generarse, dentro de la aplicación del modelo económico liberal, una mayor comprensión y valoración del trabajo de mano de obra migrante, capaz de grandes aportes a las economías de las potencias, sobre todo en la mano de obra y en la recolección de los frutos y demás productos derivados de la Tierra.

El daño de las economías perforadas por el estatismo y la inoperancia trae graves consecuencias, desde España hasta grandes naciones latinoamericanas, las que, antes de la llegada del peronismo, del castrismo, del sandinismo, del chavismo o del zelayismo en Honduras, gozaban de excelente salud en el manejo de sus reservas, exportaciones e inversiones, lo que ha decaído en cada país al que ha llegado la izquierda o el socialismo.

De no mermar los gobiernos de izquierdas inoperantes y estatistas en Hispanoamérica, por esas cosas de la vida tan absurdas a veces,  el caos en la región sobrevendrá a borbollones, por lo que para que nuevos gobiernos posizquierdas  se consoliden en el Poder, deberán tener combustible suficiente en sus inteligencias emocionales, y una rica sabiduría milenaria administrativa, para limpiar la casa de verdad y empezar a poner orden más allá de los absurdos y estúpidos postulados de biblias socialistas y resentidas sociales, como el libro Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, cuyos daños siguen cometiéndose en millones de jóvenes que aún creen las sandeces dichas por su autor, incluso después de que él mismo se arrepintiera de haberlas escrito.

Ya los modelos liberales y conservadores tradicionales se agotaron en el tiempo, por las causas que hayan sido, a pesar de haber sacado a la región del feudalismo estacionario, no fueron capaces de renovarse y los tentáculos por la continuidad terminaron con ellos. Esa es en gran parte la gran final de las dictaduras, dinastías, caudillos de albarda y botas con olor a boñiga de vaca en sus palacios presidenciales, tras el derrumbe de sus sistemas obsoletos.

La izquierda como modelo de gobiernos regionales nació abortada, pero fueron capaces de recetarnos una ingente fauna de izquierdas y ultraizquierdas comunistas y socialistas a más no poder. Ese tour del fracaso ya lo vivimos: Estatismo atroz, Servicio Militar Obligatorio, Confiscaciones, Éxodo, Represión y Miseria Social desde España, Cuba, Argentina, Chile y Nicaragua. Nadie, ni muchos descendientes de esas fanáticas izquierdas generacionalmente aturdidas, quieren volver a vivir ese paraíso del infierno.

Otras fuerzas políticas como la social democracia o la democracia cristiana, han tenido ciertos éxitos en algunas naciones, pero la miopía política y la invisibilidad estratégica los hicieron caer en sus propias desgracias, como ocurrió con los expresidentes de Venezuela Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez al abrirle la gaza a Hugo Chávez o como Álvaro Uribe en Colombia, al no acabar con la guerrilla y terminar bendiciendo a Gustavo Petro.

El marxismo cultural se ha incrustado de diversas formas en el mundo entero desde la revolución soviética hasta la actualidad. A lo largo y ancho del siglo XX este a través de guerrillas en Latinoamérica cerebralmente orquestadas en Rusia y propagadas por el peón del Kremlin, Fidel Castro, pasando por el apropiamiento de la cultura por la izquierda, que contó por cierto con el abandono simultáneo del flojo empresariado y de un sector de la derecha, hasta llegar a la manipulación del lenguaje, debe también combatírsele como él lo sigue haciendo. -Léase Foro de Sao Paulo,  G2 cubano o socialismo del siglo XXI-.

Esta lucha por librarse de este nuevo coloniaje, edulcorado por la propuesta de un gobierno uniglobal y la agenda 20-30, solo el liberalismo clásico podrá ganarla. No hay ni más guerreros crepitantes ni más ideologías vencedoras que esta, por lo sólido de su pensamiento y por lo atractivo para los pueblos amantes de la libertad.

Esta batalla cultural por el restablecimiento democrático, que incluye en primera fila la salida de los  regímenes sobre todo del socialismo del siglo XXI, no debe contar con aliados provenientes de las izquierdas. Estos, hábilmente, se escudan en mensajes embusteros y manipulativos, diciendo que todo ataque a ellas viene a hacerle el juego «a la derecha criolla e imperialista pro Estados Unidos», lo que es una calumnia letal pero que por sí misma viene derrumbándose.

Dentro de esta manipulación verbal marxista cultural, cuyo contenido de palabras también parecieran haber sido confiscadas y diabolizadas, están palabras como la liberal o liberalismo por «neoliberalismo»; ajusticiar por «asesinar» etc.

La otra palabra con esquizofrenia gramatical por parte de las izquierdas es la «ultraderecha», asociándola ellos con las expresiones mas grandes del capitalismo (ese cuyos cimientos productivos el mismo Carlos Marx reconoció como altamente prósperos con relación a modelos económicos anteriores, pero que luego atacó dado su desmedido resentimiento social), y que en realidad no es una palabra mala, ni ofensiva ante la dignidad humana.

Ser ultraderecha no es ser fascista, ni caudillo ni déspota, como la han sido algunas izquierdas, sobrados socialismos y comunismos en general. Ser ultraderecha no significa encajarse en los postulados de Pinochet o de Stroessner, ni de otro general anticomunista, en la forma indecorosa que las izquierdas los han abordado destructivamente desde sus agitadas  verborreas. En todo caso ellos previeron la tempestad que se avecinaba con las brutalidades bélicas de Fidel Castro y sus guerrillas y quienes, como en el caso de Chile, legaron propuestas económicas que los gobiernos subsiguientes, social cristianos y socialistas, les han dado continuidad por lo efectivo que fueron.

El liberalismo como doctrina, plataforma y base social, apartado de los graves errores cometidos en sus diversas administraciones por sus cúpulas, sus pactos borrascosos, sus imposiciones dictatoriales, sus vestigios dinásticos, nepotismos y demás vicios de poder que han amamantado y exagerado tanta novelesca marxista, debe saber que no cuenta en una nueva etapa administrativa con esa caterva de vicios. De actuar así, con ese brillo de modernidad y emprendimiento ético incidirá además, potablemente, en las nuevas generaciones que propicien una nueva actitud para hacer de la política una ruta de la prosperidad social.

Ya demasiada sangre ha corrido junto al río y encima del asfalto. Lo pasado es historia que no debe ser borrada, para esa nueva era que requiere de un liberalismo gerencial viable, de  gobiernos limitados,  de salarios ajustados a la realidad, de hombres y mujeres que gobiernen con la razón y la pasión por apartarse de todo asistencialismo compra conciencias, desprenderse de la retórica y  falsa solidaridad prebendaria, abrirse a las inversiones locales y extranjeras y no aplicar las burdas políticas de impuestos elevados sino de propiciar limpiamente todas las facilidades a los empresarios para que estos generen empleos.

Entonces liberales de verdad, liberales emprendedores, liberales libertarios, liberales artistas intelectuales, liberales político partidarios, !a trabajar! solo así podrá la region competir con los tigres asiáticos y jugar en grandes ligas, como lo dicho por la  famosa celebridad gramatical que nos han vendido siempre: de ser en el caso de América, el continente de la esperanza.

El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional.