Desde este combativo diario por la libertad y la democracia El Nacional dedico mi artículo en esta semana al Día del Periodista venezolano. A todos los escritores que desde Venezuela, Latinoamérica o cualquier parte del mundo recogen las noticias y opiniones libremente, a costa de represalias y persecuciones que las tiranías y gobiernos corruptos, no solo incomodados sino retados por estos luchadores, son puestos en evidencia, hasta colocarlos bajo la justicia de los hombres dignos.
Carabobo es producto de un largo camino de tensiones sociales, étnicas, religiosas, económicas y políticas que, bajo la inagotable creatividad y acción del pensamiento humano, se tradujo en aquel tiempo en la única forma posible de lograr la descolonización de América: las guerras de independencia.
Más de un siglo antes, pensadores europeos de la talla de René Descartes, John Locke, Montesquieu, Voltaire y Rousseau con sus ideas dieron herramientas de comprensión, construcción y avance a las sociedades. El pensamiento crítico, el análisis y método científico. Los derechos del hombre, la libertad, la igualdad. La creación de las instituciones y las leyes que reemplazarán monarquías absolutistas o despotismos ilustrados. El Estado organizado en poderes autónomos para regular y equilibrar los desempeños de los actores: del Ejecutivo, Parlamentario y Judicial. Era y sigue siendo la aspiración de la más justa y mejor organización posible, socioeconómica, política y cultural en la vida de las naciones.
Tales pensamientos y publicaciones se irán difundiendo en América; gracias a la labor y coraje de editores, periodistas y escritores. Diseminándose como viejas y nuevas ideas revolucionarias (que ante la realidad venezolana, cubana y nicaragüense de hoy urgen revisarse) hombres como Benjamin Franklin, Thomas Paine, Francois Dominique Toussaint, Juan Pablo Vizcardo, Francisco de Miranda, Simón Rodriguez y Bello, por mencionar algunos ejemplos, sirvieron como de transmisión de tales anhelos de cambio.
Multiplicidad de factores e intereses específicos de cada región fueron llevándonos a los inicios de las insurrecciones y confrontaciones para la gesta independentista anticolonial. En Norteamérica, las trece colonias darían un primer paso al sentirse estranguladas por el excesivo control, los abusos y taxes de la corona británica. Así se declaran como unión federada y república independiente (1776). La Haití negra, jugosa colonia francesa, saturada por el tráfico y explotación de hombres convertidos a esclavos bajo secuestro desde África, se sublevaba y liberaba (1791-1804). Estos desprendimientos iniciaban la formación de autogobiernos gracias a las contradicciones, confrontaciones y crisis en, y entre, los regímenes europeos. Cambios como la Revolución francesa (1789) comprobaron la maduración de conceptos de igualdad, justicia, derechos humanos y libertad frente a dichas monarquías. La invasión napoleónica a España abre una ventana única de oportunidad.
En el territorio rebautizado como “Colombia” bajo innegables influencias del pensamiento mirandino, ahora con Simón Bolívar al mando, se presenta como la suma de fuerzas tributarias patriotas el «Ejército Libertador» que, junto a aprendizajes estratégicos y organizativos en Carabobo logran imponer en 1821 la indetenible realidad del torrente libertario que se desbordara en toda América.
Para llegar a Carabobo tuvieron que pasar muchos años. Décadas previas de aportes de aquellos avanzados pensadores, periodistas y escritores que se enfrentaron más que a la incomprensión, a la intolerancia, al hostigamiento y persecución de los canallas de siempre. Los regentes de acomodos a los tiempos, entonces de colonias-esclavistas para explotación. Las riquezas extraídas eran sus simples y groseros propósitos. Enriquecimiento y poder a toda costa. Junto a dichas monarquías absolutistas o despotismo ilustrados se subyugaba al prójimo, y de época en época, los piratas, filibusteros, comerciantes de almas y mercaderías, daba lo mismo, bajo las patentes de corso y del tráfico humano toman hoy otras formas, pero en el fondo son lo mismo. La negación de soltar las amarras para la libertad de las naciones sometidas bajo su dominio. Las monarquías del siglo XIX en América tenían para entonces sus horas contadas por la indetenible ola independentista. ¿Qué pasará en estos tiempos del siglo XXI frente a las tiranías criminales?
