A Miguel Rodríguez Mendoza
A lo largo de la historia de la diplomacia se han logrado tejidos institucionales a nivel internacional que son extraordinarios. Muchos de ellos pasan inadvertidos a menos que formen parte de los temas resonantes de la agenda internacional, la mayoría de las veces estos relacionados con conflictos. En el caso de Venezuela, no ha sido muy distinto, pocas veces recordamos a los constructores de la diplomacia nacional y muchos de sus logros en momentos cruciales de la nuestra existencia como nación. Hacemos pocos esfuerzos por resaltar sus méritos y su contribución a nuestro país. Muchos de estos venezolanos han pasado desapercibidos, como escribiera Simón Alberto Consalvi en un artículo homenaje, refiriéndose al embajador Armando Rojas de quien se acaba de publicar una biografía de la mano de Ana María Matute, decía de los “ilustres venezolanos que, al margen del poder, entregados al quehacer de indagar y construir, de crear una conciencia nacional y de preservar los derechos de Venezuela como nación”. Venezolanos como los referidos han existido sin mayor notoriedad, nuestros negociadores, estudiosos, los forjadores de la diplomacia venezolana y del conocimiento internacional muchos de ellos más reconocidos en los pasillos de los organismos internacionales que en su propio país.
Un tweet de Jorge Castro a principios de esta semana nos recordó que se cumplían treinta años del ingreso de Venezuela al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio). Para la mayoría de los venezolanos este aniversario dice poco, pero fue este un ejercicio de negociación y visión de diplomacia comercial extraordinario por sus implicaciones y por lo importante del grupo de venezolanos que dieron su contribución para el ingreso de Venezuela a lo que posteriormente conocemos como la OMC. A la cabeza de ese grupo estuvo Miguel Rodríguez Mendoza como comisionado presidencial para las Relaciones Económicas Internacionales, acompañado de profesionales como Laura Rojas, Gonzalo Capriles, Juan Francisco Misle, Rigoberto Bastidas, Edmond Benedetti, María Estela Bermúdez, Enie Neri, Marco Morales, Alfredo Zuluaga, Manuela Tortora, María Nevett y Oscar Fornoza, la mayoría aún activos funcionarios internacionales y especialistas en disciplinas comerciales.
Recordemos un poco de historia que retomé de un texto que se escribí para conmemorar los 20 años de la creación de la OMC.
Venezuela ingresa al GATT el 31 de agosto de 1990. Su ingreso a este último esquema normativo de comercio es bastante tardío, toda vez que a causa de su incipiente industria y a su condición de país exportador de petróleo, no le interesaba tener que hacer concesiones dentro del GATT, pues el petróleo fluía dentro de un esquema de oferta y demanda, y sus precios internacionales eran influidos principalmente por las decisiones de la OPEP. Además, siendo el comercio petrolero el centro de la actividad exportadora del país, el acceso al bien y sus derivados eran internacionalmente tributados con aranceles muy bajos y, por lo general, por aquel entonces no se sometían a barreras arancelarias como sí ocurría con la mayoría de los bienes
Cuando Venezuela se incorpora al GATT, hace 30 años, lo hace en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1992) y esta es una época en la que se cambia la estrategia de desarrollo, se toman nuevas medidas económicas, entre ellas la de liberar el control de cambio; se implementa una nueva política comercial que eliminaba restricciones comerciales, y los aranceles son reducidos de un promedio de 35% a uno de 10%. El país se lanzaba por una corriente de apertura económica de corte liberal, que asumía una política industrial ajustada a fortalecer la producción, estimular las exportaciones, desarrollar una nueva estrategia de integración y buscar la inserción del país en la economía global, a través de una serie de medidas conformes con el sistema multilateral de comercio y que fortaleciera, a su vez, la integración con sus principales socios comerciales, mientras que aprovechaba sus ventajas comparativas en el sector energético para atraer inversiones.
