OPINIÓN

El insulto en el discurso presidencial

por Carlos E. Aguilera Carlos E. Aguilera

«En política nada vale tanto y cuesta menos, como las demostraciones de respeto y consideración«. SIMÓN BOLIVAR

Los insultos, agravios y ofensas en la política venezolana habían desaparecido desde hace muchas décadas y volvieron a surgir con Hugo Chávez, desde que apareció en el escenario de la vida nacional.

Para propios y extraños, la iracundia del hijo de Sabaneta parecía cosa normal pues su encendido acento llanero lo hacía ver como algo natural, pero en el transcurso del tiempo se transformó en un lenguaje grosero, altanero, pendenciero y procaz, llegando al extremo de pronunciar hasta groserías, que sin duda alguna generaron inquietud en muchos hogares, por el mal ejemplo que intuía quien dirigía los destinos del país.

Está circunstancia instó a realizar una ponencia que fue presentada en el III Coloquio sobre Análisis del Discurso Político, que tuvo lugar en Santa Ana de Coro, del 23-25 de septiembre de 2009, en el que se tocaron temas sobre la ironía, el insulto y la mentira, como formas de manipulación, en la comunicación del discurso político, desde el punto de vista de la pragmática

Calificados sociólogos refieren que en política el valor del lenguaje y como se emplea, es fundamental para la consecución de los objetivos de los partidos políticos y de sus líderes. Explican que los políticos buscan persuadirnos con la palabra y el dominio de determinadas locuciones del lenguaje, como la función apelativa o emotiva entre otras.

No debe pasar por alto, además, que el lenguaje político se sirve de los medios de comunicación y de las redes sociales, los cuales sirven de altavoz para hacer llegar el mensaje a un auditorio mucho más amplio.

Tampoco se debe olvidar que el lenguaje político, a través de la ambigüedad,  sirve para desviar la atención de aquello que se quiere obviar, o trasladar la atención a lo que interesa transmitir.

El análisis desde el punto de vista de la pragmática permite constatar la existencia de una manipulación del lenguaje, convertido en arma política. El estudio del insulto y las verdades a medias o mentiras, así como la utilización de la ironía, conducen a una visión consciente del significado real de los mensajes enviados y recibidos, sirviendo además como catalizador de la persona que lo pronuncia, en cuanto a su imagen se refiere

“Viejo decrépito”, vociferó Maduro sin el más mínimo respeto, como si llegar a la vejez fuera un motivo de vergüenza, o símbolo de debilidad e incapacidad, en descarada alusión al ciudadano Edmundo González, candidato presidencial de la Plataforma Unitaria Democrática de la oposición.

Se ufana el inquilino de Miraflores, con preaviso de desalojo, de dirigir los destinos del país, bajo el legado del Padre de la Patria, pero vulnera ignorantemente el ideario y pensamiento, de Bolívar, cuya supuesta revolución a mala hora lleva su nombre.

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