OPINIÓN

El “frenazo” de Lula y el equilibrio en Latinoamérica

por William Santana William Santana

Foto EFE

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, condenó este martes la violación de la integridad territorial de Ucrania por parte de Rusia y volvió a llamar a la mediación para poner fin a la guerra, una iniciativa de paz que fue criticada por el gobierno de Ucrania. Estas declaraciones se producen después que un portavoz de la Casa Blanca acusó a Lula de «hacer propaganda rusa y china como un loro sin mirar los hechos». Y este martes, la Casa Blanca dijo que el «tono de Lula no era de neutralidad», declarándose indignados por las declaraciones.

Esto se produce recién llegado de una visita oficial a China con el lema “Brasil está de vuelta”, siendo la primera actividad presidencial fuera del vecindario, ya que anteriormente había descartado su presencia en la Cumbre Iberoamericana por ese motivo, lo que da una idea de la importancia de la misma. En ese país firmo una serie de acuerdos y obtuvo diez mil millones de dólares para sus programas en Brasil, cantidad importante que refuerza de manera significativa las relaciones económicas toda vez que China es su principal socio comercial.

Durante esa visita Lula además no dejó de exhibir una posición antinorteamericana declarando: “Nadie nos va a impedir que profundicemos nuestras relaciones con China”, criticando el papel del dólar como medio de pago internacional y declarándose dispuesto a considerar la idea de un mecanismo alterno con otra moneda como lo está haciendo Rusia con China y este último con Irán y Arabia Saudita. Igualmente declaró: “Estados Unidos necesita dejar de incentivar la guerra y empezar a hablar de paz. Es necesario que la Unión Europea empiece a hablar de paz para que podamos convencer a Putin y Zelenski de que la paz es el interés de todos y que la guerra, por el momento, solo interesa a ambos”. La Casa Blanca no respondió de inmediato a una pregunta de Reuters sobre las supuestas reacciones, pero este martes por la noche dijo en un comunicado que el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, había hablado con su homólogo brasileño, Celso Amorim, sobre «una serie de acuerdos bilaterales y problemas globales, incluida la guerra de Rusia contra Ucrania».

Todo esto se produce justamente cuando Sergey Lavrov, canciller ruso, se encuentra en Brasilia “reforzando los lazos bilaterales y comerciales” con ese país, lo que evidencia que el reclamo de Estados Unidos debe haber sido lo suficientemente fuerte y contundente para que Lula se tragara sus declaraciones anteriores y condenara la invasión rusa, así como apoyara la integridad territorial de Ucrania. La “vuelta” de Brasil al escenario internacional se inicia con un tropiezo y bien serio. Quizás alentado por Macron, quien deslumbrado por la atención que le hicieron los chinos en su reciente visita a ese país tuvo palabras en el mismo sentido al declararse neutral en el conflicto China-Estados Unidos por el estrecho de Taiwán.

Todo esto pone de relieve hasta qué punto se puede esgrimir alguna neutralidad en Latinoamérica, especialmente de los gobiernos “rosados” con relación al conflicto Rusia-Ucrania y del que está latente en el Indo-Pacífico a causa del expansionismo chino. Difícil distinguir entre equilibrio y neutralidad para las tres grandes economías en la región. De Brasil es hasta cierto punto entendible por sus compromisos con el BRICS, pero de López Obrador y Fernández, que han tenido sus amagos, es más difícil. Estos últimos, frente a sus veleidades progresistas, deben tener siempre presente que Estados Unidos es su referencia obligada más que cualquier otra potencia extrarregional, el primero por la múltiple agenda cooperativa-conflictiva con su socio del norte y el segundo por su sempiterna deuda de la cual los norteamericanos deciden por su primacía en el FMI, lo cual no es poca cosa. Para este análisis no califican aquellos otros a quienes Lavrov actualmente “distingue” con su visita que son Nicaragua, Cuba y Venezuela.

Lo notable de todo esto y que pareciera significar un giro importante y hasta cierto punto esperado y deseable en la región es que los Estados Unidos pongan más atención en Latinoamérica en relación a lo que está sucediendo en el mundo. No se trata de pontificar ningún intervencionismo o injerencia, sino de controlar de alguna manera nuestra adscripción a intereses que nos son particularmente ajenos y opuestos a nuestro cultura y valores democráticos, promoviendo además el antinorteamericanismo. La deriva de los relacionamientos en el mundo confirma la integración de un eje de países autoritarios o dictatoriales, liderados por China y Rusia, frente al mundo occidental, democrático y neoliberal, del cual hasta ahora se supone América Latina forma parte.

Estos cambios en el sistema internacional nos hacen avizorar un mundo más conflictivo, sin gobernanza global que pueda impedir o atenuar de manera alguna las amenazas a la paz y seguridad internacionales. Pareciera que estamos de vuelta al siglo pasado con la posibilidad de una guerra de alcances mundiales, amenazas nucleares incluidas, con los efectos inimaginables que significarían para la humanidad. Ya no se hablaría de temas como los derechos humanos, medio ambiente, petróleo, crimen transnacional ni otros de la actual agenda, sino de sobrevivencia al estilo de Mad Max.

América Latina, rezagada actualmente del desarrollo mundial, ambicionada de dominio por algunos por sus recursos minerales, debería replantearse vías de desarrollo que supongan mayor interacción con Estados Unidos y la Unión Europea, en consonancia con los múltiples ofrecimientos que se le ha hecho para ello, a la par que expresar con firmeza su rechazo al uso de la fuerza y la amenaza de la misma conforme a sus obligaciones jurídicas internacionales, empezando por la Carta de las Naciones Unidas y su adscripción irrevocable a los principios democráticos, como lo establece la Carta de la OEA. De otra manera estaríamos supuestos a ser conminados, en un futuro no muy lejano y tal como sucedió durante la Segunda Guerra Mundial, a decidirnos en qué bando estamos o si no…

La neutralidad y el equilibrio no son eternos.

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