Si tuviéramos que definir a María Corina Machado, tendríamos que decir que es una mujer que ha impregnado con su talento, coherencia, valentía y rectitud la política venezolana en los últimos años: desde que le dijo ladrón en su cara a Hugo Chávez, en la plenitud de su poder, su pasantía por el Parlamento, los golpes recibidos, la inhabilitación, Súmate, Vente Venezuela y los constantes recorridos por todo el país. Todo eso y mucho más lo ha hecho en medio de un conglomerado criminal que se apoderó del poder en Venezuela.
Durante todo este período muchos la habían calificado de altisonante, de extremista. Pero ahora, con el cristal del tiempo ha quedado evidenciado que sus denuncias sobre la brutalidad del régimen y su falta de escrúpulos para liquidar cualquier vestigio de libertad no eran prédicas en el desierto, eran palabras proféticas que fueron desestimadas por el statu quo de la clase política tradicional, esa misma que en este momento está a punto de ser desplazada de sus propias organizaciones políticas por la iniciativa de ese régimen totalitario que teje una oposición a su talla y medida.
Los especialistas saben de sobra que no hay democracia real y operativa sin partidos políticos; es una quimera pensar en una democracia plenamente directa, ejercida de forma diaria. Es una simple utopía, es por ende que la conformación de los partidos políticos es fundamental, entendiéndolos no como cofradías o club de amigos, sino como estructuras de servicio público, con vocación de poder y concepción del Estado.
Los partidos son plataformas hacia el poder; los partidos son ventanas por donde supervisan la labor de quienes ejercen el gobierno y son canales o puentes entre los ciudadanos, los gobernantes y entre quienes aspiren a hacerlo.
La febril concepción marxista del partido único es una aberración antidemocrática, ya que es el principio de pluralidad política, diversidad ideológica y amplitud de opciones lo que fortalece y enriquece a la democracia.
Y es justamente esto lo que se pretende liquidar en la Venezuela de hoy. Desde hace mucho tiempo el régimen viene orquestando la desaparición de la disidencia, no solo desde la perspectiva personal sino grupal. Es decir, la eliminación de los partidos políticos.
El ejemplo del monopartidismo reinante en la República Popular China, así como antes en la extinta URSS o en la isla de Cuba, es el ideal que se proyecta desde las cumbres del poder usurpado en Venezuela. Para ello, primero han ilegalizado a organizaciones políticas, han sancionado, quitado tarjetas a las agrupaciones de orden político, o evitado que se legalicen nuevos y aguerridos partidos como Vente Venezuela, lo que resultó un obstáculo inútil, pues en plena dictadura se convirtió en una de las principales fuerzas políticas del país.
Hace algunos años, a través de artilugios judiciales, llevaron al partido Copei a un colapso de legitimidad y legalidad; posteriormente inhabilitaron las tarjetas de otras organizaciones, las infiltraron o corrompieron para que no pudieran enfrentarlos con posibilidades reales de éxito.
Y ahora, luego de que el espurio TSJ nombrase un directorio de CNE ilegal e ilegítimo, buscan terminar de tejer el traje de fraude electoral a la medida de Maduro, al pretender nombrar directivas ilegales de esas menguadas organizaciones, con el objeto de construir una oposición a la medida de sus necesidades.
Maduro quiere una oposición formal y empoderada de los partidos integrada por sus cómplices, conformada por picados de alacrán y personas que él pueda chantajear, manejar y presionar. Esta es la idea que persiguen con sus amenazas judiciales. Pero con esta mujer de hierro se han topado.
Es por ello, que tanto ayer como hoy, desde Vente Venezuela y con la voz de María Corina Machado, se ha sostenido que no hay posibilidad de diálogo o acuerdo con un régimen que está dispuesto a todo con tal de seguir ilegal e írritamente con su usurpación.
Por eso, siempre ha dicho que es inviable acudir a elecciones en semejantes condiciones, de ir a comicios en tiempos de una dictadura de mafias que asaltaron el poder y que por nada del mundo soltarán por las buenas su botín.
Quizá por eso, muchos venezolanos piensan que llegó la hora de que esta mujer asuma la conducción de la lucha por la liberación del país, con la ayuda de una coalición internacional como lo plantea, con meridiana claridad, en su hoja de ruta que lleva el nombre de Operación de Paz y Estabilización (OPE).