OPINIÓN

El invasor es un delincuente

por Jesús Peñalver Jesús Peñalver

 

Con la reforma del Código Penal contenida en la Gaceta Oficial Extraordinario Nº 5.7868 del 13 de abril de 2005, la invasión u ocupación ilegal de terrenos ajenos es considerada delito, es decir, conducta punible que debe ser castigada conforme a la ley. Se sabe del principio de la irretroactividad de la Ley, salvo en materia penal cuando beneficia al reo, de allí que aplicar este Código sustantivo a conductas ocurridas con anterioridad a su entrada en vigencia, violaría el contenido del artículo 24 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, así como también el artículo 2 del Código Penal.

Con dicha reforma, la Asamblea Nacional, en función legislativa, estableció en los artículos 471, 471-A y 472 el delito de Usurpación, con el fin de evitar las mal llamadas invasiones u ocupaciones, aunque en la práctica así es como se le conoce: Invasiones.

Viene a cuento este prefacio para dejar sentado de una buena vez, y con cierto ánimo orientador, nuestro asombro con respecto a cómo funcionarios públicos promueven impunemente la comisión de estos delitos (las invasiones), calificándolas de “mecanismos de presión”, ante la mirada complaciente,  pasiva y  aquiescente de los órganos públicos encargados de iniciar, de oficio,  las acciones que impidan  su consumación y castigar también a quienes los promueven, por muy revolucionarios y apoyados que éstos se crean o se sientan.

¿No es acaso eso instigación a delinquir? Esos funcionarios que llaman a invadir, a ocupar ilegalmente o usurpar terrenos ajenos –como se quiera- ¿revelan o no su incapacidad, su ineficiencia y su torpeza al frente de sus cargos? Acaso no se burlan de esa gente inocente y esperanzada por una solución habitacional, que aún cree en las promesas de gobernantes inescrupulosos, viéndose azuzados (los invasores) por aquellos para cometer delitos a través de esos llamados locos a invadir, en una visión socialista desviada de los asuntos públicos. Nos parece –sin lugar a dudas– un juego con el dolor y la necesidad ajenos, a cambio de algún rédito político.

Los invasores, por así llamarlos, no son más que víctimas de la acción despiadada del supuesto buen jefe o líder que los manda. Se trata del ciego y el garrote. Quienes generosamente leen ya saben quién es uno y otro. Si delincuentes son los invasores, también lo es quien los promueve, quien los atiza, quien los conmina a invadir la propiedad privada.

En este contexto, pensamos que hay trabajo para los honorables representantes de la Vindicta Pública. Por un lado, si se encuentran  personas ocupando terrenos o inmuebles, deben retirarse de esos espacios, ya que son sujetos activos de delito conforme con la norma mencionada, y por otro, las declaraciones  de funcionarios públicos o de particulares, que consideran  la comisión de un delito –como los es la usurpación o invasión de terrenos ajenos– un mecanismo de presión para que les construyan casas a los necesitados de soluciones habitacionales, constituyen indubitablemente un hecho público, notorio y comunicacional que puede dar pábulo, por notitia crìminis, a una investigación por parte de Ministerio Público.

Se trata de castigar, no solo a quien ocupa o se dispone a ocupar un inmueble o invadir terrenos, sino también a quien instigue y aliente esas prácticas delictivas, pues tales conductas pueden subsumirse dentro de la normativa penal venezolana, tipificadas como ilícitas, y quien las realice le corresponderá una sanción. Ese es el “deber ser” de los órganos de administración de Justicia. Si se castigase solo a los invasores o usurpadores, se violarían principios generales y fundamentales de derecho, pues se estaría en presencia del castigo a los ciegos, y del alegre perdón a quienes han dado el garrote.

De no castigar a nadie, significaría un deterioro, un debilitamiento del Estado Social de Derecho y de Justicia que constitucionalmente debe imperar en la República de Simón.

Sí, soy un iluso, soñador y quijotesco. Pero como dijo Séneca: “Quien no evita un error, pudiendo, es como si ayudase a cometerlo”.