La reunión del XXV Foro de Sao Paulo, realizada en Caracas, evidenció el abrumador desprestigio internacional de Nicolás Maduro y de la nefasta revolución bolivariana. Diosdado Cabello anunció que asistirían 800 representantes de 70 países. Las informaciones de prensa indican que apenas concurrieron 150 delegados. La época en la cual el Foro de Sao Paulo generaba ilusiones entre la izquierda internacional y sectores populares ha terminado. El objetivo del evento era uno solo: mejorar la imagen de un régimen totalmente deslegitimado y desacreditado mundialmente por la forma fraudulenta de su elección y su desastroso desempeño. Definitivamente, no lo logró. Estoy convencido de que muchos de los delegados deben haberse preguntado la razón que pudo existir para que se despilfarraran 200 millones de dólares, sin tomar en cuenta la tragedia venezolana, en un evento que no iba a tener ninguna significación También se demostró que los partidos de izquierda del continente americano rechazan los radicalismos y orientan su visión ideológica a una perspectiva de centro enmarcada en valores democráticos.
Un acucioso periodista se dedicó a enumerar los partidos de izquierda democrática del continente americano que no asistieron. En verdad sorprende el número y su importancia: de Chile, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia (PPD) del ex presidente Ricardo Lagos, llegándose al extremo de que la joven diputada Camila Vallejo, del Partido Comunista, emitió fuertes críticas al evento; de México, el Partido Revolucionario Democrático (PRD) decidió no asistir para no respaldar el madurismo; Morena, del presidente Manuel López Obrador, no respondió a la invitación; de Ecuador, Proyecto País del presidente Lenín Moreno, el movimiento Pachakutic, de orientación marxista, el cual representa a los pueblos indígenas e Izquierda Democrática (ID); de Panamá, el Partido Revolucionario Democrático (PRD); de República Dominicana, el Partido Revolucionario Democrático (PRD); de Uruguay, el Frente Amplio impuso como norma que si alguno de los partidos que lo forman tomaba la decisión de asistir no debían avalar ningún pronunciamiento contrario a la ex presidente Michelle Bachelet y a su informe.
La mejor demostración de lo poco relevante del evento fue lo intrascendente del debate y la grandilocuencia del comunicado final. He tratado inútilmente de encontrarle algo novedoso, que aporte alguna idea para ayudar a resolver la discusión ideológica surgida en los partidos de extrema izquierda después de la desaparición de la Unión Soviética y la transformación de la China comunista en un régimen mixto: un capitalismo explotador y un totalitarismo violador de los derechos humanos. El comunicado se limitó, muy influido por el anacrónico pensamiento fidelista, a enfrentar “al imperialismo americano, a la derecha internacional y al neoliberalismo” con frases altisonantes y poco convincentes. No encontré ningún análisis sobre los grandes problemas latinoamericanos ni respuesta al reto educativo que significa para nuestros pueblos el avance de la ciencia y de la tecnología en el siglo XXI. Sentí que los delegados no habían percibido aún, y mucho menos entendido, la gran transformación, en todos los órdenes, sufrida por la humanidad después de la Segunda Guerra Mundial.
Uno de los aspectos que más me impactó de ese comunicado fue lo reaccionario de su contenido al atreverse a afirmar que “el acumulado político de la izquierda y de las fuerzas populares y progresistas desde 1959 a la fecha, multiplica las esperanzas para sostener que sí es posible vencer toda ofensiva imperial. Lo demuestran hoy la revolución bolivariana, la propia Revolución cubana, la exitosa experiencia política boliviana y la Nicaragua sandinista”. Es inexplicable que unos delegados, supuestamente conocedores de la realidad continental, lleguen a pensar que en la América las fuerzas de izquierda radical pueden enfrentar lo que ellos llaman “la ofensiva imperial”. Por eso, la izquierda radical se ha debilitado de tal manera, en estos últimos diez años, que lo más seguro es que pierdan el control de varios de los países que actualmente desgobiernan: Venezuela y Nicaragua. Posiblemente subsistan la Revolución cubana, ante la dolorosa existencia de un pueblo que no conoce la libertad y el régimen de Evo Morales en Bolivia, no por revolucionario, sino por haber entendido el significado de la sociedad de mercado.
Después de haber observado la intrascendencia de un evento que pretendió, sin ninguna posibilidad de éxito, cambiar el rostro de un régimen corrompido, ineficaz, ineficiente y violador de los derechos humanos, cuyos líderes fundamentales, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, han comprometido, durante estos veinte años, la soberanía nacional, la paz y la estabilidad de Venezuela. Definitivamente, la reunión en Caracas fue un estruendoso fracaso. Sin embargo, creo que se logró demostrar un aspecto de suma importancia: amplios sectores de izquierda comienzan a comprender la inutilidad de estos experimentos fallidos que tanto dolor y tristeza han generado a los pueblos que han pretendido redimir. Lo ocurrido con la empresa Crystallex, y en general con la destrucción de Pdvsa, ilustra las consecuencias de esas conductas. Nicolás Maduro, como siempre, ha tratado de evadir su responsabilidad en dicho asunto. A este respecto, el presidente encargado Juan Guaidó emitió un importante comunicado1 aclarando los hechos ante la ligera e injusta acusación del régimen madurista.
(1) Le recomiendo a la oposición venezolana aplicar el dicho popular “no vale ser sino parecer” y designar una comisión de juristas venezolanos de alta capacidad, honorabilidad y prestigio, para que emita su opinión sobre dicho proceso judicial.