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El Islam, bajo juicio en la India

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A principios de enero, el Tribunal Supremo de la India confirmó la directiva de un tribunal inferior de unificar quince demandas de activistas hindúes que reclaman el derecho a investigar la posible existencia de lugares de culto sagrados del hinduismo bajo la mezquita Shahi Eidgah en Mathura. El Tribunal subrayó que la medida beneficia a todas las partes, al evitar que se multipliquen los procedimientos y reducir el riesgo de sentencias contradictorias. Pero en un plano más básico, parece haber una intención del Tribunal de proteger la estabilidad judicial y evitar la escalada de tensiones, en un momento de proliferación de disputas religiosas.

La India está llena de mezquitas fundadas en los períodos de dominio islámico que se extendieron aproximadamente entre los siglos XI y XVIII. Muchos indios creen que los gobernantes musulmanes (incluido el imperio mogol) levantaban a propósito mezquitas en los sitios de templos y santuarios hindúes saqueados y destruidos. Es un tema delicado de la política india, motivo de intensas pasiones que una familia de organizaciones llamada «Sangh Parivar» (asociada a la causa nacionalista hindú hindutva) ha procurado atizar.

En las cuatro primeras décadas que siguieron a la independencia, la cuestión se mantuvo en segundo plano. Pero en los años ochenta la tensión se intensificó al surgir un movimiento popular para reclamar el «Ram Janmabhoomi» (lugar de nacimiento del dios hindú Rama) en Ayodhya. Tras una larga campaña de agitación, en diciembre de 1992 una turba de fanáticos hindúes destruyó la mezquita Babri del siglo XVI.

En 2019, después de un largo proceso judicial, la parte hindú obtuvo permiso para erigir un templo en el lugar sagrado (que fue consagrado el año pasado), mientras que a los musulmanes se les concedió un terreno simbólico de cinco acres en otro lugar para construir una nueva mezquita. Es decir, se resolvió a favor de los culpables una disputa de tierras que incluyó la destrucción criminal de propiedades. La sentencia también exigió que se respetaran los sentimientos religiosos de los hindúes (al parecer, incluso en detrimento de los sentimientos religiosos de las minorías). Pero los perdedores del caso (los musulmanes de la zona) mantuvieron la calma.

Para la mayoría de los musulmanes indios, estas disputas no tienen que ver con mezquitas individuales, sino con su lugar en la sociedad india; y la destrucción de la mezquita Babri se sintió como una traición al pacto fundacional de la democracia pluralista de la India. Pero los musulmanes también esperaban que con la restauración del Ram Janmabhoomi obtendrían paz, al cerrarse una disputa que había envenenado las relaciones entre ambos credos en todo el norte de la India durante una generación y ponerse punto final a los intentos de restaurar importantes templos hindúes supuestamente destruidos por los mogoles.

No fueron tan afortunados. Para los chovinistas hindúes, la decisión respecto del Ram Janmabhoomi fue un triunfo de la reinterpretación hindutva de la idea nacional india. En vez de saciar su apetito por destruir mezquitas, la sentencia del tribunal lo intensificó.

La mezquita Babri quedó explícitamente excluida de la Ley de Lugares de Culto (Disposiciones Especiales) aprobada en 1991 para impedir que surgieran más movimientos como el de Ayodhya. El objetivo de la ley es mantener el carácter religioso de todos los lugares de culto de la India tal y como se encontraban el 15 de agosto de 1947 (al momento de la independencia), para lo cual prohíbe la conversión de lugares de culto y cualquier procedimiento legal relacionado.

Pero hacer valer esta ley se torna difícil, a pesar de las disposiciones explícitas que contiene. Por ejemplo, en 2022 un tribunal autorizó una teleinspección de la mezquita de Gyanvapi en Benarés, y el resultado fue una andanada de pedidos similares en relación con otras mezquitas. Los demandantes argumentan que la ley, al impedir que los tribunales entiendan en casos relacionados con el carácter religioso de los lugares de culto, restringe el acceso a la justicia. Esto ha alimentado debates sobre su constitucionalidad y su impacto en los derechos de personas y comunidades.

William F. Buckley escribió que los conservadores «se plantan frente a la historia y le gritan “detente”». Pero los nacionalistas hindúes de la India le dan a la historia una orden diferente: «¡vuelve atrás!». No lo hacen por reverencia al pasado, sino por el deseo de usar la historia para remodelar el presente. Como reconoce el Tribunal Supremo, si se descubre que una mezquita impugnada se construyó sobre un templo demolido, inevitablemente surgirán demandas para que se lo reconstruya. Y cada templo reconstruido será un ladrillo en la creación de una nueva versión hindutva de la India.

Se ha abandonado ya el ideal de coexistencia interreligiosa, y los musulmanes han quedado al margen de la narrativa nacional. Las celebraciones de Ayodhya, con claro involucramiento del primer ministro Narendra Modi y de la maquinaria estatal, fueron un paso de gigante hacia la declaración de una religión de Estado. Un «Hindu Rashtra» se está construyendo ante nuestros ojos.

La historia ha sido muchas veces terreno de disputa en la India, pero el renacimiento actual de enfrentamientos históricos es un mal presagio. Con su decisión de unificar los pleitos de Mathura, el Tribunal Supremo ha dado un paso para frenar esta tendencia. También ha impedido a los tribunales inferiores admitir nuevas demandas por lugares religiosos (en particular, contra mezquitas y dargahs supuestamente construidas sobre las ruinas de templos) y dictar órdenes sobre casos pendientes.

Pero el Tribunal Supremo debe ir más allá. Sustituir viejas mezquitas por nuevas versiones de templos antiguos no es corregir viejos errores, sino perpetrar otros nuevos. Las cicatrices borradas se tornan heridas abiertas. Si el poder judicial no pone un firme freno a estas disputas, tal vez los musulmanes empezarán a resistirse. Una nueva oleada de violencia intercomunitaria no hará más que engendrar nuevos rehenes de la historia, y a las generaciones futuras se les enseñarán otros agravios que reparar.

El movimiento hindutva se complace en usar la historia como carne de cañón, pero su obsesión por revertir el pasado pone en peligro el futuro de la India.

Traducción: Esteban Flamini

Shashi Tharoor, diputado por el partido Congreso Nacional Indio, ha sido reelegido para integrar la Lok Sabha por cuarto período consecutivo en representación de Thiruvananthapuram.

Copyright: Project Syndicate, 2025.
www.project-syndicate.org

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