La confluencia ideológica desde la ilustración del siglo XVII y XVIII fue el motor de los cambios que se iniciaron a más de un siglo de distancia de nuestra batalla de Carabobo de 1821. Lo que antes solo habitó en muy pocas mentes de intelectuales, por obra y gracia de los maestros del pensamiento y la escritura, los precursores de la libertad, se iría convirtiendo en realidad con las revoluciones (norteamericana, francesa, haitiana, venezolana) de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX.
Carabobo es nuestro particular ejemplo de cómo una Colombia en proceso de gestación desde la Nueva Granada y Venezuela fue más allá de la Quito ecuatorial, buscando consolidar al Perú y fundar a Bolivia. Así, recreando el sueño delineado por Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez de Espinoza con su prueba fehaciente de amor a la libertad de su patria al acudir a liberarla en 1806 a Coro, trayendo su gloriosa primera espada suramericana y la primera imprenta al suelo venezolano, ondeaba con el tricolor la bandera de la libertad de vida y pensamiento como irrenunciables elementos de la dignidad del ser humano. Se inicia desde entonces el nacimiento de lo que años más tarde sería Carabobo. Otra etapa después de mucho dolor, de mucho fracaso pero mucha resistencia y luego victorias.
Esta es la lección histórica de la necesidad de la unidad del propósito común, de la unión para lograr el objetivo, de la reunión de recursos, cesión del mando particular y aceptación del mando unificado bajo una comandancia superior. Carabobo es la disposición de estrategias y de fuerzas, en un mucho más amplio campo de batalla que solo Carabobo y la a veces necesaria lucha armada. Aquellos campos de batalla siguieron las ideas y los planes de los intelectuales preclaros, para alcanzar el verdadero triunfo: la emancipación sobre el colonialismo.
Es a Simón Bolívar a quien la providencia tenía reservado comandar ese puesto de honor en la historia. A ese mantuano caraqueño, huérfano de padre y madre, amamantado y arrullado por la esclavitud en su crianza. Perseguido por la desgracia de una inmediata y temprana viudez, junto a todas las vicisitudes de una vida posterior de sufrimientos y acechanzas de guerra revolucionaria. La pérdida de Puerto Cabello y la entrega de Miranda en 1812, con su huida para salvarse. Su regreso por la Nueva Granada, sus campañas y respuesta a las sanguinarias actuaciones realistas como el “Decreto de Guerra a muerte”. Logró liderar y controlar a decenas de recios oficiales como Mariño y Bermúdez. A Piar, general victorioso en San Félix 1817, plaza clave que proporcionó pertrechos, armas, alimentos para liberar junto a Angostura a la Guayana con su majestuoso y estratégico Orinoco, no logró hacerle entender. Piar, general insurrecto al comando central necesario de Bolívar tuvo que ser enjuiciado. El Libertador al ratificar el cumplimiento de su sentencia de muerte por fusilamiento, negó se le degradara de sus méritos, como valeroso combatiente. Desde Guayana, y antes de los congresos de Angostura en 1819, Bolívar ordenó fundar en 1818 el Correo del Orinoco, pieza fundamental para la expansión de la causa libertadora, dentro y fuera del territorio de Venezuela. Toda esa conjunción de factores, desde la liberación del Orinoco en 1817 a la creación del órgano oficial de información de la causa patriótica en 1818 hasta llegar a la batalla de Carabobo en 1821, refrendaron el triunfo de Venezuela y de Bolívar ante la más compleja y desafiante tarea que jamás tuvo dentro de la lucha libertaria: lograr la unificación del mando bajo su espada.
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