OPINIÓN

El hombre y la cultura (II)

por Eliseo Suárez Eliseo Suárez

Terminábamos el artículo anterior con esta afirmación: la escritura y la expresión verbal son las dos formas más inteligentes con las que contamos los seres humanos para comunicarnos. En razón de que cuanto se escribe es para leerlo, surgió la necesidad de inventar la lectura. Y así se hizo.

Bien sabemos que todos los seres vivos se comunican. Cada especie tiene sus propias maneras de hacerlo, como a manera de su idioma, pero incomprensible para los demás; los comportamientos que exhiben a manera de expresiones tal vez sean manifestaciones de estado de ánimo, de deseos o de necesidades. En cambio, los seres humanos que afortunadamente contamos ahora con lenguajes comprensibles –no antes, cuando se comunicaban mediante gestos y por la mímica–, más tarde lo hicieron por el mágico sonido de la voz y al evolucionar llegaron a valerse de los signos gráficos, mediante la escritura. Esa evolución no se ha detenido, pues dotados como lo estamos de una privilegiada capacidad intelectual hacemos la cultura y, con ella, construimos la civilización. Internet es una evidente muestra de ello.

Así, haciendo uso del intelecto, el hombre creó estas dos formas de difusión y enriquecimiento de la cultura, uno es la voz, el hablar, adquiridos por naturaleza, pero educables, y el otro es la escritura, ambas se hacen con la palabra, que es su materia prima, a la cual técnicamente se le denomina “signo lingüístico”. Con la palabra, ya sea en forma verbal, escrita, radial o televisiva se cumple cabalmente con la necesaria información y comunicación entre los seres humanos. Pero, para el mejor cumplimiento de esas actividades se requiere de disciplinas, razón por la cual surgió la necesidad de establecer normas para su adecuado uso y manejo, y no dejarlo al capricho o maneras de cada quien. Por ello se inventaron los idiomas y cada uno con su respectiva gramática.

El nuestro es el bello castellano, que vino de muy lejos y cuenta con diversas fuentes, una de ellas data del año 218 a. C. cuando Roma empezó la conquista y colonización de la península ibérica, tarea que no le fue fácil, pues le llevó casi 200 años. Durante ese largo lapso, los romanos fueron desplazando de la península a los iberos y, al mismo tiempo iban imponiendo su gobierno y trasladando a ella la rica y variada cultura romana que poseían en cuanto a ingeniería, vías de comunicación, acueductos, técnicas agropecuarias y construcciones de todo tipo. También, fueron introduciendo allí una nueva organización civil, social, política, jurídica y militar, las que regían en el Derecho Romano.

Esa cultura contribuyó a lograr en la península el progresivo desarrollo económico, social y cultural, al que se ha denominado “Romanización de la península ibérica”. Durante ese proceso de romanización, Iberia cambió de nombre y de idioma, pasó a denominarse Hispania y sus habitantes fueron abandonando las viejas lenguas y adoptando el latín, que primero había sido un dialecto del Lacio. Así, el latín pasó a ser el más importante idioma en el imperio romano y durante toda la Edad Media.

Nos cuenta la historia que con la desmembración del Imperio Romano de Occidente, el latín empezó a perder vigencia y, tiempos más tarde, se transformó en lo que se denomina lenguas romances, de las cuales una es nuestro bello castellano. Este idioma, en sus comienzos, fue un dialecto hablado en el reino de Castilla. Pero, con el tiempo, creció hasta convertirse en el idioma oficial de España, luego de la unificación habida en el siglo XV, y hoy lo es de toda la América hispana.

El castellano se oficializó en España con la ordenanza dictada por Alfonso X, el Sabio, quien estableció la obligación de que en este idioma y no en latín se escribieran todos los documentos públicos e históricos. La gramática castellana que escribió Elio Antonio de Nebrija reforzó el carácter de idioma nacional de España. Si bien, la base fundamental del castellano fue el latín, otras lenguas ibéricas hicieron su aporte como también el griego y las lenguas árabe y germana.

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