OPINIÓN

El implacable juicio de Clío

por Carlos Ñañez R. Carlos Ñañez R.

Mientras el individuo desaparece frente al aparato al que sirve, éste le provee mejor que nunca. En una situación injusta, la impotencia y la ductilidad de las masas crecen con los bienes que se les otorga.

Theodor Adorno

Clío, una de las nueve musas hijas de Apolo, era la representación de la historia y de la poesía épica según la Teogonía de Hesíodo, Clío era hija de Zeus y de la Titánide  Mnemosine, quien representaba a la memoria e inspiraba a reyes y poetas para hablar con propiedad, de allí el nexo entre Clío y la historia; en su papiro  se registraban todos los hechos de los hombres y de los dioses y desde luego, las malas acciones eran vengadas por las erinias, las implacables hijas de la venganza.

La historia era una consecuencia del tiempo de Cronos y como este su paso era implacable, de los griegos aprendimos a respetar y valorar el peso de nuestros actos en la historia y en estos momentos de extravío colectivo, es menester acudir a ellos, volver a la casa grande a la que he hecho tantas referencias, a la historia se entra triunfante o se entra de manera ominosa, también se puede comenzar con un relato épico de gloria y culminar en la herrumbre del olvido.

El uso de la hermenéutica es necesario, no para hacer gargarismos académicos, sino para encontrar una bisagra que nos vincule con lo estrictamente humano,en medio de este drama orgánico de extravíos y posturas de utilería, cada cual decide el lugar que debe ocupar en la historia, cada quien es dueño de su relato, pero el Papiro de Clío está siempre en blanco para ser escrito bajo el peso de la historia, así pues frente al desarrollo de los dramas colectivos como  los que vive este nuestro ex país, la historia es una hazaña para la libertad, como bien lo aborda  la tesis de Croce, en medio de una hegemonía connaturalmente fascista, se impone el reto de la consistencia frente a aquello que es censurable, no hay medias tintas en la moralidad, no existe trato banal con el mal.

Desde esa óptica es absolutamente inaceptable que quienes nos han sumido en la miseria, el horror y la destrucción ahora sean erigidos como salvadores, como los héroes, en medio de la herrumbre que ellos mismos han generado, en tal sentido pactar con quien ha generado tanta carga de dolor, de horror, de destrucción, de odio y de amoralidad conforma una tesis maldita, es decir, un pensamiento espurio, un pensamiento mustio, poco usable e incompatible con la razón.

Las capas académicas de este fardo sangrante  al cual llamamos patria, en minúsculas estrictas, tenemos el deber, el compromiso y la responsabilidad histórica de distinguir, conjuntar e implicar la incompatibilidad de una ideología que preconiza el odio, la ira, el ostracismo, la crueldad y la tortura como formas de accionamiento político, con la validez del pensamiento progresivo, que propenda hacia lo humano, en lo humano y para lo humano; no se pacta con el secuestrador, no existen síndromes de Estocolmo colectivos y menos memorias selectivas.

Clío juzga en clara medida las proxemias con el horror, así pues nadie subyace fuera del ámbito de acción del juicio y peso de la historia, el régimen de Vichy conducido por el Mariscal Petain, está registrado por la historia como un ominoso contubernio de traidores que colaboraron con el horror del Tercer Reich, Petain fue dueño de su discurso y aceptó ser calibrado por Mnemosine, la memoria como un traicionero, he allí el libre albedrio de los actos individuales.

Quienes se cruzan con el mal, pretendiendo salir indemnes de estas encrucijadas del destino y de la moral, no están a salvo; las tiranías son deformes, abyectas, impías, perversas y ávidas de sangre, suelen ser como el cuadro de Goya Saturno devorando a sus hijos, nadie está a salvo si la crueldad gobierna, nadie tiene patente de corso o salvoconducto contra la ira, son simples objetos de los cuales se vale la ignominia para lacerar, pisotear y enlodar a todo un país.

El chavismo es culpable del horror, de la fractura, del llanto, del extrañamiento y de la indignidad de un país al cual en términos proporcionales demográficamente se le han sustraído 11 de los 23 Estados que lo conforman, no hay pactos ni política con quienes solo entienden la violencia como locus de comunicación, en tal sentido, las formas de la política partidista o de la política como ciencia arquitectónica, no son aplicables a la gansterilidad instalada en el poder.

Finalmente, nada bueno puede provenir de quienes nos han destruido, allá los ilusos, los traidores, los tarifados y los tartufos que juegan con el mal, la maldad es biunívoca y tiende a cobrar caro el precio de pactar con ella, eso también lo registra Clío en su papiro que es la historia, por y para siempre me declaro inocente de tener cualquier amago de acercamiento o justificación con los captores y responsables de esta suma de dolor a la cual denominamos revolución bonita, Clío anota y criba a los justos de los trepadores y perversos, tomemos la tesis de Adorno para repetir como jaculatoria reivindicadora, que solo la educación tiene sentido para no repetir el horror de Auschwitz y en nuestro caso para evitar caer en esta trampa fétida del chavismo, no existe heroicidad entre la villanía.

“Ser condescendiente y no tenerse en gran estima son la misma cosa”

Theodor Adorno.

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