OPINIÓN

El largo camino al Gólgota

por Julio Moreno López Julio Moreno López

El agradecimiento es una carga, y todos tienden a librarse de ella

(Denis Diderot).

Existe un principio básico de la física que, si aplicamos a las vivencias personales, a aquello que se va desarrollando y enquistando a lo largo de nuestro devenir, resulta de una realidad apabullante. Y estoy seguro de que hay alguna forma de formularlo de manera académica. Si alguno de ustedes la conoce, ruego me la haga saber. En espera de que esto suceda, yo voy a enunciarlo de una forma coloquial que un cuñado que yo tenía solía emplear.

Señores, la mierda flota.

Es así. Así de escatológico y así de real. Por más que uno intente sumergir su mierda, por más que uno guarde la suciedad debajo de las alfombras, por más que uno entierre sus cadáveres, llega un día que el detritus sale a flote, la alfombra se levanta por accidente o con intención y la tierra se remueve, dejando al descubierto aquello que un día creímos oculto para siempre .

A fin de cuentas, ¿quién no tiene un cadáver bajo la cama? Bueno, los hay que tienen un cementerio. Yo, ni lo uno ni lo otro. Podríamos decir que tengo un tanatorio; una cifra medianamente aceptable de cadáveres que ya han empezado a oler, a descomponerse; que van soltando sus anclajes y empiezan a salir a flote en las oscuras aguas de la bahía.

¿Saben por qué ocurre esto? No sé si ustedes serán aficionados a las películas de la mafia. A mí me encantan, por afinidad. Siempre me he identificado con estos personajes, pero no con el jefe, con el cappo di tutti cappi, sino con estos soldados, mano derecha de don Vito Corleone y acólitos que pasan su tiempo apagando los incendios que estos provocan. Mandando a los muertos a dormir con los peces. En esta vida, por circunstancias o porque soy aficionado a los líos, me ha tocado ese papel en más de una ocasión.

Y lo he desempeñado con la diligencia del subalterno y la sabiduría del resolutor; pero esta resolución, por darse en ocasiones en circunstancias urgentes, no siempre es todo lo ética que podría ser deseable.

Miren, aquí no caben las buenas intenciones, no cabe esperar reconocimiento por los servicios prestados. Antes al contrario, alguien cercano te venderá, te entregará porque lastras su camino y le retrasas por la mochila que cargas a tus espaldas, y se buscará otra forma de limpiar la pelusa de sus rincones. Y el resolutor, como las bolsas de basura que se han llenado hasta el borde, pasará al contenedor, para poder comenzar a emplear una nueva bolsa.

Dejando a un lado ya las similitudes, queda clara una cosa. Si te arrogas el papel de viga maestra, si has decidido que vas a sostener el edificio que compone tu vida y la de los que te rodean, sobre todo los más débiles, no hay vuelta atrás. Si retiramos la viga maestra de un edificio, no podemos esperar sino el colapso y el derrumbe. Por eso, ese peso que soporta quien ha decidido o le ha tocado en suerte ser la parte fuerte, emocionalmente hablando, de un núcleo familiar, o de varios, es para toda la vida. Puedes retirarte en un momento dado, como el rey emérito o el papa Ratzinger, pero en primera instancia, el edificio se vendrá abajo.

Y en el lugar que ocupabas, bajo tus pies, la mugre que estaba oculta será utilizada como arma arrojadiza, sin pensar que esa mugre la ha generado tu esfuerzo por mantener a salvo a los tuyos, aunque, como es de esperar, hayas terminado fracasando.

Me voy a permitir darles un consejo. No se impliquen en causas perdidas solo por evitar el dolor de los demás; es un esfuerzo vano, un caso perdido. Al final, no lograrán evitarlo, porque siempre habrá quien esté dispuesto a levantar las alfombras. Y cuando eso suceda, nadie va a pensar en su dolor, como nadie piensa en el esfuerzo del muro de carga, porque quien siempre ha aparentado fortaleza, no causa preocupación.

Así pues, olvídense de la gratitud, olvídense del reconocimiento. Y lo que es mucho más duro, olvídense del consuelo. Carguen con su cruz, y cuando lleguen al Gólgota, extiendan sus brazos y dejen entrar los clavos. Al final, siempre habrá un consuelo, aunque sea morir en el intento.

¿Quién me defenderá de quien me quiere?

@elvillano1970