Cuba, el Foro de Sao Paulo y los mandatarios de las izquierdas latinoamericanas tienen al «imperialismo» como principal enemigo, refiriéndose no solo a Norte América, sino a todo aquel que piense de forma distinta a ellos, incluidas las organizaciones internacionales que denuncian las dictaduras por violación de los derechos humanos y libertades individuales.
¿Qué es el Imperialismo? La Real Academia lo define como: 1. Actuación política basada en dominar otras tierras y comunidades usando el poder militar o económico. 2. Tendencia a extender e imponer aspectos propios de una persona o colectivo sobre otros.
La izquierda del Foro de Sao Paulo y los progresistas del Grupo de Puebla tienen como «ejemplo a seguir» a las dictaduras, apoyando a grupos guerrilleros. En 2023, el XXVI Foro de Sao Paulo declara que «la dignidad del pueblo cubano es ejemplo para todas las naciones y partidos populares del mundo.» Manifiestan: «condenamos las sanciones unilaterales contra Nicaragua y Venezuela, y la injerencia en asuntos internos.» Aquello que denuncian es lo que practican: injerencia y atentados contra la dignidad humana.
El objetivo imperialista cubano, apoyado por la Unión Soviética, tiene larga data. La URSS incursionó en Latinoamérica con afán imperialista en 1919 y después de la Revolución cubana, el diario español ABC sostenía: «En el XXI congreso del Partido Comunista reunido en Moscú a principios de 1959, se trazaron las líneas maestras de uno de los más ambiciosos proyectos rojos: levantar la América Ibérica contra Estados Unidos».
Cuba, Rusia y China son imperialistas, pero intentan confundirnos con narrativas. Es parte de la «posverdad» para distorsionar la realidad, manipulando creencias y emociones, e influyendo en la opinión pública y actitudes sociales. Con esta posverdad, los dictadores son los buenos; los terroristas luchan por la paz; los corruptos solo administran recursos públicos; el abuso de poder es por el bien del pueblo y otras falsas verdades.
Pero la pobreza avanza en Latinoamérica a la misma velocidad que los gobiernos autoritarios. Se suman regímenes denominados «democracias dirigidas» y sus satélites, pero las cúpulas en el poder no admiten la cruda realidad: el «Socialismo del Siglo XXI» es inoperante y solo trae pobreza, aunque no les interese.
Buscan antagonismo y polarización como centro del discurso de una izquierda progresista. Ya lo aseveraron en el documento base del XXVI Foro de Sao Paulo: «cambio favorable en la correlación de fuerzas, signado por rebeliones populares en el continente, que se expresan en estallidos sociales, creciente movilización popular y en el desafío al proyecto ideológico y político capitalista neoliberal.» Esas rebeliones son movilizaciones populares, pero no pacíficas, son enfrentamientos que se traducen en muertes promovidas para sustentar su discurso de odio.
Uruguay y Chile, como consecuencia de las diásporas venezolanas, enfrentan a las dictaduras, algunos parlamentarios europeos también. Pero queda camino por recorrer porque las dictaduras buscan aliados para ganar votos a favor en organizaciones internacionales, por ello Latinoamérica sigue entrampada.
Llamemos a las cosas por su nombre, Cuba es «imperialista», Rusia y China también. Como diría la neurocirujana cubana Hilda Molina, quien sufrió los embates de una revolución que inicialmente apoyó y que luego padeció –como tantos cubanos– por la ausencia de libertad y abusos de las cúpulas en el poder: trabajemos en la «Revolución de los Valores».
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú