Este fin de semana, el domingo 6, se llevará a cabo la concreción del fraude programado por el régimen para instalar su nueva asamblea, para así sustituir la elegida legalmente en 2015, y de esa forma cerrar la también ilegítima constituyente.
Es el mecanismo diseñado para continuar usurpando la institución parlamentaria, órgano representativo de la rama legislativa del Poder Público, de la misma forma que ya usurpan el resto de los poderes del estado venezolano.
La cúpula roja piensa que armando todo el conjunto de vulgares y protuberantes fraudes a la constitución, y a la más elemental regla de convivencia civilizada, podrá exhibir un parlamento respetado y respetable. Piensan que son menos autócratas adelantando ese conjunto de maniobras (confiscación de las tarjetas de los partidos, designación de un CNE sumiso, incremento del número de diputados, cambio a destiempo de las normas electorales, negación del secreto del voto a los indígenas y del derecho al sufragio a los venezolanos en el exterior, censura de prensa, uso y abuso de los bienes públicos en la campaña, etc.) que con el hurto puro y simple de las curules.
A los revolucionarios rojos les atrae la simulación y la manipulación en el ejercicio del poder. Con esas formas logran engañar a sectores de la trasnochada izquierda mundial que aún les creen el cuento, de que ellos encarnan “la democracia participativa y protagónica”.
Frente a tan burdo proceso la respuesta de nuestra sociedad debe ser el vacío. Este 6 de diciembre debe ocurrir en Venezuela un gran vacío. Una jornada de protesta caracterizada por el desprecio que nos merece esa forma de adelantar una política oscura y nauseabunda. Solo dejándolos solos, con sus colaboradores e ingenuos participantes, el mundo podrá apreciar nuestro rechazado a tamaño atrevimiento y desvergüenza.
La dictadura no dejó una rendija por donde canalizar un voto de protesta. O la oportunidad de participar a quienes en serio buscamos el cambio político. Cerró todas las ventanas a la participación democrática y solo permitió la presencia fraccionada de los sectores que decidieron acordarse con ellos.
Ese vacío es un repudio al fraude y al régimen criminal que usurpa el poder. No es un rechazo al voto como instrumento decisorio en la vida política.
Los demócratas en general, y los democratacristianos en particular, somos fervientes y entusiastas partidarios del voto. Creemos en él, como el arma más poderosa para producir los cambios políticos en una nación. Valoramos el sufragio como el logro de una sociedad civilizada.
Pero una cosa es el voto libremente emitido, sin engaño, ni presión, y otra cosa es el remedo, la caricatura, en que la dictadura del militarismo marxista venezolano ha convertido una institución tan importante.
El 6D no habrá sufragio. No se podrá elegir. Solo habrá un evento de simulación. Habrá un teatro bufo para darle un barniz democrático a la confiscación del poder nacional.
No acudimos porque no podemos avalar tamaño despropósito. Ni siquiera es útil para canalizar y hacer evidente nuestra fuerza política, y poder desde el fraude mismo impulsar una acción política de legitimación al sistema.
Esta forma de protesta al fraude del 6D no es ni permanente ni única.
La dinámica política y las circunstancias que se presenten, pueden llevarnos a cambios tácticos, como participar en eventos de otro alcance, donde las circunstancias sean menos gravosas que las surgidas en esta ocasión, o en una coyuntura que permitía encausar, en una sola dirección, la fuerza y la determinación de nuestra sociedad para cambiar este régimen.
El gran vacío para el 6D se complementa con la participación en la consulta popular que comenzará al día siguiente de la consumación del fraude.
En efecto, del 7 al 12 de diciembre se hará la consulta popular. Iniciativa de la sociedad civil que nuestra Asamblea Nacional acogió favorablemente. Se trata de tomar la herramienta consagrada en el artículo 70 de la vigente Constitución para adelantar un ejercicio de ciudadanía, y así atender el llamado de la Conferencia Episcopal Venezolana, de que “no basta con la simple abstención”. Y ciertamente la protestas ciudadana frente a la tragedia nacional debe ser más amplia e intensa.
Es una respuesta pacifica y constitucional de una sociedad desarmada, frente al soberbio y abusivo poder de las armas convertidas en guardianes de una camarilla. Una oportunidad para reafirmar nuestro rechazo espiritual y material a un sistema profundamente inmoral y opresor.
La tragedia nacional ha limitado material y emocionalmente la recia protesta adelantada por la sociedad venezolana frente al militarismo comunista. La cúpula usurpadora desea una rendición total de nuestro pueblo para hacer efectivo su impúdico mensaje de una “revolución para siempre”. Se han creído en serio la idea de que Venezuela es su hacienda particular. Se sienten dueños de vidas y bienes. No respetan derechos de nadie. Solo ellos, los miembros de la camarilla criminal, y sus agentes pueden ejercer la representación nacional y el poder político. Conceptos como democracia, alternabilidad, derechos humanos y desarrollo humano les importan nada. La consulta es una oportunidad para ratificar nuevamente nuestra adhesión a los valores confiscados.
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