No importa cómo lo quieran presentar o justificar. Las negociaciones con el chavismo en México constituyen un inmenso fracaso político para la falsa oposición representada por el G4 y aún aferrada a los escombros del llamado gobierno interino y la asamblea de 2015. Para establecer las dimensiones del fracaso hay que examinar el proceso mismo en el cual se embarcó la falsa oposición y el único documento que han producido hasta ahora conocido como “Memorando de Entendimiento”.
Lo primero que debe quedar muy claro es que ante el inminente retiro del apoyo de Estados Unidos al interinato de Juan Guaidó, la falsa oposición se ve obligada a buscar otras formas, distintas al gobierno interino, para financiar sus actividades. El no reconocimiento del gobierno norteamericano no sería en la forma de un desaire público a Juan Guaidó, a quien bien podrían seguir apoyando en forma retórica y protocolar. Es en el acceso que Estados Unidos le ha permitido al llamado gobierno interino a los activos de Venezuela en el exterior sin rendición de cuentas donde se sentirían los efectos. Cerrar los grifos de los aportes de la USAID y bloquear el acceso al manejo de Citgo y Monómeros, entre otros, sería equivalente a acabar con la orgía de corrupción del interinato.
Es la formal notificación de que Estados Unidos apoyaría al interinato de Guaidó solo hasta finales de año lo que provoca el pánico y la desesperación de la falsa oposición que ahora tendría que correr a pedir ayuda a sus socios de siempre en el régimen chavista. Sin un gobierno interino que les pague por “hacer oposición”, a la falsa oposición solo le queda el camino de regresar a la política de 2015 para reinsertarse en el régimen político chavista como una oposición oficialmente aceptada con los beneficios y las prebendas que esto significaría para sus clientelas.
Entonces, estas negociaciones, que nunca han sido tales, comienzan con la decisión tomada ya de antemano por parte de la falsa oposición de ir a las elecciones del 21 de noviembre para hacerse formalmente parte del régimen chavista. Sin embargo, era necesario crear una narrativa épica que permitiera justificar ante millones de venezolanos la nueva trama de la falsa oposición que ahora cambiaba de mantra como cambiarse de franela. Y la historia que se inventan es la del “Acuerdo de Salvación Nacional” que ni siquiera ellos mismos se creen. No es casual que la sabiduría popular haya detectado la estafa y la haya rebautizado como “del cese de la usurpación al cese de las sanciones”.
Y es que todo fue tan abrupto e improvisado que la tesis fundamental del acuerdo propuesto por Guaidó era ofrecerle al régimen chavista unos supuestos incentivos para lograr a cambio garantías electorales, respeto a los derechos políticos y ayuda humanitaria. Como incentivo se ofreció el levantamiento de las sanciones que había aplicado la llamada comunidad internacional y Estados Unidos. Ya de por sí resultaba curioso que se ofreciera algo que no dependía de la falsa oposición sino del sistema político y de justicia norteamericano que, en forma independiente y por sus propias razones, habría decidido sancionar al narcorrégimen de Nicolás Maduro y sus principales operadores. Pero, de todas formas, así quedó ofrecido.
Como es lógico, desde julio la falsa oposición se lanza en una intensa campaña mediática pagada por el interinato con recursos de Citgo y Monómeros para persuadir a los venezolanos que las ansiadas negociaciones con el chavismo serían una batalla épica y singular para salvar a Venezuela. El ruido de la campaña mediática para justificar las negociaciones con el chavismo contrastaba con el secretismo de una agenda cuyos detalles solo eran conocidos por los negociadores.
De esta forma quedaba planteado, al menos en teoría, que solo como resultado de los logros de esa negociación la falsa oposición participaría en la estafa electoral del régimen chavista el 21 de noviembre. Sin embargo, hechos ulteriores demostrarán lo que se ha venido denunciando desde el principio. La decisión de ir a las elecciones del 21 de noviembre ya estaba tomada desde mucho antes de ir a México a “negociar”. Todo ya había sido arreglado. El pago por adelantado para volver a reinsertar a la falsa oposición como parte del régimen político chavista no sería precisamente la suspensión de las sanciones por parte de Estados Unidos sino la participación de los falsos opositores en las elecciones del 21 de noviembre, como en efecto lo han confirmado estos mercaderes de la política sin que aún se haya terminado de “negociar” en México.
¿Por qué decimos que la falsa oposición fracasó en sus supuestos propósitos? Porque de todos los puntos contenidos en el “Memorándum de Entendimiento» el régimen chavista no cumplió ni siquiera uno, pero logró lo que quería. No hubo liberación de presos políticos civiles y militares (salvo que se asuma que solo se trataba de Freddy Guevara). Las condiciones y el cronograma electoral son las que ya existían antes de México y no van a cambiar. La ayuda humanitaria en Venezuela la seguirá manejando el chavismo como hasta ahora. El régimen chavista logra, una vez más, que la falsa oposición jure lealtad a su Estado y su Constitución. Entonces, ¿qué logró la falsa oposición de lo solicitado en el Memorando de Entendimiento? Nada. Sin embargo, a pesar de conseguir nada, es un hecho que la falsa oposición participará en la estafa electoral del 21 de noviembre.
En suma, nunca hubo negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición. Ante la inminente pérdida de poder financiero del interinato los partidos del G4 acordaron desde el comienzo regresar a la talanquera del régimen chavista y participar en el fraude electoral del 21 de noviembre de 2021. Las supuestas negociaciones en México son en realidad un teatro para justificar la decisión de la falsa oposición de acompañar al chavismo en su estafa electoral. El peor castigo para el régimen chavista y su oposición colaboracionista es promover una abstención masiva y militante el 21 de noviembre. Centros de votación desérticos, ocupados solamente por la clientelas de los partidos, sería una expresión inequívoca de desprecio colectivo hacia una clase política que no se cansa de traicionar a los venezolanos y vuelve a reincidir.