A primera impresión es un personaje mítico, trajeado de paltó y corbata con un peculiar casco de piloto de autos de carrera. Posa para la fotografía a un lado de un estrambótico automotor diseñado para competencias. Se aprecia también algunos anuncios estampados en el vehículo, patrocinios como La Esfera, el diario El Nacional, Aceite Superoil y Cauchos General Venezolanos, entre otros.
Este hombre es reconocido en Barquisimeto como campeón y connotado corredor de autos, pero también como uno de los mejor mecánicos de su tiempo: Marcelo Barráez, junto a su automóvil, Ford Coupé 1941, con el cual se inició en marzo de 1949, ganando el Premio Central de Venezuela, lo cual le concedió méritos para representar su país en la carrera automovilística Grancolombiana en 1950.
Su ardiente determinación lo condujo a participar en varias competencias internacionales, entre la más importantes está el Premio Gran Mariscal de Ayacucho, que partió desde Quito hasta Caracas, del 20 al 29 enero de ese año 1950. Para la intrépida justa, el propio Marcelo Barráez acondicionó un Ford Coupé.
En representación de Venezuela y por sus méritos deportivos a Barráez le correspondió salir de segundo. Ganó la primera etapa Quito-Pasto; también llegó primero en la segunda etapa Pasto-Cali. En la tercera etapa lo sorprendió el destino al incendiarse el carro por la cantidad de gasolina extra que llevaba en su interior.
En la última etapa Valera-Caracas, en la curva del Rotary volteó el vehículo, en donde aparte de abolladuras se despedaza el parabrisas. Fanáticos del evento ayudan a Barráez a enderezar el automotor y le obsequian unos lentes para que pudiera completar el tramo llegando de 21° en la clasificación general de los 83 automotores que partieron desde Ecuador.
En esa época de mecánica nacional también corrieron Carmen Guevara «Doña Barbara», también larense patrocinada por el diario El Nacional; Germán «Tarzán» Hernández (Trujillo) y Manolo Linares (Lara), que representaba los colores de la línea de Libres «2777». Luis Duque también compitió, pero en carreras nacionales.
La odisea de 1954
Aquella mañana del 31 de octubre de 1954, Barráez partió a la 6:03 am, en el séptimo lugar desde la avenida La Paz, pero rápidamente fue adelantando a sus compañeros de competencia desarrollando una velocidad de 130 kilómetros por hora para llegar en primer lugar de la etapa Caracas-Coro, realizando su entrada triunfal a las 10:40 am, cubriendo un trayecto de 543 kilómetros con tiempo total de 4 horas 37 minutos y 44 segundos.
Esta competencia automovilística Caracas-Coro Palmarejo-Caracas, denominada Premio Doña Flor Chalbaud de Pérez Jiménez en la Categoría Mecánica Nacional, fue una gran hazaña reseñada por varios medios de cobertura nacional e internacional y en varios idiomas.
Pisándole los talones al Cadillac modelo 1939, de 327 hp, marcado con el número 22 de Barráez, pasaron la línea de llegada: Fernando Segovia, con el número 14; Pedro J. Puerta con el 25; Ramón López con el 35 y Germán «Tarzán» Hernández con el 38.
Pese a su talento e inquebrantable voluntad de ganar la segunda etapa del tour automovilístico, el 22 de Barráez presentó fallas en la caja de velocidades antes de iniciar la carrera. Entra en desesperación al tener que empujar su vehículo tras la orden de los jueces de que debe partir. Se estaciona y comienza a reparar la avería con la premura del momento, retrasándose una hora y 36 minutos. No se rinde hasta lograr su cometido.
Enciende el auto y se incorpora nuevamente a la prueba logrando llegar a la meta de la avenida La Paz de El Paraíso en la quinta posición. Ese día, a su llegada, Marcelo Barráez fue cargado en hombros por la multitud que aplaudía con frenesí. Para ellos, era el verdadero ganador por las adversidades que superó. Lágrimas profusas y una sonrisa increíble se dibujaron en el rostro de este piloto larense. Lo premian no solo con muestras de cariño sino con un gran trofeo y otros reconocimientos.
Los jueces analizaban y comentaban estupefactos los tiempos de Barráez (9 horas 53 minutos y 45 segundos) y Tarzán Hernández (8 horas con 34 minutos y 18 segundos), el ganador de la segunda etapa de la carrera.
