“Ahora la distancia será solo física
y paradójicamente estaremos cerca en lo espiritual”
Raúl Isaías Baduel
Una letal tormenta de nieve
Mi recordado José Antonio Delgado, «el Indio”, quien es el montañista más importante de la historia de Venezuela, agonizaba en las gélidas cordilleras de la cumbre del Nanga Parbat atrapado por una letal tormenta de nieve, cuando nos informaron que la única remota posibilidad de salvarlo de la muerte exigía la participación del gobierno de Pakistán, y para obtenerla se necesitaba que el gobierno de Venezuela lo solicitase oficialmente.
Según nos informaron las autoridades paquistaníes, se necesitaba que el ministro de la Defensa venezolano se comunicase con su homólogo de aquel país para activar el rescate.
El ministro de la Defensa era el general Raúl Isaías Baduel.
La sorprendente gentileza del ministro
Dado que Frida (esposa de José Antonio) viajaba a Pakistán al rescate, me tocó a mí como cercano amigo de la familia hacer la gestión de llamar a Baduel. Entonces, igual que ahora y para siempre, yo era un acérrimo opositor del chavismo, lo sigo siendo y lo seré toda mi vida. Era complejo que yo hiciera esa llamada, pero lo hice sin ninguna duda, José fallecía y quería salvarlo. Llamé a Marisabel de Chávez y le pedí el teléfono de Baduel, amablemente me lo dio. Recuerdo que ella misma intercedió personalmente para salvar al Indio, se lo agradecí.
Llamé al ministro, me atendió con una sorprendente nobleza pese a que sabía –como me señaló– quién era yo. Me aseguró que llamaría de inmediato al ministro de Defensa de Pakistán.
Lo hizo y las autoridades de aquel país nos informaron que se activaba el rescate.
¡Sigue luchando!
Mandaron un helicóptero especial y a un grupo de rescatistas que lamentablemente llegaron demasiado tarde, el cuerpo de José Antonio había quedado sembrado para siempre en aquella cima del mundo. Pasado el desconsolador luto, llamé a Baduel y también le agradecí. Por teléfono, créanlo o no, lloramos juntos. Fue extraño, quedé conmovido y sorprendido. Nunca olvidaré que me dijo: “¡Gustavo, sigue luchando!”.
¿“Sigue luchando”? Mi lucha en ese momento –como lo es ahora– fue acusar a Hugo Chávez de criminal de lesa humanidad en el Tribunal Penal Internacional.
Su ministro de Defensa me urgía a que siguiera; entendí el mensaje.
Hasta el último aliento
Con el surgimiento del movimiento estudiantil en 2007 y ante las elecciones por la reforma constitucional volví a buscar a Baduel para que nos ayudara a derrotar a Chávez. Yon Goicoechea y yo nos reunimos con él de forma encubierta. Recuerdo que Yon le reclamó el que haya rescatado al dictador en abril de 2002, a lo que el general respondió que era lo institucional y que de no haberlo hecho se habría suscitado una batalla sangrienta en el seno de las fuerzas armadas.
Sin embargo, nos manifestó que dedicaría su vida a destronar a Chávez y al chavismo hasta el último aliento. Esfuerzo loable que tristemente lo llevó a la muerte.
(En este punto pierdo el aire, recuerdo al amigo).
En los brazos de su hijo
Jamás habríamos podido derrotar a Chávez como lo hicimos en 2007 sin la participación decidida de nuestro compañero de lucha y amigo Raúl Baduel. (Otro hondo suspiro y un agrietado desaliento tranca mi pecho, la tristeza me paraliza, no puedo creer que esté muerto). Valiente desafío que al idealista y romántico empedernido general lo llevó a la cárcel, el aislamiento, la tortura y posteriormente a la trágica muerte en la cárcel en brazos de su amado hijo, Josnars.
Raúl combatió como un guerrero por derrocar al chavismo en Venezuela, sacrificó su libertad y su vida no por una reivindicación, sino por una convicción. Honro la lucha del amigo.
Para mí es un ejemplo y sin duda un mártir de nuestro tiempo.
Personaje de leyenda
No olvidaré jamás nuestras largas conversaciones en la cárcel militar de Ramo Verde, donde discutíamos, debatíamos, pero sobre todo coincidíamos. Era un personaje de leyenda, le tocó vivir un tiempo fatídico que lamentablemente contribuyó a crear. Su arrepentimiento fue genuino, de ahí su honrada entrega y sacrificio. Jamás imaginé que fuera a morir de esta tristísima manera, lo vi siempre tan fuerte e íntegro. Así lo recordaré y extrañaré: noble y libre.
Sin aliento lloro junto a su esposa e hijos esta insólita pérdida, otra más causada por el chavismo asesino. Me abrazo a ellos y muy conmovido les ofrezco mi fraternidad que de sobra conocen. Raúl fue y será siempre un ejemplo, que su mención sea una responsabilidad.
Es uno de los mejores que he conocido.
Lo será siempre…
Posdata como doloroso epitafio
De la desolación brotan flores, son frágiles, levísimas como brisa húmeda, en el lamento su rocío inunda nuestra mirada, la salpica de memoria, de admirable memoria e imposible olvido. De la desolación brotan flores, son transparentes, lúcidas como cometas diminutos, resbalan por el firmamento del rostro y enjoyan con su riego el más majestuoso jardín: nuestra alma.
De la desolación brotan flores…, esas flores de agua reclaman la conquista de la libertad.
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