Hubo críticas al ingreso de Venezuela al GATT. Se afirmaba que Venezuela sacrificaba su autonomía en materia arancelaria. La verdad es que ingresa sin modificar los aranceles. Por el contrario, las restricciones de Venezuela estaban relacionadas con los compromisos que se originaban con el Arancel Externo Común del Acuerdo de Cartagena. Venezuela ingresó al GATT sin ningún cambio en sus aranceles. Su compromiso fue no subir sus aranceles a más de 60% ad valórem. El arancel más alto vigente en Venezuela, en 1990, era de 20%. Es decir, Venezuela tenía derecho a elevar sus aranceles de manera unilateral en caso de que lo considerase necesario. Su mayor limitación a esos efectos no venía del GATT, sino del Arancel Externo Común del Acuerdo de Cartagena. Se había comprometido a reducir su tope arancelario a 35% para el año 2004. El resto es historia: ingresamos al GATT y directamente a la OMC, tomando el derecho de adhesión sin mayor negociación como le tocó a muchos otros países que solicitaron ingreso, como por ejemplo China y Rusia, entre otros.
El recordatorio de esta fecha fue una excusa para que entre el equipo se resonaran anécdotas y se manifestaran expresiones de reconocimiento a Miguel Rodríguez Mendoza; destaco, por ejemplo, la de Gonzalo Capriles: “Ese fue un grupo excepcional, muy capacitado profesionalmente y muy comprometido con la política económica y comercial de entonces. Pero honor a quien honor merece. El verdadero artífice de esa negociación fue Miguel, un diplomático de los que uno se siente orgulloso de haberlo conocido y de haber trabajado con el lío en esas aguas tormentosas del GATT y la OMC. Cae bien una anécdota: el último día en que se discutía en Ginebra el ingreso de Venezuela, yo estaba en Caracas, y me llamó una funcionaria que estaba en la reunión en Ginebra, desesperada porque Miguel se había puesto terco ante un pedido menor, de última hora, de la Comunidad Europea. Esa funcionaria me dijo que todo se perdería por la terquedad de Miguel, y me sugirió que llamase a la Cancillería venezolana para que alguien llamase a la Comisión en Bruselas y de ahí le dieran instrucciones al embajador de la Comunidad para que desistiera de ese punto. Yo le dije que eso me parecía absurdo y que confiara en Miguel. Dicho y hecho: después de horas de reunión, la Comunidad retiró su propuesta y Venezuela entró al GATT en los términos que había negociado… y con las felicitaciones personales del embajador europeo a Miguel. Cuando Miguel regresó le pregunté por qué se había puesto tan terco sobre ese punto menor. Su respuesta: No es solo que entremos, sino que nos respeten. Si no nos hacemos respetar desde el principio, nuestro paso por el GATT va a ser un tormento. Después vino lo de la gasolina… Ojalá lleguemos a tener muchos MRM en nuestro servicio exterior!!!”
Luis Xavier Grisanti, por su parte, le responde a Gonzalo: “Miguel es un verdadero estadista y le dio lustre al Instituto de Comercio Exterior y brilló como ministro de Estado más tarde. Lo que cuentas no es una anécdota sino una historia real contada por el protagonista de excepción que tú fuiste. Te exhorto a escribir la historia del proceso de adhesión”.
Ante tan positivas menciones el propio Miguel emocionado por el gesto de recordar esa responsabilidad de vida le envía a quienes fueron sus colaboradores un texto en los siguientes términos: “En medio de tanta adversidad, sus mensajes de ayer ofrecieron un espacio de cariño y esperanza sin igual. No todo está perdido y solo queda esperar que en el país se puedan recrear las condiciones para volver al camino acertado. El esfuerzo colectivo, del cual todos ustedes fueron parte, para llevar a Venezuela al GATT y luego a la OMC, da cuenta de lo que somos capaces de lograr cuando actuamos con decisión y profesionalismo, sin egoísmos y poniendo por delante los intereses del país… Siempre conservaré en mi memoria, con orgullo y entusiasmo, las tareas de coordinación en Miraflores, las dificultades para que nuestras tesis fuesen aceptadas por todo el gabinete ministerial, la selección de nuestra delegación a las primeras reuniones en Ginebra y los reportes regulares a CAP y a SAC de los avances en las negociaciones, que muchos de ustedes recordaron en sus mensajes. Al final, nuestras tesis fueron aceptadas por todos y eso nos llenó de orgullo, un orgullo similar al que sentí ayer leyendo sus mensajes.”
Sin duda, Miguel formó equipo, quienes trabajamos con él apreciamos su capacidad profesional, de buen negociador y don de gente. Quedan buenas experiencias que contarle a las nuevas generaciones de venezolanos de cómo a lo largo de la historia este país ha formado excelentes representantes internacionales que han dejado una huella positiva defendiendo los más altos intereses de la nación.
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