“Lo más sabio es el número y lo más hermoso la armonía” Pitágoras
En la Antigüedad las enseñanzas eran trasmitidas por medio de enigmas y símbolos, estos conocimientos estaban destinados a ser compartidos con reducidos grupos de individuos que, siendo iniciados dentro de una orden secreta estaban facultados para el accesoal conocimiento y su posterior divulgación. En tan remotas épocas se consideraba que la verdad no podía ser ofrecida a todos; el camino hacía ella debía ser solo para los que gracias a su esfuerzo merecieran tal distinción. A lo largo y ancho del mundo se gestaron sabidurías que buscaban explicar lo fenomenológico y lo científico; el misticismo es una de las ramas del saber que exploró la relación de lo divino y lo humano, razón por la que es materia de discusión y estudio hasta nuestros días.
De acuerdo con las enseñanzas pitagóricas el alma es inmortal, esta en distintos periodos regresa a la Tierra trasformada en diferentes seres vivos; esto indica que ninguna existencia es completamente nueva y, que la totalidad de las formas de vida están conectadas o en cierto modo emparentadas unas con otras. El cuerpo es un habitáculo donde reside la esencia vital, un vehículo por el que desde un plano corpóreo podemos evolucionar; el organismo es un nicho en el que se encuentra aprisionado el espíritu en procura de su purificación,hasta finalizar el ciclo de la reencarnación. Esta convicción tiene una clara influencia del concepto budista y su idea del Karma, conexión que se manifiesta en los ideales de Pitágoras (c. 569 a.C.- c. 475 a.C.), quien animaba a seguir una vivencia honesta y vinculada al por el zoroastrismo: la dualidad del bien y del mal, todo lo que existe proviene de la colisión de estas dos fuerzas. Los discípulos de Pitágoras antes de dormir tenían la instrucción de hacerse tres preguntas: ¿qué he hecho correcto?, ¿qué he hecho incorrecto? y ¿qué he omitido hacer?
Con irrefutables pruebas se puede afirmar que en el presente la inmensa mayoría de personas carecen de autocrítica. La sistematización de la existencia obstaculiza la evaluación constante de nuestro proceder y la abstracción del pensamiento, procesos necesarios para lograr la reflexión. Despierta preocupación la cada vez más frecuente divergencia entre lo ético y lo práctico; la búsqueda de resultados a toda costa ha socavado los principios morales que habían de una u otra forma mantenido un equilibrio entre lo vil y lo virtuoso más allá de los preceptos del Maniqueísmo.
Una consciencia plena que sea cimentada en lo justo, lo noble y lo colectivo, va a permitir que como individuos alcancemos un esquema que combata a una de las amenazas que se cierne sobre el hombre contemporáneo: el excesivo individualismo, estoha convertido al ser humano en un ente desprovisto de algunas características que fueron imprescindibles para el progreso de nuestra especie, el sentido de la comunidad y la identidad grupal. Con mucha dificultad podremos salir adelante si no prestamos atención a las ominosas carencias con las que millones de conciudadanos son lastrados, para obtener una auténtica recuperación del país es imperante que el sustento de cada venezolano sea digno, posibilitando así que a mediano plazo cada quien tenga una visión de progreso gracias a su trabajo y, reconvirtiendo su empeño en logros y no en una solución a la inmediatez o supervivencia.
Urge una nueva construcción de modelos socioculturales en los que el bienestar individual sea interpretado como una importante pieza del engranaje y que este, sumado a otros de igual favorable condición, va a generar un potencial capaz de combatir los estragos que corroen a la sociedad global. Mientras persistan los nefastos arquetipos de diferenciación y que se siga asumiendo el logro económico como indicador de satisfacción y superación en desmedro de los valores, seguiremos observando el fracaso social y el periplo a la ruina como nación será irreversible.
Para afrontar lo retos que se presentan en la actualidad debemos despertar del letargo e instaurar un sistema de racionalidad en el que comprendamos a cabalidad que estamos desarticulados o separados por patrones ajenos y que estos no se corresponden a la esencia de nuestro origen bien sea biológico o creacionista; científicamente está demostrado que no existen razas de seres humanos, el hombre es uno solo.Para quienes nuestra presencia en el planeta es producto de la obra de un ser omnipotente y superior no puede haber cabida de que “mi fe” es la verdadera y por consiguiente debe prevalecer o ser impuesta al otro.
Desde las religiones cristianas se ha instruido preceptos como la bondad, la equidad, el discernimiento y principalmente en que nuestras acciones nos van a otorgar un lugar en el espectro celestial o por el contrario, resultarán en una condena alejados del lado de Dios. Es por esto que resulta paradójico que esos pilares parecieran no haber permeado efectivamente a millones de cristianos y, que exista una profunda crisis en los senos de las distintas iglesias, parece que se ha olvidado un valor fundamental: el amor al prójimo.
Al extrapolar el ideario de San Agustín de Hipona (354 d.C.- 430 d.C) de que Dios en su obra dispuso que todo estuviese suscrito a lo bueno y que lo malignoes la ausencia del bien y no una realidad en sí misma, nos conduce a afirmar que el mal es una consecuencia del debilitamiento de la virtud.
Nuestro país exige un reordenamiento de las estructuras económicas, educativas, judiciales, sanitarias, políticas y con mayor importancia,del tejido moral. Debemos impulsar nuevos paradigmas que sustituyan a los modelos de hoy, espejos ala máxima expresión de la decadencia y mediocridad de nuestra penosa realidad. Si aspiramos a una mejor Venezuela es oportuno exigirnos y exigir un estado de bienestar que tenga su origen en la vigencia de la ética y la corresponsabilidad. Es propicio evaluarnos diariamente como lo hacían los seguidores de Pitágoras, ¿qué he hecho correcto?, ¿qué he hecho incorrecto? y ¿qué he omitido hacer? Cada uno de nosotros puede ser una palanca para una transformación y la ruptura definitiva con el Karma atroz de la decepción.
@EduardoViloria
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