El mes pasado, el video de un evento en el Centro de Educación Islámica de Houston suscitó preocupación, pues los niños prometían lealtad al líder supremo iraní Alí Jamenei mientras cantaban: «Un día, cuando me necesites, seré tu mártir». En ese mismo mes, la Oficina de Protección de la Constitución de Hamburgo acusó al Centro Islámico de Hamburgo (IZH) de estar bajo el control de Teherán y pretender «exportar la revolución islámica». Aunque el régimen iraní es bien conocido por la sangre que sus representantes armados han derramado en el Medio Oriente—desde los hutíes de Yemen hasta Hezbolá de Líbano—, no debemos hacernos ilusiones: el largo brazo de Teherán en Occidente es real y las amenazas que plantea exigen mayor conciencia y vigilancia.
Irán, el principal Estado patrocinador del terrorismo, el antisemitismo y la negación del Holocausto en el mundo, nunca ha tenido problema en exportar su agenda y acciones violentas a Estados Unidos. El fallido complot de Teherán en 2011 para asesinar al embajador saudí Adel al-Jubeir en un restaurante en Washington también implicó posteriores atentados con bombas contra las embajadas de Israel y Arabia Saudita en la capital estadounidense. Una década más tarde, en Nueva York, cuatro miembros de una red de inteligencia iraní fueron acusados de conspirar para secuestrar a la disidente iraní-estadounidense Masih Alinejad como parte de un complot para entregarla a Irán. La detenciónreciente de un sospechoso con un rifle AK-47 que vigilaba la casa de Alinejad y los cargos de la semana pasada contra un agente iraní por un complot para asesinar a un antiguo asesor de seguridad nacional de Estados Unidos son sombríos recordatorios de los incesantes esfuerzos de Teherán por cumplir su campaña de terror en tierra estadounidense.
A esto se suma el atentado al autor Salman Rushdie. Mientras esperamos más información sobre los hechos y el atacante, este acto atroz no ocurrió en el vacío: justo la semana pasada el régimen iraní estuvo promoviendo su fatwa asesina contra Rushdie, quien ha recibido amenazas de muerte de Irán durante décadas. De hecho, Teherán celebró el apuñalamiento.
Europa también ha tenido su cuota de terrorismo iraní a lo largo de décadas. En junio, los servicios de inteligencia turcos e israelíes frustraron un intento iraní de secuestrar y asesinar a turistas israelíes en Estambul. El atentado de Hezbolá en 2012 contra un autobús en el aeropuerto búlgaro de Burgas mató al conductor y a cinco israelíes e hirió a 32 más. Dos décadas antes, agentes iraníes asesinaron a 4 disidentes kurdos en Berlín por orden del líder supremo y presidente iraní de la época. Por ello, no es de extrañar que las autoridades alemanas vigilen de cerca las organizaciones y redes vinculadas a Irán, entre ellas la IZH de Hamburgo. En junio, las autoridades alemanas ordenaron a Seyed Soliman Mousavifar, jefe adjunto del IZH, abandonar Alemania antes de 3 meses debido a sus contactos con organizaciones terroristas. Ese mismo mes, el comisionado de Antisemitismo de Hamburgo, Stefan Hensel, pidió el cierre del IZH.
El historial de Irán en América Latina es otra prueba de que Teherán y sus representantes no discriminan a la hora de atentar contra vidas inocentes. Los atentados de Hezbolá contra la Embajada de Israel en 1992 y el centro comunitario judío AMIA en 1994 en Buenos Aires siguen siendo los peores atentados terroristas en la historia del país; solo en este último murieron 85 personas y más de 300 resultaron heridas. Desde entonces, Irán y sus representantes han ampliado su presencia en la Triple Frontera de Argentina, Brasil y Paraguay, dedicándose a la evasión de sanciones, el narcotráfico y el lavado de dinero.
Los sospechosos patrones de vuelo y tripulantes —vinculados al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI)— de un avión de carga iraní convertido en venezolano que las autoridades argentinas inmovilizaron el 8 de junio proporcionan más pruebas de que Teherán ha pasado las últimas tres décadas fortaleciendo sus redes ilícitas en la región. La solicitud del Departamento de Justicia estadounidense del 2 de agosto para que las autoridades argentinas incauten el avión —que era propiedad de la sancionada Mahan Air de Irán hasta su entrega a la empresa estatal venezolana Emtrasur en enero— es un paso positivo para aplicar las sanciones y las leyes de control de las exportaciones impuestas por Estados Unidos.
Estados Unidos debe permanecer atento no solo a los posibles complots terroristas que los agentes y representantes iraníes podrían llevar a cabo en suelo estadounidense, sino también a las instituciones y redes a través de las cuales Teherán intenta reclutar simpatizantes y establecer centros logísticos. La red de centros culturales, instituciones educativas, medios de comunicación y editoriales que Irán ha creado en América Latina, así como las conspiraciones antisemitas y campañas de desinformación antiisraelí que difunde el canal de propaganda en español de Teherán, muestran la paciente y siniestra estrategia del régimen en las Américas.
Mientras se reanudan las negociaciones nucleares en Viena, la comunidad internacional sigue implementando una serie de sanciones destinadas a limitar la nefasta actividad iraní (y de sus agentes). Pero es necesario prestar atención a acciones menos evidentes fuera del Medio Oriente, en los mismos países que se sientan en la mesa de negociación. Las conspiraciones asesinas del régimen iraní y la impunidad de la que han gozado sus agentes, representantes y cómplices locales en Europa y América durante las últimas cuatro décadas requieren un esfuerzo concertado para mantener el largo brazo de Teherán alejado de las víctimas inocentes que tiene en la mira. Las autoridades deben vigilar de cerca los intentos de Teherán de crear redes locales de seguidores y reclutar simpatizantes para la campaña de terror del régimen.
Jonathan A. Greenblatt es director general y nacional de la Liga Antidifamación (@ADL_es).
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