OPINIÓN

El hastío

por Emiro Rotundo Paúl Emiro Rotundo Paúl

El hastío que sentimos muchos venezolanos hoy en día es un estado anímico de hartazgo, de desgano y de profundo fastidio causado por la larga y dura lucha que hemos librado para cambiar el rumbo desastroso del país que ha impuesto el chavismo. Una lucha que hemos perdido lastimosamente pese a que tenemos a nuestro favor el apoyo de la inmensa mayoría de la nación. Este hastío no significa el abandono del objetivo por el que hemos luchado tanto: realizar el cambio político que corrija el rumbo errado del país. La voluntad de combatir para reconquistar la libertad, la democracia y la prosperidad sigue en pie. El manto de hastío que ensombrece nuestro ánimo no doblega nuestro espíritu de lucha.

El hastío es un abatimiento temporal que sobreviene, no tanto por la derrota, sino por las características de la misma. Cuando perdemos porque luchamos contra algo superior a nuestras fuerzas, algo que es muy difícil de vencer, aceptamos la derrota con brío, nos reponemos de ella y buscamos nuevas formas de enfrentar al enemigo. En ese caso la derrota no produce postración ni abatimiento, sino que fortalece la voluntad de vencer. Pero cuando la derrota ocurre miserablemente por causas vergonzosas nacidas en nuestras propias filas por mezquindades y apetencias personales o de grupo que traicionan la lucha en la que se han sacrificado vidas, propiedades, posiciones y libertades de mucha gente, el sentimiento resultante es de ira y frustración. A la larga, si esa situación continúa, como ha sido nuestro caso, sobreviene el hastío.

El hastío flagela hoy a muchos venezolanos, porque son dos décadas y media de vana lucha contra un régimen que ha arruinado al país a extremos nunca imaginados, contra un sistema de gobierno totalmente errado sostenido a sangre y fuego por aquellos a quienes la Nación entregó, bajo fe de juramento, las armas de la República para que salvaguardaran la libertad, la paz, la justicia y el Estado de Derecho que los llevó al poder de manera pacífica y democrática. Poder que luego fue desvirtuado por un líder carismático y egocéntrico que empoderó a una camarilla de adeptos incondicionales que no reconocen sus limitaciones, que han multiplicado los problemas que prometieron resolver, que no controlan sus acciones ni sus lenguas y que no se responsabilizan del inmenso daño que han causado al país y a todos los venezolanos.

Ese contexto de males, en sus peores manifestaciones, pudo haber sido contenido a raíz de la muerte de Chávez, ahorrándosele muchísimo sufrimiento al pueblo venezolano y evitándose gran parte de la destrucción que ha sufrido el país, si no hubiera ocurrido la ruptura de la unidad en el seno del liderazgo opositor. Las razones de ese rompimiento jamás podrán ser justificadas ante el país y la historia. El ciudadano común, la gente de a pie, que ha protagonizado la larga lucha contra el chavismo mediante inmensas movilizaciones, conoce bien las razones de esa discordia y sabe perfectamente que de ella nada noble ni digno de consideración puede ser admitido y defendido.

El hastío, consecuencia de esa desunión, no es, como ya se dijo, una rendición ni una dejación del combate. Todos los venezolanos, incluso los más hastiados, estamos pendientes del evento que puede convertirse en el nudo gordiano de la victoria y del rescate del país, si somos capaces de cortarlo con la afilada espada del sufragio. Eso puede ocurrir, si Dios quiere, el próximo año 2024 en las elecciones presidenciales, si ellas se realizan de buena forma y participa la mayoría de los venezolanos aptos para votar.

Tomando en cuenta el estado de descomposición de la dirigencia opositora, los hastiados nos preguntamos si realmente es posible esa victoria. No creemos que ella pueda ocurrir por una redención o rehabilitación de los divisionistas, sino por la sensatez y la acción consecuente de la gran mayoría de los venezolanos que puede cohesionarse alrededor del candidato opositor con mayor aceptación y derrotar a los aspirantes del régimen, de los divisionistas y de la falsa oposición. De ello y de más nada depende el fin de esta tragedia venezolana.