¿Quieres que te cuente un cuento? ¿O hablamos de la Veleta del Gallo y el tiempo? No es de dudar que la generación de estas dos primeras décadas del siglo XXI ignoren el viejo cuento del Gallo Pelón, una típica chanza para marear a alguien o saltarse una interrogante, esquivar un asunto cuyo más inmediato ejemplo fue el entonces canciller José Vicente Rangel al ser inquirido si se encontraba en Venezuela el prófugo de la justicia peruana Vladimiro Montesinos. Con su característico cinismo contestó: ¿Quieren que les cuente el cuento del Gallo Pelón? ¡Sí!… No, ¿que si quieren que les cuente el cuento del Gallo Pelón? ¡Sí!… evadiendo la respuesta. Pues bien, por estos días preelectorales, no son pocos los políticos del régimen, u oposición, que han recurrido al citado cuento ante cualquier interrogante sobre la trama de Pdvsa, el paradero de Tareck Aissami y pare de contar. Cada amanecer nos despierta un escándalo que se puede esconder con otro y la paradoja de contradicciones elitescas en oscuros intereses.
A aquel orden se suma la antigua historia de la veleta que coronaba la Torre de los Vientos de Atenas, el año 48 a. C. para indicar la dirección del viento. No dejando de existir en cualquier tejado, en Venezuela constituía un puntual instrumento que define el pensamiento político de alguien que dice aquí lo que no me convino allá, en el marco de la célebre expresión atribuida a Carlos Andrés Pérez -ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario-, solo que esa veleta ya no indica el rumbo del viento. Instalada en Miraflores, señala la ruta de Estado de Derecho, un tanto inspirado en una famosa cita de Pascal:
«Así nada se ve de justo o no cambie de calidad al cambiar el clima. Tres grados de elevación del polo transforman toda la jurisprudencia. Un meridiano decide la verdad»…
En este tiempo, la veleta política no tiene como símbolo el bíblico gallo que anuncia ante la oscuridad la salida del sol. Acaso pudiera ser un melancólico girasol, con la cursilería del ¡me quiere, no me quiere!… votamos o nos abstenemos… si denunciamos corrupción, nos denuncian… si no me postulo desempolvan expediente por favores recibidos…
En aquel juego de intereses, la ciudadanía está en vilo de élites partidistas con sus respectivas clientelas, becados desde «Monómeros» y considerados cómo «héroes de la patria» por uno de sus causahabientes, que a los fines de asegurar la impunidad, en hechos de corrupciones, deberán impedir que la ciudadana María Corina Machado se imponga por voluntad popular, en la programada elección primaria. He allí la gran trastada, la verdad verdadera que se juega el régimen para mantenerse en el poder. Lo contrario de tan luciferina estrategia es activar los juicios pendientes en el Ministerio Público, con las respectivas confiscaciones de bienes. He allí, por lo visto, el insistente pregón de entenderse y el soberano debe saberlo, para desobedecerla. Unas élites políticas y sus clientelas no pueden torcer la voluntad de restituir el Estado de Derecho. En el ejercicio del voto está la esperanza que ningún fraude podrá obstaculizar, salvo un autogolpe, que escaparía a las escasas posibilidades democráticas.
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