Entre las arremetidas más peligrosas del madurismo- chavismo está en primera línea la destrucción de nuestras universidades autónomas, símbolo de democracia y libertad. Basta con visitar los campus de las distintas universidades, conocer la suerte de distinguidos profesores, muchos afrontando estados de hambruna y comparar con la atención que presta el actual régimen a las condiciones de supervivencia de estas comunidades.
La muerte del profesor Enrique Planchart sensibiliza profundamente las heridas que llevamos con nosotros todos los egresados, profesores, estudiantes y trabajadores de nuestras casas de estudio. Su advertencia está hoy más vigente que nunca: “La Universidad está amenazada; los valores de la Universidad no parecen compartidos por quienes administran el Estado en estos tiempos; estos favorecen instituciones que no son universidades, son escuelas de formación para gente que sea capaz de realizar tareas puntuales que pueden parecer importantes en este momento, pero que no tienen ni tendrán la capacidad de seguir su autoformación, de desarrollarse y adaptarse a los cambios (en el mundo) que son indetenibles”.
En mi experiencia profesional en materia de desarrollo organizacional de empresas pude encontrar a través de los años a multitud de profesionales provenientes de sectores humildes que lograban, con sus esfuerzos y el de sus familias, coronar exitosamente carreras profesionales como economistas, ingenieros, médicos, arquitectos, economistas, abogados, administradores, farmacéuticos, agrónomos, veterinarios, sociólogos, literatos, biólogos y desde allí emprender caminos de aprendizaje, innovación y reflexión, actividades que constituían la plataforma para la expansión y crecimiento propio, de sus empresas además de ser oportunidades de formación y trabajo para nuevas generaciones.
Las perspectivas de hoy son contrarias, existe un afán en el grupo que controla el poder de acabar con nuestras universidades, cercarlas, al negar los recursos, desmotivar las carreras pedagógicas, el desarrollo científico, tecnológico y humanístico. Pretenden sustituir décadas de progreso por una parodia educativa como son las instituciones educativas chavistas que forman médicos sin destrezas ni conocimientos para ocuparse de la salud pública o abogados que escriben notas con horrores ortográficos y en total desconocimiento de leyes y de la Constitución.
Cierto que la crisis es total, es la destrucción de la economía, al pretender llevarla a una situación de no-economía como en Cuba, un pueblo dependiente de las limosnas de los rusos o de Chávez. Es acabar con el Estado de Derecho y para ello hay que ideologizar las escuela de formación de abogados, carentes de la asignatura «tradicional» como Derecho Mercantil, Penal o Administrativo, pero con asignaturas ideologizadas, tituladas «Regulación jurídica de las relaciones privadas» y «Economía social y desarrollo endógeno sustentable». Sus egresados pasan directamente a ser funcionarios, simples picapapeles responsables del engorroso camino legal que impide cualquier iniciativa. Si la red chavista de educación forma ingenieros no quisiera estar debajo de ningún puente construido por ellos.
Paradójicamente, hoy quienes pueden alcanzar títulos universitarios no son los venezolanos por sus méritos académicos, como repetía el profesor Planchart: ”Este gobierno que se dice socialista ha hecho que el sistema universitario sea solo para un grupo de privilegiados, para quienes tengan transporte y puedan comer tres veces al día. Quedaremos con menos estudiantes y menos profesores, pero tenemos que seguir, porque lo contrario sería enterrar a la USB”.
En su afán totalitario el régimen pretende sustituir el derecho de las instituciones universitarias a nombrar sus autoridades, con base en el reconocimiento de los méritos y esfuerzos de sus integrantes. Su interés es dejar colar en las universidades a ciertos militares y otros personajes enemigos de la investigación, del estudio, del esfuerzo por encontrar soluciones, imponer personaje que vayan a mandar, a cuadrar líneas de pensamiento con el universalmente derrotado socialismo.
En medio de esta lucha sin fin por lograr el cambio político hacia gobiernos democráticos tenemos que estar atentos y conscientes de que si el totalitarismo acaba con las universidades autónomas nuestro futuro está en peligro total.
Es cierto, Maduro. Cabello y Padrino nunca fueron miembros de conciencia de comunidades universitarias, son desconocidas para ellos, las consideran enemigas, obstáculos de sus ambiciones. Son un impedimento para establecer el totalitarismo, el control sin límites en nuestra sociedad. Sus decisiones contra las universidades no son simples estocadas o amenazas, son heridas mortales contra un futuro posible. No solo es la destrucción de la economía, el hambre, la anulación de la libertad de opinar, destruir las universidades libres es en síntesis tan dramático como la existencia de desnutrición infantil, que niega los alimentos a los infantes para formar sus huesos, músculos y cerebros, ambos constituyen el más dramático episodio del robo del futuro a los venezolanos. Hay que defender nuestras universidades libres de la destrucción porque lleva en sus entrañas la disolución del país.