Rusia invade Ucrania. En Latinoamérica, Boric se juramenta; Petro concentra la votación de la izquierda colombiana; Ortega, Maduro y Diaz-Canel siguen al mando de sus países. Es el enfrentamiento entre democracia y autocracia que se está viviendo en diferentes escenarios, todos vitales para el futuro de la humanidad y entre nosotros vividos con toda la crueldad imaginable.
Una pelea vieja pero actual que aspirábamos no fuese eterna. Los balances comienzan a ocupar las mentes más brillantes del mundo. Algunos señalan que este enfrentamiento entre democracia y autocracia evidencia muchos errores, entre ellos el haber aislado a Rusia una vez derrotado el comunismo, en vez de intentar su integración y acercamiento a principios de la democracia liberal. Mientras tanto, China construye un modelo distinto basado en el autoritarismo, una mezcla curiosa de concentración de poder con crecimiento económico.
Acontecimientos que nos recuerdan el “largo telegrama de George Keenan” enviado al Departamento de Estado en 1946, en el que advertía lo que había aprendido como embajador de Estados Unidos en Rusia. Texto imprescindible de conocer, anunciaba el peligro que enfrentaba Occidente por el ataque proveniente del mundo de las autocracias, la movilización política en una nueva forma de estímulos al resentimiento y al odio hacia las democracias occidentales que se manifestarían hacia el futuro y que estamos viendo actualmente. Todo lo cual parecía coincidir con la metodología gramsciana, se puede ganar la guerra por diferentes formas y la más potente de ellas es debilitar la confianza de los ciudadanos sobre la trascendental creación humana que significa la democracia liberal. Rusia y China están ahí expresando culturas distintas, la autoridad, la concentración del poder sin limitaciones y la sumisión del individuo al Estado.
Esta arremetida de Rusia y el silencio de China predicen un nuevo orden mundial, pueblos que desconocen la primacía del individuo y su responsabilidad individual. Keenan escribía: “Se harán esfuerzos para acabar con la autoconfianza en la nación, debilitar medidas de defensa nacional, incrementar la agitación en la sociedad y en la industria, estimularán todas las formas de desunión: pobres contra ricos, negros contra blancos, jóvenes contra viejos, mujeres contra hombres, inmigrantes contra residentes. Todos planes para debilitar el poder de Occidente.
De allí la significación que conlleva la instalación de gobiernos inspirados en una filosofía destructiva de los valores occidentales, siempre aceptando que la democracia es un modelo capaz de autocorregirse, mirarse a sí misma y mejorarse y que es tan imperfecta como el ser humano, pero que siempre está en el camino de la autorrealización.
Entre nosotros la pelea continúa sin que lleguemos a grandes acuerdos y esta es la clave de nuestra incapacidad para salir a flote. Los liderazgos no encuentran la forma para construir una senda “un mensaje“ que permita incorporar a todos. Sabemos que tenemos grandes desafíos, hay que hallar el camino del crecimiento económico, aprender a utilizar a nuestro favor la existencia de recursos naturales en lugar de aflojarnos, tomar decisiones sensatas sobre cómo usarlos para resolver la crisis humanitaria, reforzar la reinstitucionalización del país, el respeto a los derechos humanos, el equilibrio de poderes y la gobernanza, en un camino para la reconstrucción de la democracia.
Es importante reconocer que estamos ante grandes peligros, todas las advertencias sobre las estrategias comunistas pueden instalarse en nuestro vecino país. Es el caso del candidato Gustavo Petro asumiendo el poder en Colombia. Crea una perspectiva de apertura de fronteras para la destrucción de los valores de la democracia liberal, que es lo más preciado que podríamos tener. Es oportuno y necesario comunicarnos con nuestros allegados de ese país, deben conocer nuestra versión del peligro que enfrentan, lo hemos vivido. Ya Petro ha anunciado que instalará una Bogotá roja, un territorio que elimine todas las resistencias para el asentamiento de formas autocráticas de poder tal como existen en Rusia y en China, países donde el individuo no es el corazón de la existencia humana y donde el objetivo del poder es controlar de forma totalitaria la vida de la nación. Nuestro liderazgo debe promover la unidad, la recuperación de la democracia, responsabilizarse en una estrategia de comunicación con nuestros vecinos sobre lo que podría pasar si Colombia y Venezuela, bajo la tutela de Petro y Maduro, implantan un corredor antihumanitario convertido en la pista de aterrizaje de Putin y sus aliados antiliberales. Sería el fin de nuestras posibilidades de recuperar la libertad. Dios nos salve.