En el celestial universo, vasto y etéreo firmamento de las interrogantes sin respuesta, una de las más antiguas y persistentes que ha desconcertado a las mentes más brillantes a lo largo de la historia: el sexo de los ángeles. ¿Masculinos, femeninos, o categoría celeste distinta? Una pregunta que ha complicado a filósofos, liado a teólogos, pensadores, sabios, eruditos y curiosos desde tiempos inmemoriales que nos sumerge en un fascinante viaje por los recovecos del pensamiento humano. Siempre con la angustia, si querubines y serafines en alguna nube, cuentan chistes sobre la perpetua especulación. Un enigma peculiar, los ángeles han logrado mantener su privacidad en cuanto a cuestiones íntimas; y como evadir el fisgoneo de indagar, que su naturaleza sin género es el secreto mejor guardado del cielo.

No se presentan con identificación, suponerlos como seres andróginos, sería proyectar nuestras propias ideas sobre ellos. No hay vestigio, huella o rastro sobre si Gabriel prefiere el rosa o Miguel es del equipo azul. Imaginen reciprocidades entre arcángeles sobre alas agraciadas; cual tono de blanco es envidiable, o eligiendo atuendos etéreos para ocasiones especiales, gala y etiqueta o casuales para un día en el paraíso.

En la diversión de las adivinanzas cósmicas, algunos se inclinan por la teoría de que son tan evolucionados, desprendidos de lo frívolo y mundano que han superado la necesidad de géneros. ¿Por qué estar atados a conceptos terrenales cuando flotas en la eternidad sin preocuparte por si el ala izquierda es más atrayente y excitante que la derecha? Otros, más pragmáticos, sostienen que los ángeles tienen género, pero es tema que no nos corresponde entender. Tal vez sea una información clasificada, junto con la receta del néctar celestial y el manual para crear un arcoíris.

En el fondo, es oportunidad para reflexionar sobre la manera en que los humanos a menudo nos obsesionamos con detalles que, en realidad, no afectan la existencia cotidiana. ¿Qué importa si son chicos, chicas o algo divinamente intermedio?; ¿acaso la humanidad está obsesionada con el sexo de los ángeles como forma de proyectar sus propias inseguridades?; ¿es posible que, al cuestionar el género celestial, busquen respuestas más profundas sobre la propia identidad?

Podríamos pasar horas debatiendo, pero seguirá siendo uno de los misterios más encantadores y seductores del cosmos. Tal vez, en lugar de escudriñar respuestas definitivas, debamos abrazar la incertidumbre y deleitarnos del enigma con una sonrisa en el rostro.

Imaginemos a los ángeles charlando, riéndose de nuestra terrenal preocupación por su género. «¡Mira esos humanos!», mientras observa a un teólogo debatiendo vehemente, apasionado y entusiasta sobre el tema; «si tan solo supieran que estamos ocupados haciendo cosas más importantes, como afinar arpas y practicar el vuelo sin perder la elegancia». Tal vez, deberíamos centrarnos en sus actividades celestiales. ¿Juegan ajedrez con las estrellas? ¿Organizan concursos angelicales? ¿Tienen un club de lectura en el que intercambian opiniones sobre los textos sagrados?

Mientras continúa la búsqueda del conocimiento y exploramos las maravillas del universo, quizás sea el momento de darle un respiro a la pregunta, si hay algo que los ángeles nos enseñan desde sus alturas celestiales, es a no perder de vista lo verdaderamente esencial, básico y a disfrutar el íntimo secreto de una sonrisa cómplice. La ironía de la pregunta milenaria no se pierde en nosotros. ¿Quién lo necesita cuando surcas libres los cielos gozando la eternidad?

El sexo de los ángeles es un entresijo fascinante que jamás resolveremos, y está bien. El universo tiene sentido del humor y quizás la verdadera lección es aprender a reírnos un poco de preguntas profundas. ¡Que la sonrisa paradisíaca guíe el eterno viaje de revelación y descubrimiento!

@ArmandoMartini

 


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