El próximo mes de julio, el Foro de Sao Paulo cumplirá 30 años de existencia. Por iniciativa de Lula Da Silva y del brasileño Partido de los Trabajadores, en 1990 se creó una alianza constituida por 48 partidos políticos y frentes de izquierda de América Latina y el Caribe. En el documento que recoge las conclusiones del primer encuentro, titulado Declaración de Sao Paulo, quedó establecido el propósito expansivo del conglomerado. La resolución, en su tercer párrafo, habla de los desafíos que “el cuadro internacional” plantea a las “estrategias revolucionarias de la izquierda”.
En tres décadas la expansión del Foro de Sao Paulo ha sido notable. No me refiero únicamente a la cantidad de organizaciones que hoy lo integran —alrededor de 120—. Hay, al menos, otras cuatro dimensiones de su crecimiento, que es imprescindible revisar: solo así será posible asomarse a su verdadero carácter y peligrosidad.
Primer considerando: durante estos treinta años, agentes del Foro de Sao Paulo alcanzaron el poder en Venezuela, Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua, El Salvador y México. Estas experiencias, lejos de producir beneficios duraderos y de cambiar las condiciones de vida de las sociedades respectivas, especialmente de los sectores más pobres, hicieron patente cuáles eran las dos vocaciones reales de la organización: la riqueza fácil y desmesurada —es decir, la corrupción en dimensiones inéditas— y el ejercicio ilimitado del poder, con el objetivo de aferrarlo, al costo que sea. El poder real que ha detentado y detenta el Foro de Sao Paulo ha cristalizado y ha hecho palpable su esencia. Resultó que su desafío no fue nunca “la liberación de los pueblos”, sino lo contrario: su extremo sometimiento, para el beneficio de unos pocos.
La segunda cuestión, que bien podría ser la más importante contribución de Hugo Chávez Frías al Foro de Sao Paulo y a la izquierda planetaria, ha sido la doble incorporación de la delincuencia organizada a la acción política: en primer lugar, como aliado real —por ejemplo, la narcoguerrilla de las FARC es miembro del Foro de Sao Paulo—; en segundo lugar, como modelo operativo: el Foro actúa como una red de mafias y mafiosos, por la que circulan, además de contratos, comisiones, sobreprecios, narcóticos, productos mineros y maletas de dólares y euros —esto es literal—, también recursos institucionales y legales que garantizan impunidad y refugio, protección legal y física, a sus más connotados miembros (como el prófugo Evo Morales, que vive bajo el resguardo del kirchnerismo en Argentina).
El tercer aspecto sobre el que quiero llamar la atención habla de la inteligencia estratégica del Foro de Sao Paulo: el que arrancó como una liga de comunistas y de afiliados netamente marxista, ha devenido en una amplia agrupación que incluye partidos políticos, ONG y organizaciones como okupas, desempleados y grupos radicales que se ocultan bajo múltiples causas: el ecologismo, el feminismo, el nacionalismo, el animalismo y más. Las que deberían ser legítimas campañas contra el racismo o la discriminación de género han sido secuestradas, revestidas y sumadas a las luchas de los grupos antisistema, cuyo verdadero objetivo no es otro que la destrucción de la democracia liberal, con todos sus beneficios: separación de los poderes, protección de los derechos humanos y respeto por las libertades individuales y civiles. Esta amplitud y diversificación de la agenda de reivindicaciones del Foro de Sao Paulo funciona como una trampa política e ideológica: atrae al buenismo, a la corrección política, a los desmemoriados o ignorantes de la historia del siglo XX, al izquierdismo socialdemócrata como el que encarnan el PSOE de Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, o el de las variantes que conviven en el Partido Demócrata de Estados Unidos, donde filocastristas inequívocos como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, que olvidan y obvian no solo el sufrimiento y la mortalidad causada por los comunistas por más de 100 años, sino la destrucción humana y material, ahora mismo cada día más intensificada, en países como Venezuela, Nicaragua y Cuba (en esta última desde hace más de 60 años).
De todos los cambios aquí consignados, el más sustantivo es, sin duda, el cuarto factor: el proceso que convirtió al Foro de Sao Paulo y a sus agentes en una corporación transnacional dedicada al tráfico ilegítimo e ilegal de dineros provenientes de la corrupción, que se han utilizado y se utilizan para intervenir en la política de Estados Unidos, de España, de Europa y África.
En Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, principalmente, los gobiernos del Foro de Sao Paulo arrasaron con las arcas públicas, robaron todo lo que encontraron a su paso, desecharon la gestión pública y se concentraron en acumular centenares —léase bien—, centenares de millones de dólares y euros, con los cuales intervenir en la política de España y Europa. Tal como ha advertido el europarlamentario Hermann Tertsch, el Foro de Sao Paulo tiene un proyecto en España: el proyecto que están adelantando Podemos y el gobierno de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.
La acción del Foro de Sao Paulo no se limita al financiamiento que los regímenes de Chávez y Evo Morales han dado a Iglesias y a su partido, a través de la fachada de una fundación dedicada a estudios sociales. No se acaba tampoco a la recién develada contribución de Maduro al partido Cinco Estrellas en Italia. Hay mucho más, bajo el mismo método: maletas llenas de billetes que, encubiertas como valijas diplomáticas, han sido enviadas a las embajadas de Venezuela en varios países europeos para financiar partidos de izquierda, prácticas de desestabilización, creación de grupos en redes sociales especializados en destruir la reputación de la democracia y sus instituciones. El deseo que alguna vez expresó Pablo Iglesias en la frase “es fundamental que América Latina invada Europa” está en curso. La operación del Foro de Sao Paulo en Europa ya ha dado sus primeros y exitosos pasos.
Ilustración: Leonardo Rodríguez, IG @leonardo_rodriguez_artist
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