OPINIÓN

 El fraude del rentismo

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

Si evaluamos la orientación de los temas de futuro veremos que en lo inmediato parecieran no preocuparnos. La polémica cotidiana se basa en acusaciones sobre supuestos desfalcos, denuncias de actos de corrupción sin enfrentar los culpables con argumentos de valor lo cual facilita la intención de los que concentran el poder en sus manos de permanecer en sus posiciones. ¿Dónde estará el anterior presidente de Pdvsa con su monumental desfalco al erario?

Denunciamos el rentismo sin aclarar que es un vil instrumento de dominación política. En nuestro país el que manda y decide es el dueño de la renta y si además esta posesionado del control político del Estado tiene el mandado hecho. Sin embargo, como dice José José, “lo que un día fue no será”, el rentismo está fuera de discusión -out-. Al mundo lo preocupan otras cosas, la gente sabe que el rentismo era una quimera que se apagaba con un soplo, como las velas de la torta de cumpleaños. La renta subía o bajaba, pero nada tenía que ver con lo que hicieran los empresarios, los productores, los trabajadores, ni siquiera los gobiernos, era un simple resultado de relaciones de poder mundial, es decir fuera de todo acceso.

Hasta ahora Venezuela ha sido un país minero exportador con un Estado que se aposenta como dueño del petróleo y de todo. Nuestra legislación ladinamente lo hace dueño del petróleo, consagra la propiedad privada y al mismo tiempo asienta que el Estado en nombre del “bien común” administrará todo, sin controles, lo que lo convierte en patrón de nuestra economía, en distribuidor, exportador y receptor de la renta. Cobra y reparte como le da la gana. Su poder no tiene límites, no tiene que rendir cuentas a nadie. Los tribunales están a su servicio, los jueces son sus empleados. Esta realidad ha ordenado la dirección de la riqueza petrolera, de los recursos que alimentan la economía del país y con ello la suerte de trabajadores, empresarios, ciudadano, familias, instituciones y todo lo que tenga vida en nuestro territorio. Basta recordar Aló, Presidente, Chávez repartiendo según su criterio los recursos del país entre sus allegados y afines políticos.

Sin embargo, las señales de la economía mundial auguran grandes y profundos cambios, la energía fósil se mantendrá, pero una nueva oleada de productos derivados del desarrollo científico y tecnológico auguran cambios trascendentales, los países más avispados comienzan a invertir en otro tipo de energía, incluso países petroleros como Arabia Saudita se embarcan en lo nuevo, creando plantas para producir energía con base en el oxígeno verde. Aquí simplemente no hablamos de eso. Todas las señales indican que los posibles proyectos futuros para Venezuela dependen de un sustancial cambio político.

Como una manifestación del poder del régimen, en este ínterin previo a las elecciones primarias que -sí pueden ser un salto cuántico al futuro- y como es habitual, desde el oficialismo se ha pretendido controlar el juego político imponiendo o amenazando con estúpidas medidas de inhabilitación sin ningún fundamento constitucional. Sin mostrar en ningún momento la validez de sus razones, tratar de imponerse, a la fuerza con mentiras. No se habla de proyectos de desarrollo industrial, agroindustrial. Mucho menos se menciona qué pasará si el petróleo deja de ser el motor de la economía. No propone caminos, como han hecho en Nueva Zelanda para crecer y prosperar, para que los trabajadores tengan mejores empleos, salarios de calidad y para que los consumidores no sufran con la invivible inflación, un terreno en el cual tenemos el dudoso honor de “gozar” del índice más alto del mundo durante más largo tiempo. La consecuencia de este fracaso de la conducción económica se refleja en algo vital, los salarios, fuente de ingreso del 90% de la población se destruye, los productores están cercados por la paralización del mercado y todos somos más pobres cada día. No se oye al Sr. Maduro proponer una vía, un camino para derrotar la inflación, sólo le preocupa -junto a Cabello y a Padrino- que le quiten las sanciones para engullir todo lo que tenemos afuera y poner trampas para quedarse enquistado en Miraflores. Nunca ha mencionado “El desarrollo industrial” como asunto vital que concierne al país. Creo que para él estas instituciones no existen, debe mirarlas como forajidos que roban al obrero, especuladores, no productores. Una victimización que le es útil porque nutre el viciado concepto de “lucha de clases” que tanto usaban el Che y Fidel Castro, ambos culpables de la ruina del pueblo cubano.

