OPINIÓN

El leguleyo limpia su trasero con la justicia

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

Fémina de arrabal e interesada aplicación retórica. Pareciera, pero no inclina actuar conforme a la moral. No es un acertijo y pocas veces acierta.

El acceso a la justicia, la solicitud de su aplicación ante las instituciones tradicionalmente relacionadas con ella [Poder Legislativo, fiscalías, tribunales, contralorías, defensorías de ciudadanos y gendarmerías] es una de las exigencias fundamentales en las sociedades civiles que buscan mantener bajo control al malviviente. Incluso, el pugilato político pre y poselectoral la tiene en mira de tiro, precisa abatirla. La encorva en nombre de su impartición, lo cual confiere rasgos de absurdidad a esa gesta emancipadora.

La vulnerabilidad de la justicia como concepto se debe a su letargo o casi nula respuesta, por estar a merced de leguleyos. No es gracioso observar a ciertos individuos mencionarla durante mítines de canallería, porque obvia es la intencionalidad perversa que apura aturdirla para hacerla su barragana. Quien nos lesiona aventajado por exhibirla arrodillada, logra prolongar un poco su impunidad, ahí donde lo expedito no existe. Una generación tras otra verá yacer culpable a exterminadores de gentes.

Las divinidades no tienen atribuciones fuera de la imaginación miedosa de los seres humanos. Sustancia la aplicación de justicia [mejor digo, su simulación] el sostenimiento en el poder de grupos delictivos que se relevan  usurpaciones cuando se han debilitado, o han envejecido. Los hombres sin ambiciones de mando lucimos ineptos para hacer respetar ese recurso universal que es principio de la estabilidad social, porque, aun cuando no seamos invención de fabuladores sino terrenales, sabemos que acordar su preponderancia implica legitimar la eliminación discrecional de personas y ello es tabú.

La importancia del leguleyo en sistemas de gobierno primitivos [una condenación de vieja data] fija límites al razonamiento científico-político-sociológico. Resignados, miramos y toleramos a ese tipejo arquetípico que limpia su trasero con el Concepto de Justicia. Tirándola en las esquinas, pervierte su respetabilidad e informa a curiosos sobre su licencioso reinado mundial. Su hedor es una advertencia que no conduce a ninguna parte. Es indiscutible que:

A.-  Sin justicia social los pueblos no pueden vivir en paz, ni evolucionan.

B.- Es necesario detener a los corruptos, saqueadores y exterminadores de pueblos para luego aplicarles la pena capital. Urge buscarlos en los países donde cometen atrocidades, porque el principio de charlatanería política-filosófica es insostenible.

@jurescritor