La búsqueda de la igualdad ha sido, históricamente, un factor motivacional constante tanto en el proceso histórico como en el imaginario colectivo del venezolano. Además, el tema tiene raíces profundas en su perfil típico de creencias y valores político-sociales. Ya en 1939, por ejemplo, Mariano Picón Salas hablaba de la fascinación por el “mito de la igualdad”, consecuencia a su juicio de la nivelación igualitaria que, desde la época colonial, ha guiado todas las luchas emprendidas por los venezolanos.
Alrededor del tema de la igualdad, se pueden identificar 3 grandes paradigmas psicosociales, los cuales no son históricamente sucesivos, sino que –por el contrario- coexisten en la actualidad.El primero, caracterizado por la búsqueda de la igualdad política y por las luchas por el acceso a la igualdad en la ley. Ejemplo de ello fueron la lucha independentista del siglo XIX; las batallas de blancos criollos contra blancos peninsulares, de pardos contra criollos y de negros contra pardos; la lucha por el voto de la mujer, y la creación y consolidación de la democracia a principios de la década de los 60.El segundo paradigma estuvo a su vez caracterizado por la búsqueda de la igualdad de oportunidades, y por las luchas para lograr el acceso a las condiciones para lograr la igualdad. La promoción de la “independencia económica” en la década de los setenta y ochenta, y la reforma del Código Civil venezolano, liderado por la Dra. Mercedes Pulido, son claras muestras de esta oleada. Finalmente, un tercer paradigma gira en torno a la convicción de que todos somos iguales, pero diferentes. El tema central en este paradigma es cómo lograr el cambio en las condiciones para lograr el empoderamiento de las personas, y lo característico son las luchas por lograr cambios en las estructuras de poder.
El aumento de las protestas hoy en Venezuela, la radicalización de la represión a la disidencia, la discriminación contra quienes se oponen a los modelos de pensamiento único, nos indica que estamos cabalgando justamente ese tercer paradigma. Ahora bien, el objetivo de ese tercer paradigma está todavía por alcanzarse, y constituye una asignatura pendiente para todos los venezolanos. Sin embargo, en la lucha por lograr el objetivo previsto en esa concepción moderna de igualdad, el principal obstáculo lo representa la imposición de una perniciosa propuesta, convenientemente reforzada y defendida por el militarismo fascista actualmente en el poder, que pretende confundir “igualdad” con “igualitarismo”.
La “igualdad” es un valor democrático y humano fundamental, que consiste en la supresión e imposibilidad de dominación de unas personas sobre otras. El “igualitarismo”, por el contrario, radica en la eliminación de las diferencias por la vía de una aberrante uniformidad. Al confundir intencionalmente ambos, se mercadea un pensamiento político según el cual las diferencias entre las personas generan “caos social”, lo que afecta a un orden político que, por definición, debe tender al “equilibrio del universo” Para lograr ese “equilibrio del universo”, que permitiría conseguir la paz y la justicia permanentes (vía la supresión de las diferencias), es fundamental la consecución y preservación del poder, por supuesto, en manos de una misma camarilla. Así, se plantea convenientemente desde el poder el chantaje ideológico de la lucha por la igualdad como reñida con la lucha por la libertad.
De esta manera, al vender “igualitarismo” disfrazado de igualdad, la propuesta fascista –de obvia naturaleza cuartelaria– se convierte en esencia en un proyecto político profundamente antiigualitario y reaccionario, que frena el avance de la lucha por una progresiva igualdad entre los venezolanos, y que consistiría, por encima de cualquier cosa, en que nadie pueda someter ni poner su bota sobre la cabeza de nadie, sin importar su poder político o económico. Adicionalmente, la propuesta militarista constituye un estímulo para la sumisión ante los explotadores, porque la igualdad –en su sentido real y exacto del término– se convierte en un obstáculo para la centralización personalista de los poderes y la imposición a la fuerza de la dominación política.
Es por ello que uno de los mayores retosen nuestra Venezuela es justamente luchar contra los intentos de perpetuar un modelo de dominación basado en la “venta” de una “revancha igualitaria”, que rechaza las concepciones modernas de igualdad, las cuales están basadas en el fomento de la diversidad y el respeto a las diferencias. El mantenimiento y refuerzo de esta concepción cuartelaria de igualitarismo en el repertorio de creencias de muchos venezolanos, constituye entonces un fuerte elemento psicocultural que propicia y busca justificar la sumisión y el sometimiento de la población ante la decadente pero poderosa oligarquía gobernante.
@angeloropeza182