OPINIÓN

El género en el asunto de la igualdad

por Miguel Ángel Cardozo Miguel Ángel Cardozo
Sofía Ímber

Sofía Imber, fundadora y expresidenta del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas

La igualdad de género no es un asunto de igualdad numérica y la pretensión de reducir a esta errónea noción el complejo problema que aquella entraña en la contemporánea sociedad global podría ampliar más bien la brecha entre quienes necesitan, como nunca antes lo requirió la humanidad, una sinérgica acción que le permita a esta salvar los enormes escollos que hoy amenazan con empujarla hacia la vía rápida a un inimaginable retroceso, si no a su extinción.

Preocupa que incluso en instancias como las Naciones Unidas se hable, verbigracia, de la consecución de la paridad de género en el ámbito laboral, a través de la obligatoria contratación de igual número de mujeres y hombres, como una de las grandes «soluciones» a tal problema, cuando su auténtica solución radica en una cultura de igualdad de oportunidades sustentada, a su vez, por una educación para el respeto y valoración de la persona humana indistintamente de su género, raza, orientación sexual, creencias y demás condiciones, inclinaciones, preferencias o circunstancias.

Cosas como la mencionada obligación colocan en un segundo plano el mérito y otros factores clave para el desarrollo de todo el conjunto de la sociedad, y no contribuyen a atacar las causas de las nocivas desigualdades —no solo en lo que a género se refiere— que hasta ahora se han traducido para el mundo entero en enormes costos económicos, sociales y, sobre todo, culturales.

Potenciales emprendimientos, gestiones públicas y empresariales efectivas, avances científicos y tecnológicos, obras literarias y artísticas en general, y otras importantes contribuciones, de índole diversa, se han frustrado en la idea o perdido en la oscuridad de lo que de mil maneras diferentes impiden los ajenos prejuicios y la constricción de libertades por variadas razones, incluyendo las de género, pero, ¿no se privará acaso a esa sociedad global de muchas más si, en un contexto ni siquiera parecido al de la verdadera igualdad de oportunidades, se logran imponer criterios como el de lo numéricamente «equitativo» —más allá de las competencias— en cuanto supuestas soluciones al problema de la desigualdad, entendida en el más amplio de los sentidos?

Si por ejemplo se reflexiona acerca de lo que se necesitará en Venezuela para su reconstrucción una vez que en ella se recupere la libertad, queda claro que no deberá importar en tal marco, como no debería importar en ningún otro, si los más idóneos para liderar o llevar a cabo las actividades orientadas a la consecución de ese propósito, en todos los ámbitos, pertenecen o no en igual número a los tantos grupos que se pueden considerar según el abanico de características que incluye el género, porque lo contrario solo obstaculizaría un proceso en el que ya de por sí sobrarán las dificultades.

En todo caso, en momentos en los que en el centro de los grandes debates globales ocupa un lugar central el asunto de la igualdad —incluida la de género—, sin que ello implique que, más allá de lo declarativo para el mantenimiento de apariencias cónsonas con lo políticamente correcto, ocupe semejante lugar en las agendas nacionales de desarrollo —donde estas agendas al menos existen—, es oportuno pensar y discutir con honestidad y sin ideas preconcebidas sobre él, puesto que su ausencia, sin hipérbole alguna, es el principal problema a resolver en este siglo XXI si se quiere que para la humanidad haya un siglo XXII y otros más, y el inicio de su solución es justamente el completo cierre de la brecha en materia de oportunidades entre hombres y mujeres.

@MiguelCardozoM