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El laberinto de Atlas

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Este texto puede llevar alguna carga de optimismo. Pero más que eso, lo que trato de desprender son unas realidades a las que no podemos sustraernos.

Voy a hacer una analogía mitológica para abordar el tema militar venezolano antes, durante y después de la revolución bolivariana.

Como Atlas en la mitología griega, este fue destinado en la titanomaquia a enfrentar a los olímpicos en la guerra. Cuando fueron derrotados, Zeus condenó a Atlas a cargar con todo el cielo muy cerca del jardín de las hespérides. Los titanes contra los olímpicos, encabezados por Atlas llevaron la peor parte después de la derrota.

El rol de los militares venezolanos en la llegada de la revolución bolivariana al poder fue fundamental, lo ha sido en su permanencia y lo será en el desenlace que llevará al cambio político. Esto último es impepinable. Pero… siempre hay un pero y en este caso, con más razón.

El teniente coronel Hugo Chávez arribó a la presidencia de la república, montado sobre una ola emocional levantada nacionalmente por un golpe militar el 4 de febrero de 1992. De allí al poder por la vía electoral, el 6 de diciembre de 1998, solo mediaron la alineación de todas las fuerzas oscuras de la sociedad, en una conspiración en la que surgieron a cielo abierto, todos los sayones que empujaban por un cambio político por encima de todo beneficio democrático inventariado desde 1958. Hasta ese día, los uniformados venezolanos eran aun apolíticos, obedientes y no deliberantes en la letra de la carta magna. Con bastante anticipación – quizás desde 1983- los militares hermanados con una yunta de civiles despejaron el camino para que el voto consolidara lo que la bota había ayudado. Algo así como que los notables militares –los titanes de la espada– amarrados con los notables civiles –titanes de la academia, la intelectualidad, las letras, los medios, la cultura, etc.- le fueron limpiando el camino a una opción que barriera con todos los olímpicos que construyeron la democracia a partir de 1958. ¿Se entiende la analogía?  ¿No? Sigamos.

El cambio político vendrá a Venezuela en algún momento. No hay mal que dure cien años. Y uno de los actores principales en ese cambio lo será la Fuerza Armada Nacional. Si, esta, la actual. La que encabeza actualmente el general en jefe Vladimir Padrino López y el impresentable cuerpo de generales y almirantes que hacen cúpula en la institución armada venezolana. Padrino López o quien esté en la butaca ejecutiva del quinto piso de la colina Gato. A través de cualquiera de las potenciales opciones de cambio, presentes en el tablero criollo. En algún momento esa ocasión llegara y allí estarán de primeros chicharrones, los militares venezolanos, de protagonistas y ocupando un espacio. Eso no se puede borrar con el estómago ni con el corazón. Esa es una realidad de prospección. De escenario.

Y entonces, después que la nave democrática haya pasado de los turbiones de la ingobernabilidad, con los aguaceros de la inestabilidad política, características de un gobierno de transición como el que lo será a la venezolana. Con la población armada, con la delincuencia común empoderada territorialmente, con los colectivos paramilitares con tareas de recuperación del poder para la revolución, con la guerrilla colombiana ejerciendo soberanía con la Nueva Marquetalia en varias zonas importantes del interior, con un sector radicalizado de la FAN tratando de capitalizar la violencia; en ese momento, algún sector de la sociedad venezolana cuestionará ¿Qué vamos a hacer con la FAN después?  ¿La eliminamos? ¿la reducimos? ¿La cambiamos?  Y allí empezamos propiamente, a comprender la analogía con la mitología, con Atlas, con los titanes y con los olímpicos. Y, sobre todo, con el castigo para Atlas.

Solo para referencias y para información. Y, en particular porque en una etapa post revolucionaria, en algunas propuestas de opinión siempre péndula esa tesis de la eliminación de la FAN. Reconocidos internacionalmente existen 193 países; de ellos 15 no tienen fuerzas armadas. Ellos son Andorra, Dominica, Granada, Kiribati, Liechtenstein, Islas Marshall, Micronesia, Nauru, Palaos, Islas Salomón, Samoa, Santa Lucia, San Vicente y Las Granadinas, Tuvalu y la Ciudad del Vaticano. Y hay seis países sin ejército permanente, pero con fuerza militar limitada. Allí están Costa Rica, Islandia, Mauricio, Mónaco, Panamá y Vanuatu. Solo para contribuir en la pulcritud y la consolidación de este planteamiento, y despostarlo de la emocionalidad que se arrastra por el momento político en Venezuela, valoren ubicación geoestratégica de estos países, importancia política, potencial y riqueza económica, vecinos, conflictos limítrofes, superficie en kilómetros, y número de habitantes. Contrasten esos ítems con Venezuela y saquen sus propias conclusiones. Y, por último, el tema de seguridad y defensa de esos países es asumido a través de convenios suscritos con organismos internacionales militares, con tratados de defensa mutua, o simplemente se acogen a la defensa y protección del alero de otro estado. De manera que la desmilitarización completa, es falsa.

Como Atlas, cuando haya un cambio político en Venezuela, sea a través de unas elecciones presidenciales, por un referendo revocatorio, por una renuncia forzada por una explosión social o por un golpe de estado, por una intervención internacional o por una ausencia permanente; los militares, tendrán también un rol protagónico de primer orden en el desenlace y salida de la revolución bolivariana, y después, se llevarán la peor parte cuando haya control de daños y establecimiento de responsabilidades. Como ahora con la revolución bolivariana que están arrastrando un palmarés de desprestigio histórico, la FAN en la Venezuela del cambio político no podrá sustraerse del dedo acusador de los venezolanos. El Zeus de la sociedad civil los condenarà a cargar por la eternidad, sobre sus hombros con el cielo de la democracia muy cerca del jardín de la constitución nacional y levantando de nuevo las banderas de la libertad, la independencia, la soberanía, la vigencia del Estado de Derecho, la paz y la unidad nacional.

En ese laberinto político y militar está actualmente la Fuerza Armada Nacional. Es difícil que los militares dejen de tener un rol primordial en la historia de Venezuela. No se puede borrar tendenciosamente de un plumazo emocional, su participación fundamental en 210 años de historia republicana. Con los aciertos y pifias, desde el 19 de abril de 1810, el 5 de julio de 1811, el 15 de febrero de 1819, el 24 de junio de 1821 fueron fechas de conjunción civil y militar, posibles porque las ideas de libertad, independencia y soberanía para la construcción de la nación venezolana privaban por encima de la pluma y la espada, como medios de combate en el estrado y en el campo de batalla.

Habrá un después en el cielo de la esperanza y la fe de los venezolanos. Y esa cúpula celeste la seguirá sosteniendo sobre sus hombros, en el futuro de la democracia, de la constitucionalidad, de la vigencia del estado de derecho, de la libertad, de la independencia, de la soberanía, de la paz y de la unidad nacional y del futuro de Venezuela, el Atlas uniformado que representa la Fuerza Armada Nacional. Será el castigo mitológico para los militares.

No se puede tapar el sol de los cuarteles; ni el de la historia con un dedo. Ni el cielo político del futuro de Venezuela.

La historia de Venezuela está destinada; a la fecha, a que el titán del vivac, de la media bota de campaña y de la bayoneta, la siga construyendo en contribución con la sociedad civil, hacia el futuro, y luego la cargue sobre sus hombros. Como siempre.

Que cada uno recoja lo que el texto desprende de optimismo para la fe y la esperanza, en un momento donde parece que el juego político está trancado; pero también, que no deje de lado las realidades.

 

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