“Reflexionar acerca del lenguaje exige adelantarse en su hablar para establecer nuestra morada en él”
Martín Heidegger
El lenguaje construye al pensamiento, la forma de hablar define las realidades gnoseológicas y esto es más que un saber popular repetido por la sociedad, se trata de toda una rama de la filosofía desprendida desde Husserl, Heidegger y que toca entre otros a Wittgenstein y a Mauthner. En todos ellos encontramos una idea incardinada y no es otra que la concurrencia de que el lenguaje construye las formas del pensamiento, y existe un perfecto equilibrio entre el pensamiento que vela sobre la palabra.
Desde las óptica heideggeriana el logo es verdad del ser por esencia de la palabra, la verdad encuentra esencia en la verdad del ser, la palabra realiza al hombre, es inmanente a su carácter ontológico, en palabras de Heidegger: “El pensamiento es obediente a la voz del ser, busca la palabra a partir de la cual la verdad viene del lenguaje”, existe un sentido amplio en el lenguaje como soporte del pensamiento que además repercute en el contexto de la construcción del paradigma de la verdad, en la obra Ser y tiempo Heidegger establece la imbricación entre el lenguaje, el pensamiento y su vinculación con lo estrictamente humano, el lenguaje es entendido desde el ser, exigiendo ser visto como leyenda e incorporado en los acontecimientos, se explana desde el lenguaje su vinculación con la lógica abordada en la categoría y el significado de servir, es decir, el lenguaje ha de ser útil para comunicar emociones, ideas e implicaciones sintácticas y fonéticas en donde se pivota el pensamiento, el lenguaje es primario a la lógica del pensamiento, el lenguaje es un insumo para la validación lógica.
La palabra como instrumento de la lengua, apunta hacia el hecho de la significación del núcleo primario del lenguaje, buscando relaciones con la lógica, he allí un vestigio de Husserl quien influenciaría los aportes de Heidegger, el lenguaje en Husserl cumple un rol diádico, es doctrina de la significación y gramática especulativa. La óptica filosófica heideggeriana le confiere al lenguaje un espacio de pensamiento y de expresión autentica de los fenómenos, para comprender al ser y a su conciencia.
Entonces, el lenguaje es un fundamento ontológico, es la residencia del ser en sí mismo y por ende es el camino hacia el espíritu, la vía hacia la conciencia del “Unterwegs zur Sprache” (Camino hacia el ser), donde hay una relación inmanente entre la forma de hablar y el pensamiento, entonces puede también despersonalizar al ser si se limita su lenguaje, si se depaupera en su calidad y envilecer el espíritu, el lenguaje no es solo la forma de hablar, es un calificador del ser, un producto ontológico.
Sin la apertura ontológica el lenguaje queda limitado, clausurado a un conjunto de adjetivos que a lo más, admitirían un enfoque antropológico, el lenguaje le permite al hombre su apertura al ser, en una relación diádica lenguaje-pensamiento y lenguaje-ser, se puede a través del lenguaje, deconstruir y construir la realidad, tal aproximación es propia de Jacques Derrida, pues se deconstruye en sus partes aquello que se estructura por medio del lenguaje, se habla y se siente, se habla y se dice.
El pensamiento está impregnado de lenguaje, el lenguaje construye al pensamiento, dejamos de ser seres indescifrados gracias al uso del lenguaje y su aporte al pensamiento, esta cualidad es una expansión de la tesis de Hölderlin, volvemos a la afirmación, el lenguaje es la morada del hombre, de su ser.
En Venezuela hemos visto como el lenguaje ha dejado de morar en el ser, como exprofesamente se han eliminado formas gramaticales, coherencia sintáctica y por ende, se ha dejado naufragar al pensamiento como elemento inerte, incapaz de soportar cualquier posibilidad de establecer críticas y complejidades, avalando a la despersonalización y la descalificación como vías para el envilecimiento del espíritu, haciendo potable cualquier atropello al ser vaciado de significante.
Por otra parte, al escindir al lenguaje de su componente ontológico, también se le resta su cualidad teológica, quedando la palabra desprovista de su origen divino, el camino del lenguaje ha sido extraviado, impidiendo encontrar al ser, y por ende, suponiendo un proceso de olvido colectivo, de extravío masivo de la población. El venezolano cada vez habla con mayor precariedad, generándose un daño dicotómico, pues además de suprimir la cualidad inmanente de expresión se le impide a la sociedad extenderse hacia una dimensión de extensión ontológica.
Sin soporte ontológico, el lenguaje queda aislado, no construye pensamiento crítico y termina deviniendo en un conjunto empobrecido de una comunicación depauperada y de un pensamiento limitado, que implica indiferencia, olvido colectivo, hipnosis social y pobreza de la gnosis y del espíritu.
Como corolario, en nuestro país el ser este damnificado de lenguaje, no tiene la dimensión óntica, una residencia, y por ende su posibilidad de quedar expuesto a no construir cadenas de pensamientos válidos, generando un daño ulterior al escindir palabras como herramientas del lenguaje, e incorporar neologismos que propendan a la dominación, el control y el nihilismo frente al mal, el daño mayor de este rudo período de la historia es la laceración infligida a la lengua, al ser y al pensamiento, es decir la suma del daño antropológico, el homo saucius o enfermo, carente de todo significante.
“Dime cómo leer y te diré quién eres”
Martin Heidegger