Reconocer este entorno sociopolítico les abre el terreno a los candidatos a las primarias. Tienen la oportunidad de denunciar, mostrar, cómo visualizan la economía aquellos que la han destruido, basta ya de hablar de políticas sin vincularlas a la propiedad, al rentismo, la estatización, la corrupción de recursos públicos y sin proponer cómo superar esta encrucijada de fracasos.

El rentismo es un fenómeno que existió cómo una decisión del liderazgo, vivíamos en la falacia de la renta porque nuestra industria, agricultura, sector terciario eran aparentemente débiles, su enemigo era el Estado intervencionista, controlador y enemigo “de clase” de los que aspiraban a emprender, crear industrias, comercios, ampliar los mercados. La ceguera ideológica no les permitía producir buenos empleos, mejores salarios, oportunidades para desarrollarnos y generar una poderosa oferta exportable basada en ventajas competitivas, pero también en los hallazgos científicos y tecnológicos. Hoy sabemos que algunos países han crecido porque valorizaron una oportunidad, entre ellas hacer crecer la agroindustria, exportando salmón, kiwi, peras, todos aquellos productos apreciados por el resto del mundo.

Hoy comenzamos a comprender que depender de una renta o haber sido rentistas durante largo tiempo tiene efectos secundarios que agravan las fallas del Estado al desconocer el desarrollo industrial, agroalimentario, los servicios, la ciencia, la tecnología como procesos claves del crecimiento económico.

Desde esta perspectiva, vemos continuamente cómo saltan al escenario público diferencias entre sectores económicos, es el caso de las relaciones entre agricultores y agroindustriales, estos últimos prefieren abastecerse de materia prima en el exterior, lo cual arruina a los agricultores y empobrece a la población. El Estado contribuye a esta desvinculación entre sectores, que podrían tener un encadenamiento beneficioso para el país, porque su interés primordial se concentra en tener las bolsas CLAP llenas para que la gente no se subordine ni proteste. Bajo esta premisa se importan alimentos de mala calidad, sin controles sanitarios, sobras de otros países, sin reconocer el impacto en la salud pública, la ruina de los productores nacionales. En lo que si son aparentemente efectivas estas importaciones es en el cometido de callar a la gente. ¿Qué podemos hacer, cómo conciliamos ambos sectores de productores primarios e industriales y como le quitamos al Estado el poder de enturbiar sus relaciones y estafar al pueblo con populismo? Hay que proponer el camino para que todos puedan ganar y el país también.

En realidad, en lo económico solo hablamos del pasado, se denuncia el rentismo sin proponer que haremos para ser rentables, productivos, para estar en el mercado con productos distintos al petróleo o con ingeniosos derivados minerales producto de la investigación científico y tecnológica.

No basta denunciar el fin del rentismo, sin comprender que este fue una manera de existir sin crecer, con un sector industrial encorsetado por el Estado, lleno de sanciones, amenazas laborales, desconectado del conocimiento de las universidades, de la ciencia y la tecnología, el único territorio que abre nuevos caminos para que las sociedades vivan de su esfuerzo y la productividad sustituya el rentismo.

¿Qué vamos a hacer para que la agroindustria y la agricultura lleguen a acuerdos? ¿Qué nuevo horizonte económico- productivo podemos crear a partir de la riqueza minera, un recurso que aparentemente seguimos teniendo y que solo exportamos como materia prima sin sacarles el jugo industrioso? ¿Cuáles son las perspectivas industriales posibles en este país con luz solar todo el año, el quinto con más reservas de agua del mundo, con 17 millones de hectáreas de tierra sin explotar?

