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Desde la aparición de la pandemia en 2019 la humanidad vive una gran incertidumbre, ya que han inmerso a la sociedad en una de las peores crisis económicas de la historia, comparada al crash de 1929.

La superación de las crisis, por la humanidad, siempre han sido efectos importantes en cada uno de los acontecimientos y los reincidentes cisnes negros de la economía, registrados en toda la historia humana.

En este tiempo, ante el confinamiento nacional e internacional al que han sometido a la población mundial, por un poder inimaginable, desconocido y real que lo interviene todo: leyes, economía, creencias, filosofía, academia, política, ciencia, medicina, guerras, banca y poder; de manera que se está ante un imperio impalpable de dominación mundial, bien articulado, estructurado y distribuido en todos los poderes constituidos en el mundo, que todo lo vigila. Un poder increíble pero efectivo, que a pesar de no tenerse evidencias ciertas de quiénes lo ejercen en verdad, ya que no son elegidos y no gozan de legitimidad por las naciones, no puede negarse su existencia.

Hace más de dos décadas, cuando la nación venezolana comenzaba su tránsito por la tragedia continental que viene sobrellevando estoicamente, no se les escuchaba, ni se le creía en ninguna audiencia internacional; hoy la desventura y restricción de los derechos civiles universales del hombre, abrazan al mundo, con ella, la tragedia que implica cargar a cuestas un régimen tirano como el de Venezuela o incluso como el instaurado en China por el PCCH; es por ello que ya empiezan hacer eco los auxilios en el concierto de naciones la desdicha venezolana.

En efecto, la sociedad ha venido cambiando y con ella las relaciones entre ciudadanía y Estado. No hace tanto se escuchaban protestas y amenazas por parte de la sociedad civil organizada en generar boicot a los gobiernos que intentan transgredir los derechos fundamentales de las personas, hoy cada vez resulta más difícil detener tales flagelos, sino al contrario, son los Estados, a través, de los gobiernos, sus estructuras de poder, los que le hacen boicot a la economía particular y vida social de las personas.

Venezuela es el resultado del adoctrinamiento que poco a poco se fue invirtiendo en la ideología. Para nadie es un misterio la cantidad de recursos financieros que se invirtieron en el adoctrinamiento de los ciudadanos venezolanos que fueron a estudiar a las mejores universidades de Europa y del mundo, para beber de la fuente misma de la filosofía del materialismo histórico; hoy toda esa cosecha, que fue la siembra del petróleo de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa del siglo XX, antes de la caída del muro de Berlín, permitieron la consolidación de las ideologías socialistas y estatistas, además de la ocupación de los principales puestos de trabajo en el sistema político del Estado Nación, que desencadenaron premeditadamente el debilitamiento del sistema de principios de la democracia liberal, hasta llegar al deterioro y destrucción donde se encuentra el sistema de justicia, de derechos y garantías de Occidente.

Es importante enfatizar que todo ese experimento de reingeniería social, acontecido en Venezuela, se ha venido practicando en todas las naciones de Occidente, como arma estratégica ideológica por la desaparecida URSS antes de su desmoronamiento y colapso económico, para así abarcar todos los rincones y ámbitos de la estructura político económica de las naciones, ya no sólo a través de las armas, sino de la permeabilidad e infiltración de las ideas estatistas en la distribución del poder mundial, abarcando todos los centros de poder , ONG, instrucción, movimientos populares, arte, ciencia, la prensa, la radio,  el cine, la TV, la música, las redes sociales, Internet,  las principales empresas, los partidos políticos, la iglesia, los movimientos culturales, artísticos y musicales, la escuela, además de la academia.

Es así como  la modelación de la conducta ha venido siendo transformada y con ella todo el sistema político, con la incautación y transformación de las ideas de un Estado Nación, cimentado en los derechos universales del hombre, con alineaciones opuestas a la democracia liberal, amparadas en los principios doctrinales de un sistema político estatista  que condicionan la conducta humana;  todo esto a la luz de la sociedad que ha venido siendo, poco a poco, reorientada  a diez, veinte y treinta años para lograr estos resultados que hoy desafían al mundo, con la ya, anunciada Agenda 2030.

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