«Mas siempre el ganador/se lleva lo mejor». Así reza la popular canción titulada «El ganador se lo lleva todo». Pero no. En el caso de Venezuela, los saltimbanquis de la política latinoamericana, encabezados por Lula, no quieren ceder. No se ganó, se arrasó, pese a la infinidad de obstáculos interpuestos desde el malévolo poder.
Se podría comprender que, por ejemplo, en el caso de Chile, Pinochet solicitó quedarse al mando de las Fuerzas Armadas y eso facilitó en mucho la transición. Pero aquí, ¿por qué? ¿Acaso Caldera no le entregó todo el poder a Chávez sin trauma alguno? Esto a pesar de que todos, incluido el propio Caldera, sabía lo que se venía, cuando aquel diablo destructor juró sobre la «Constitución moribunda». Todavía seguimos pagando los venezolanos aquella terrible decisión democrática.
No existen dudas acerca de que la inmensa mayoría del país exige, exigió con su opinión mediante el voto, transformar esto en una verdadera democracia, en libertades y respeto institucional y de los Derechos Humanos, en un Estado de derecho que ahora no existe para nada. Habría que sumar los aproximadamente cuatro millones de votos, que no pudieron ejecutarse, de nuestros coterráneos en el extranjero. Parte del plan seguramente para gestarse un triunfo imposible.
Betancourt le entregó a Leoni y se apartó del poder, justamente para fortalecer el entendimiento social y político de la alternabilidad. Y aquellos adecos, en cabal entendimiento de esa alternancia le entregaron a Rafael Caldera, sin miramientos. Sin negociación subrepticia ni abierta. Los copeyanos tomaron completo el manejo del gobierno, muy a pesar de haber ganado con un pequeño margen. ¿Debido a qué habría que aceptar la propuesta de Lula y otros tantos de repetir la elección, si se sabe que no está establecida ninguna segunda vuelta en nuestra carta mayor? ¿Debido a qué repetir la elección, si la inmensa mayoría de los venezolanos ya se expresó sobrepasando la inmensa carga de dificultades previas a la votación, durante ésta y muy especialmente con las consecuencias derivadas de la no aceptación por parte del régimen de la monumental derrota que le propinamos los venezolanos?
Un gobierno coaligado es la otra descabellada propuesta. ¿A razón de qué? Pactar algo así con sujetos que han sido irrespetuosos de todos los pactos habidos y por haber es cederles un espacio que en principio no se merecen porque están derrotados, porque no es lo establecido, y porque es indeseable en la Venezuela por venir. Darles espacio que los votantes les quitaron de raíz es traicionar a la inmensa mayoría de los venezolanos. La gobernabilidad está comprometida en nuestro país en los próximos años. Esa será la lucha más importante de esta transición. Pero primero los trapaceros de aquí, y los continentales, deben aceptar la derrota, para luego empezar a encaminar el país hacia las libertades. Arduo trabajo ahora y después. Gracias, Lula, por tus deseos de sobrevivencia de tus panas, pero no. No cuadra. Ah pues.