¿Qué podemos hacer para extender la frontera agrícola? Nuestros expertos en suelos saben que los nuestros son difíciles de explotar, que solo el 17% de ellos son de primera calidad. Veamos los ejemplos exitosos, Israel desarrolló una agricultura altamente productiva en el medio de desiertos, o Perú como el primer productor de arándanos en condiciones climáticas negativas. O Chile que inventó la industria del salmón solo observando que en ciertos lugares de sus costas el agua era más fría y este animal podría crecer allí, parió la idea y se dirigió a los japoneses que sabían de este tema. Hoy son exportadores importantes de este producto.

Necesitamos oír un discurso distinto que plantee cómo podemos desarrollar nuevas industrias, basta de quejarse del rentismo. Hay que saber cuáles productos de esta tierra podrían ser apreciados en otras partes del mundo, qué podemos hacer con la parchita, la guayaba casi desconocida en los países de mayores ingresos, la toronja de Barlovento que tiene fama de ser la mejor de todas. Invertir en ciencia y tecnología se convierte en un requisito de primer orden, potenciar las Facultades de Agronomía y Veterinaria de nuestras universidades para que sus investigaciones y descubrimientos logren convertirse en la llave para crecer.

En el tema laboral es imprescindible que las relaciones entre trabajadores y empresarios se asuman de forma distinta. Los socialistas nos han hecho creer que eran enemigos naturales, sin embargo, durante muchos años las relaciones en Venezuela se resolvían en una mesa de negociación con un contrato colectivo por delante. Eso lo teníamos y lo perdimos. Hoy no hay pelea ni nada porque 70% de nuestras industrias ha bajado la santamaría. Los trabajadores y sus familias tienen hambre y muchos deciden irse al estrecho de Darién

Hoy estamos de regreso de la arremetida de los trabajadores que buscaban, imploraban, que el Estado interviniera sus empresas, saben el costo de las expropiaciones. La realidad les ha mostrado el fracaso del estatismo y el rentismo, un gran fraude histórico basado en una fórmula para tontos: apoderarse de la propiedad y el poder de las empresas exitosas, convertir al Estado en dueño de la empresa y en el repartidor de las ganancias. Un proceso expropiatorio en el cual nadie se atreva a disputar la propiedad al Estado. Se anulan los liderazgos y sindicatos opuestos a la intervención pública, se les impide crecer para al  final ser expulsados. Al trabajador se le intenta arreglar con una oferta de prestaciones sociales y con protección abusiva frente al patrón por parte de las instituciones intermediadoras entre patronos y trabajadores. El patrón es considerado como un simple explotador. Así de sencillo ha sido el juego económico. Yo, Estado expropio, me convierto en dueño de la riqueza, decido, cobro y reparto.

El camino para crecer, expandirse económicamente es todo lo contrario, la aspiración es que florezcan miles de empresas, trabajadores y empresarios negociando en una mesa de dialogo su contrato colectivo.

El juego tiene que ser limpio, el mundo demuestra que el desarrollo industrial, agroindustrial, tecnológico son partes de la clave para crecer, por cada empleo industrial se generan tres en el sector terciario. Una industria conciliada con los productores primarios es un ente con posibilidades infinitas de crecer, de generar más productos en el mercado y con ello más oportunidades y beneficios para empresarios, trabajadores y para todos los habitantes de nuestro país.

Los candidatos a las primarias deberían pregonar por todo el país, en las comunidades, con los agricultores, los industriales, los comerciantes, que saben, que han aprendido que la espina dorsal para el crecimiento económico, tener más y mejores productos, radica en la existencia de sectores productores eficientes, trabajadores capacitados, empresas que operan con libertad en todos los niveles reforzados por los avances y conocimiento de la ciencia y la tecnología.

La renta petrolera parece estar moribunda, aunque aún puede servirnos para financiar buenas vías de comunicación, la creación de capacidades como clave para el desarrollo social y avanzar hacia un país de individuos responsables dueños de sus proyectos de vida y no simple súbditos de un Estado que vive de fomentar el rentismo como fórmula de dominación, opresión y autoritarismo.