La política entre otras cosas es una ciencia. Ella permite adelantar conductas, visualizarlas antes de que ocurran y describirlas apropiadamente como una relación causa y efecto. Existen unos que tienen esas condiciones naturales para la política, como Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Winston Churchill. Otros como Petain y Chamberlain no reunían esos elementos. Cuando no se tienen esas cualidades, el político puede aprenderlas y con su experiencia convertirlas en parte de su personalidad.
Todo político tiene y puede ser capaz de ver los efectos que causaría una declaración, una posición pública o privada dentro del grupo en el que interactúa.
En política los movimientos de palabras y gestos deben ser calculados y siempre esperar la reacción de los demás, partidarios o no, eso le permitirá darse cuenta de si acertó o erró, en consecuencia poder corregir o mantener en caso de que le sea beneficiosa la posición asumida.
Desde hace algún tiempo el psiquiatra Jorge Rodríguez ha venido diferenciándose del resto de la dirigencia del PSUV. Su conocimiento de la naturaleza humana le había resultado muy útil y podía darse la posibilidad de aconsejar o sugerir una actuación de un compañero del más alto nivel siempre manteniéndose alejado de que pudieran señalarlo como aspirante a liderar el grupo.
Pasó por el CNE, por la Alcaldía de Caracas, por la Vicepresidencia sin despertar sospechas de sus verdaderas intenciones, pero de un tiempo para acá se ha desbocado y luce como si quisiera ya ser el centro del PSUV, su nervio motor.
Así es el autor de los diálogos, es el padre de la estrategia contra María Corina Machado y por si fuera poco alma y cerebro de la posición contra Guyana, incluido el referéndum consultivo.
La desesperación es uno de los enemigos mortales de los políticos, tan mortal como no saber esconder sus verdaderas intenciones.
Insulta, amenaza, ordena y decide. Suponemos que Maduro debe haberse dado cuenta y como buen político que es debe haberle preparado la trampa.
Nadie está exento de cometer errores, pero despreciar o desconocer el área donde te mueves es fatal, y Jorge confundió la gimnasia con la magnesia. Dejó ver sus intenciones demasiado pronto. Le falta la paciencia y la astucia que les sobran a los políticos.