OPINIÓN

El final de las cúpulas podridas

por Luis Manuel Marcano Luis Manuel Marcano

oposición machado

Amaneció el 18 de marzo y las embajadas de Venezuela en el mundo colocaron sus primeras piedras de tranca para que la diáspora pueda expresar su voluntad soberana para escoger al nuevo presidente de Venezuela. Dentro del leonino y apresurado cronograma electoral presentado por el Consejo Nacional Electoral, el registro para nuevos votantes y cambio de dirección debía iniciarse el 18 de marzo. Sumado a la arbitraria e ilegal inhabilitación sobre la figura más prominente de la oposición venezolana, María Corina Machado, la injusta persecución contra algunos de los dirigentes y jefes de campaña de su comando electoral, el asedio contra su derecho a movilizarse por el país que no le impidió recorrer cada caserío, y ahora los obstáculos para que la diáspora pueda inscribirse, son parte del testimonio que quedará para la historia de la ruindad que acompaña al madurismo en sus momentos de agonía.

Venezuela ha cambiado mucho en los 32 años que van desde el 4 de febrero de 1992. El discurso de plomo y sangre que dio Hugo Chávez antes de decir aquel “…por ahora…” quedó impune. La sangre de los fallecidos en aquella madrugada que inspiraría la matanza del 27 de noviembre del mismo año, en donde falleció, entre muchos buenos venezolanos el periodista Virgilio Fernández, hasta hoy reclama justicia. Chávez se salió con la suya luego de aquel, muy criticado, sobreseimiento de la causa. ¿Acaso se justificaba moralmente aquel sobreseimiento?

La historia ha contestado como suele hacerlo, con crudeza. Como contestó con las leyes que hicieron impunes a los militares de las Juntas Militares en Argentina o, los violadores de Derechos Humanos en Chile. Tarde pagaron, pero se hizo justicia. Hoy en Venezuela la impunidad reina y tampoco ha existido el menor ánimo de reparación y justicia.

En su campaña electoral, Chávez, además de freír en aceite caliente la cabeza de adecos y copeyanos, prometió que acabaría con aquello que, según gritaba a los cuatro vientos, eran la consecuencia del manejo corrupto de las “cúpulas podridas”. La promesa de Chávez y de su equipo de campaña, residía en acabar con lo que había generado los grandes males que vivía Venezuela. La televisión abierta les facilitó una formidable campaña política, con grandes franjas que promocionaban su visión del cambio con la más absoluta libertad. Inclusive, la Corte Suprema de Justicia de entonces, sentenció que podía postularse a la presidencia puesto que no estaba inhabilitado para ello, por no haber sobre su caso, una sentencia firme.

El sistema que tanto denunciaba, le estaba dando las garantías necesarias para que compitiera libremente en las elecciones de 1998 y así lo hizo. Hubo 33% de abstención frente a un 63,45% de participación popular. Venció en las elecciones con 56,20% frente al 39,97 % de Salas Römer y ninguno de los actores políticos cuestionó su victoria o llamó a la insurrección. Había plenas libertades políticas.

Hoy, después de 26 años de aquella victoria histórica, mediante la cual Chávez pudo haber catapultado a Venezuela a posiciones competitivas en América Latina, por haber contado con un respaldo de toda la nación, la situación es distópica. Pareciera que Venezuela fue arrasada por un fenómeno natural o que hubo una guerra.  Maduro en 10 años de un gobierno infernal desde el primer día, ha destruido al país. Desdijo con hechos, las consignas de Chávez antiimperialistas. Hoy, el dólar es la moneda oficial para comprar productos y pagar servicios, mientras que los sueldos siguen siendo en bolívares devaluados e inútiles. El salario de un profesor titular es de 3 dólares, mientras que la cúpula de gobierno y enchufados vive disfrutando de lo que queda de la riqueza nacional.

Los altos dirigentes nacionales, empezando por Maduro, se encuentran enjuiciados en tribunales federales estadounidenses por lavado de dinero, sobre quienes pesa una requisitoria internacional. El país está en el suelo, los servicios públicos no funcionan, la gente come de la basura, no hay medicinas, frente a una represión sin igual por parte de los órganos de seguridad. Se tortura a venezolanos de manos de personal de inteligencia de Cuba, la riqueza nacional es expoliada por rusos, chinos e iraníes, hemos dejado de ser una nación soberana y nos hemos convertido en lo peor de un Estado Fallido. Mas de 8 millones de venezolanos fueron desplazados y pesa sobre la cadena de mando del régimen, una investigación por crímenes de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional.

Maduro no solo ha destruido al país. Con la complicidad del Alto Mando Militar ha permitido que fuerzas extranjeras se apropien de secretos de Estado y controlen las fuerzas armadas nacionales justificando que cientos de oficiales de los mejores de sus promociones, sean asesinados, desaparecidos o presos en celdas de alta seguridad. Si hoy, un Chávez hiciera su aparición con un fallido golpe de Estado, lo desaparecen. No lo hubieran dejado hablar por televisión y menos, una Corte Suprema de Justicia hubiese facilitado su camino al poder. Hoy, no existe una justicia independiente en Venezuela. Los presos políticos como si fuese una página de las obras de Alejandro Dumas o Víctor Hugo, están condenados al ostracismo perpetuo y a la tortura. De hecho, el capitán de Navío Rafael Acosta Arévalo, asistió a su audiencia de presentación en silla de ruedas producto de crueles torturas y luego murió.  Los insurrectos del 4F, tuvieron la suerte de la que no gozaron sus colegas de armas casi 30 años después. En fin, Maduro ha lesionado duramente el corazón de la familia militar.

La diáspora hoy se levantó animada a inscribirse en el registro electoral y encontró un obstáculo. No está la logística diseñada para las elecciones, no hay máquinas. A pesar de las miles de trabas que puedan ponerles a los venezolanos, esta vez no habrá ni llamado a la abstención ni otras vías de hecho que no sean las elecciones que ordena la Constitución Nacional. Todos vamos a votar.

Chávez tuvo una visión del futuro en 1998. Lo que vio entonces, eran las cúpulas podridas de la cadena de mando y del alto mando militar que permite el secuestro de Venezuela y el asesinato de los venezolanos. Esas cúpulas podridas no pueden permitir que les llegue un final. El sólo hecho de ir a elecciones, marcaría el final de esta pesadilla insoportable que viven los venezolanos. Ni los chavistas que festejaron la victoria de Chávez en 1998 hoy estarían dispuestos a acompañar la continuidad de esta desgracia. La gente se cansó y, a la dictadura y a sus cómplices les quedan las armas, la represión y quitarse la careta de demócrata para mostrar el verdadero rostro de una sanguinaria y corrupta dictadura. El presidente Lula de Brasil no podrá decir que la tragedia de los venezolanos es parte de una narrativa, ni el Partido Comunista chileno, afirmar que a mucha honra acompañan a Maduro. Queda poco para que se vea el capitulo final de esta historia. Habrá elecciones y los demócratas asistiremos a la derrota del mal por el voto. ¿Qué hará la comunidad internacional y aquellos que aún acompañan a Maduro en un escenario de desconocimiento del mandato popular? ¿Maduro estará dispuesto a continuar la sangría de las familias venezolanas?

Cada día vemos con mayor entusiasmo y energía a la líder de los venezolanos María Corina Machado, levantada por todo un país. Hasta los sectores más radicales y humildes del chavismo, hoy confían en un cambio de timón. Ha sido suficiente mal y demasiada sangre. Las madres quieren que sus hijos regresen al hogar, por un futuro juntos, en una Venezuela que pueda volverse a abrazar y que se haga justicia.