Una baja brutal de la temperatura –el termómetro desciende hasta – 40° C– hace que se hiele el lubricante de las armas automáticas, las cuales se encasquillas continuamente. Pero enfrente, en el lado ruso, todo marcha muy bien: parece ser que los rusos disponen de grasas especiales a base de sebo. Nuestros hombres carecen literalmente de todo lo que haría falta para resistir el frío. Nuestros soldados realizan un esfuerzo sobrehumano (Hans-Ulrich Rudel, 1994 [1966], Piloto de Stukas).
Las memorias, diarios e informes de los soldados y oficiales de la Wehrmacht (Ejército alemán) al referirse a la Batalla de Moscú (2 de octubre de 1941 al 7 de enero de 1942) hacen énfasis en el llamado “general Invierno” como la principal causa de su derrota en la campaña rusa tanto en el 41-42 como en el 42-43 (Stalingrado). El otoño con su rasputitsa: lluvias que producen un lodazal que detiene el avance en los caminos y después en noviembre comienzan las heladas que pueden bajar más allá de los 40 grados. La mayor parte de la historiografía en Occidente, que podemos ver reflejadas en las grandes obras enciclopédicas sobre la Segunda Guerra Mundial y las más famosas series documentales, siempre afirman esta tesis. No sucede así con la soviética o postsoviética que le sigue dando un peso secundario al clima. En la serie que comenzamos hoy sobre el 80 aniversario de la primera gran derrota militar de la Alemania de Adolf Hitler a las puertas de la capital soviética, intentaremos dar respuesta a la veracidad de dicho argumento.
En los artículos que dedicamos al inicio de la Operación Barbarroja (invasión alemana a la Unión Soviética desde el 22 de junio al 5 de diciembre de 1941) a partir del pasado mes de junio, explicamos cómo Hitler abandonó la estrategia fundamental que daba prioridad a la captura de la capital por la toma de Leningrado, Kiev y el avance a la zona industrial de Jarkov y Crimea (objetivos secundarios). Una vez conseguido el sitio del primero y el control del segundo a principios de septiembre, establece el día 16 la Directriz N° 31 en la que define la “Operación Tifón” retomando la meta inicial. Se busca rodear Moscú con la típica táctica de “pinzas” por el norte controlando Kalinin y el sur en torno a Tula. Todo esto debía realizarse antes de la llegada del invierno, y confiaban que así sería por la otra vez errada percepción que el Ejército Rojo estaba derrotado. Ya se había recorrido más de la mitad del camino al tomar Smolensko entre julio y agosto, faltándole solo 420 kilómetros. En este momento es que Hitler cambia, decisión que la historiografía tiende a culpar del fracaso de la campaña rusa debido a que se perdieron dos meses en los cuales la Blitzkrieg no tendría el obstáculo de la lluvia y las heladas.
En la parte central, en la carretera que va directo a Moscú los panzer encerraron el 13 de octubre a 660.000 soldados en la Batalla de Viazma (a 235 kilómetros del objetivo) y Briansk. En este momento el terror se apodera de los habitantes de la capital y comienzan a retirar el personal diplomático, museos, industrias y el gobierno en general; pero hay que reconocer el hecho que Stalin decidió quedarse. Esta victoria al contrario significó para el Alto Mando alemán el convencimiento que habían ganado la guerra. Muy probablemente, el mito del “general Invierno” surge porque de inmediato comienzan las primeras nevadas que se derriten generando la rasputitsa que ralentiza el avance. Tal como dijimos el relato occidental no hace énfasis en las feroces defensas en Kalinin y Tula, lo cual sí resaltan las numerosas películas y documentales soviéticas como las actuales junto a su historiografía. La primera y más famosa de ellas ganaría un Óscar a mejor documental en 1943: Moscú contraataca (Ilya Kopalin y Leonid Varlamov, 1942), y así hay más títulos pasando por el docudrama: La Batalla de Moscú (Yuri Ozerov, 1985) de 6 horas; hasta los más recientes: Los 28 de Panfilov (Andrey Shalopa, 2016) y La última frontera (Vadim Shmelyov, 2020). Es un cine de propaganda con una excelente reconstrucción de la época en especial en los últimos films, pero no nos convencen con esos soldados invencibles y personajes totalmente planos. En medio de esta homogeneidad cinematográfica nos ha fascinado la magnífica serie docudrama de Ucrania: Soviet Storm: WW2 in the East (dirección: Anna Grazhdan y guión de: Artem Drabkin y Aleksey Isaev; 2011) de toda la guerra donde su capítulo 4 trata de “La batalla de Moscú”
El mito del “general Invierno”, como tantos otros, lo he identificado primero en sir Winston Churchill (1948-1956, La Segunda Guerra Mundial) y los historiadores británicos. De la obra del gran líder podemos extraer las siguientes frases que lo corroboran: “es razonable suponer que la llegada del invierno significó la salvación de Moscú” (vol. I, cap. XXII), y en una lista de cinco factores que llevaron a “la ruina de los ejércitos de Hitler” dos son: “la inmensidad de su país y los rigores del invierno ruso” (vol. III, cap. I), más adelante habla del “temible invierno ruso con todo su poder” (vol. III, cap. IV). Pero es muy sencillo, haga usted mismo el experimento y “googleé” (realice una búsqueda en Internet) del famoso “general” y se dará cuenta de su fama. Al parecer, los alemanes perdieron la guerra pero vencieron en más de una de sus interpretaciones.
Entre septiembre y noviembre el pueblo moscovita bajo el comando del general Georgi Zhukov, construyó un sistema defensivo de tres líneas en torno a su ciudad. Se formaron nuevas divisiones y se trajeron otras bastante experimentadas que estaban en frontera más oriental del país. El análisis y relato de la batalla entre noviembre y diciembre –y la respuesta a la pregunta-– lo continuaremos el 15 de diciembre, debido a que en las siguientes semanas debemos atender el 80 aniversario de dos frentes: el Norte de África con la “Operación Crusader” (del 18 de noviembre al 30 de diciembre de 1941) de los británicos en contra del Afrika korps y en el Pacífico con el ataque a Pearl Harbour y la expansión del Imperio del Japón (07 de diciembre de 1941 y los meses siguientes).
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