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El hálito junto a la nariz

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Deambular en diversas situaciones mientras transcurren los días se hace inevitable y mirar cómo se desarrollan los acontecimientos resulta casi ineludible. Vivir mucho o poco enseña que siempre habrá con quienes se cuenta y con quienes no se contará nunca. Abrir la boca oportuna e inoportunamente te enseña a callar y también sostener tus palabras en el tiempo. Es curioso cómo la vida se convierte en una fuente inagotable de enseñanzas en códigos, y solo quienes aprenden tal lenguaje, logran intuir no solo lo evidente sino también lo intrépido y paradójico que puede ser vivir.

Esta semana medito en lo fuerte que es la confianza, sustenta cual base las estructuras más grandiosas que se pueden erguir como plataformas para relaciones, reconoce decibelios fraternales a grandes distancias. Asocia fragancias con momentos de seguridad y abrazos profundos, esparce sonrisas aun en las peores circunstancias, se carcajea del pasado en compañía, y festeja las esperanzas sobre el futuro. Al contrario, la desconfianza frunce ceños juveniles, amarga momentos festivos y devalúa reliquias personales, reduciendo a cenizas cualquier baluarte.

Hay quienes desde el minuto cero, cuando se entabla un enlace, sollozan de fragilidad y comparten sus historias por sentirse seguros. De igual manera están los que con simples alícuotas de espontaneidad cierran todo acceso a su corazón, listos para levantar murallas de todo tipo, lo cual es un efecto plausible de un elaborado sistema de protección, que sin duda ha traspasado límites sanos para convertirse en cárceles, visibles por el distanciamiento anormal y nocivo del corazón. Este último, reservorio de amor sediento y rebosante, el corazón listo para conectar y extender vida como el mayor de sus atributos, aprende por naturaleza a preservar la vida que le fue asignada, pero se acelera cuando debe oxigenar frente a otra vida que en amor se aproxima, o si se está gestando con sobriedad.

Más allá de romantizar la confianza, mi anhelo es esparcir semillas de advertencia porque, a pesar de la alta necesidad que tenemos como seres sociales de enlazar, entablando relaciones saludables que nos generen confianza, abrir las compuertas de nuestro corazón para no desfallecer solos como príncipes, sí podemos rodearnos de amor y compañía. Sin embargo, resulta imperativo estar seguros de que aun amando defraudaremos y seremos defraudados. Tales momentos no serán el fin, sino anécdotas interesantes y fuentes de posibles novedades en la reinvención de las relaciones, o la apertura para reconocer nuevos e interesantes mundos confiables.

Ante todo lo cual, es necesario reconocer que poseemos el hálito de vida junto a la nariz, lo cual nos hace frágiles y altamente temporales, más vale confiar el desagüe fútil de nuestro corazón en quien tenga el poder de limpiar las aguas, revelar las fibras roídas del pensamiento a quien renueva los tejidos del universo y afirmar los pasos en quien conoce todos los caminos.

@alelinssey20

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