Obviamente el larense Barráez hubiese ganado la carrera con un tiempo total de 8 horas 17 minutos y 45 segundos de no haber perdido aquel tiempo valioso, no obstante, los medios de comunicación lo nombraron Héroe Sentimental y su fotografía en primera plana de los principales periódicos del país como El Nacional, El Universal y El Impulso de Barquisimeto, circularon por varios países y dos continentes.
La leyenda larense del automovilismo, cuya intrépida carrera había iniciado con tan solo 20 años, sería exaltado en el Salón de la Fama el 2 de octubre de 2005, tras propuesta efectuada por el Instituto Nacional del Deporte del estado Lara, el 10 de junio de 1988.
Estuvo activo durante 10 años consecutivos, participando en un sinnúmero de competencias tras el volante, y ya retirado del automovilismo se dedicó a acondicionar y modificar vehículos en su taller de la Carrera 16 entre calles 34 y 35 Número 34-67, teléfono 2707, frente a la conocida plaza San Juan, cuyo aviso lumínico era único en la zona y alumbraba varias cuadras del remoto Barquisimeto.
Su pasión -aparte de la mecánica-, era asesorar a los jóvenes pilotos y no se cansaba de relatar sus proezas en tercera persona para no pasar por petulante. Había nacido en el desértico pueblito de Baragua, del hoy municipio Urdaneta, el 9 de abril de 1924. Desposado con Obsirena del Carmen Herrera, de cuya unión nacieron 12 hijos. Falleció de un ataque al corazón en Barquisimeto el 8 de junio de 1987.
La transmisión del Tramo Barquisimeto
Desde lo alto del monumento el Obelisco la emisora Radio Barquisimeto hizo sus transmisiones del paso por Barquisimeto de los autos de la célebre competición Caracas-Coro Palmarejo-Caracas.
Los periodistas Rodrigo Orellana, Elides J. Rojas, Cheché Cordero y el radiodifusor Ramón Ramírez se encargaron de la narración y comerciales.
El grito de Ramón Ramírez, a quien en el medio de los comunicadores sociales apodaban «Poncherita», era «¡¡¡Coche a la vista!!!», «¡¡¡Marcelo no forces la máquina!!!» cuando las máquinas entraban a la famosa recta Padre Diego, luego de sortear las 80 curvas y recodos de la vieja carretera Carora-Barquisimeto.
«Nunca se supo si esos profesionales del micrófono veían los autos desde lo más alto del Obelisco o eran simples trucos de la publicidad», apunta el periodista Alexis Orellana. Lo cierto era que solo ellos estaban en lo más alto del mencionado monumento de concreto.
Mario Medina, y el señor Colina eran los operadores técnicos de Radio Barquisimeto durante sus escuchadas transmisiones.
Los arreglos de Barráez
Juvenal Segundo Barráez narra con acentuado fervor que Marcelo Barráez, su padre, había diseñado un sistema enfriamiento para los frenos de su carro de carreras y consistía en unas trompetas de música por donde entraba el aire que era conducido por mangueras hasta las bandas. En la boca de las trompetas tenían mallas para evitar la introducción de insectos.
En cuanto al sistema de combustible, el automotor aparte de disponer de un tanque de 120 litros tenía otro interno con capacidad de 80 litros. Tenía instalado dos carburadores de 4 bocas cada uno.
El sistema de lubricación radicaba en un tanque de 40 litros que era revisado por el copiloto a través de un reloj que, al ver su descenso, le inyectaba aceite al motor y lo reciclaba, garantizando la viscosidad. La inyección de aceite y gasolina, se hacían sobre la marcha, pues los carros no podían detenerse para no perder tiempo.
También llevaban siempre varios bidones de agua y seis cauchos de repuestos, que al estallar o desinflarse eran cambiados rápidamente.
El vehículo era hidromático, lo cual era una desventaja frente a los otros cuyas cajas eran sincrónicas, permitiéndote recortar con velocidades y no utilizar tanto freno. La destreza de Barráez radicaba en su oído agudo.
Fotos: Archivo de Juvenal Segundo Barráez
Fuente: Entrevista a Juvenal Segundo Barráez Herrera, hijo del afamado piloto, y al periodista Alexis P. Orellana L.
Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Barquisimeto Historia Privada. Caracas 1959. Pág. 237.
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