Por Freddy Millán Borges
Los venezolanos vivenciamos una situación dramática, con un empobrecimiento que ya no nos define en el continente americano, sino que nos aproxima a niveles africanos. Todos los indicadores socioeconómicos prenden las alertas de las agencias internacionales y son un llamado a la conciencia moral. Para agravar la situación estamos en una crisis política de desconocimiento entre las partes, generada por la intolerancia gubernamental desde principios de siglo, que no ha logrado resolver ningún problema estructural, y por el contrario, los agravó todos, dinamitando cualquier intento de convivencia y negociación política, por la intención hegemónica de quienes ejercen el poder.
Estamos en presencia de lo que a partir de Aguilar León (1992) se denomina “daño antropológico”, que afecta a la persona humana es su propia estructura existencial, la despersonaliza, la desapropia de su conciencia, voluntad y libertad, que incauta su soberanía. Desde la pretensión del Hombre Nuevo, se llegó al hombre enfermo (Homo Saucius) que desarrolló una enfermedad antropológica, según Valdez Hernández (2020).
La superación de esta condición, debemos sanarla los venezolanos por nuestros propios medios, con la solidaridad, la mediación, el apoyo, de la comunidad internacional y los organismos multilaterales pero sin renunciar a nuestra responsabilidad, que algunos pretenden entregar a otros, en lo que se ha llamado la tercerización.
¿Cómo los venezolanos podemos sanar el daño antropológico? Pues, a través de la trilogía conceptual: 1) Comprender – 2) Concienciar- 3) Transformar. Es decir, construir a partir de nuestras potencialidades una teoría original con praxis transformadora, en diálogo patriótico, para lograr consensos mínimos indispensables.
Proponemos el giro antropológico para la plena realización de la persona humana; que supere el economicismo, la perspectiva fragmentaria y estancaría de la realidad, dividida en fases y procesos, la reproducción, las ritualidades, la estética de la desesperanza, que se muestra en los espacios vacíos de contenidos, oscuros, destartalados, robados, vandalizados, lúgubres, en fin, mustios de la escuela venezolana.
La educación primera prioridad, como la vía para sanar el daño estructural del país, debe estar consolidada junto a la reciudanización y democratización de la vida pública integral, la revitalización de la sociedad civil y fortalecimiento de los cuerpos intermedios y la construcción de un acuerdo fundamental en todos los aspectos estructurales.
El giro de la educación debe narrarse en clave antropológica con un modelo de gestión en dos niveles; gestión política estratégica y gerencia en su nivel técnico-instrumental, fundada en los principios de participación y corresponsabilidad. Para tal efecto se debe construir una estructura estatutaria (Pérez y Millán, 2019), conformada por los estatutos; ontológico, epistemológico y formativo en la que cada uno soporte al siguiente, con el fin de la promoción y plena realización de la persona humana.
El giro propuesto debe construir un cambio de la educación que tenemos a la educación que queremos, con un tránsito del profesorado a la docencia, de la reproducción a la investigación para la creación, la comprensión y la transformación, del “eventismo” a la extensión que articule la escuela con la comunidad, con educación en valores para el ejercicio de la ciudadanía, en un modelo educativo pertinente, abierto a la innovación, que hemos venido estudiando desde el ámbito académico un grupo de profesionales, en marco de los estudios doctorales en el Instituto Pedagógico de Maturín (IPM).
El giro antropológico de la educación supone humanizar el contenido del cambio indispensable, que nos reencuentre a los venezolanos en un proyecto común, gestado con la participación activa, solidaria y constructiva, en espíritu de comunidad, como reconocimiento de nosotros mismos, apropiados del otro y logrado en comunidad de espíritu, con la plena realización de los fines propuestos.
Se trata de ir más allá de la instrucción, hacer de la escuela un eje articulador, en el formar-se, abolir la estética de la desesperanza por la acción creadora, y convertirla en promotora para que humanice el espacio físico con amabilidad en los actores y protagonistas educativos y redignifique a la persona humana.
Referencias
Aguilar León. L (1992) Reflexiones sobre Cuba y su futuro. Ediciones Universal: Miami
Pérez. L y Millán. F (2019) “Formación histórica de los modelos de gestión universitaria”, pp. 254-270, en Investigación Educativa en un Mundo en Constante Transformación. Daniel Aguilar (Comp.) Cuenca-Ecuador: AsEFIE
Valdez Hernández. D (2020) “Causas, síntomas y consecuencias del daño antropológico provocado por los regímenes totalitarios”; Democratización, 7, pp. 6-16
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