Perú embajadores
 

El gobierno de Dina Boluarte insiste en proyectar una imagen de normalidad, pero la realidad dista mucho de ello. Lima no es el Perú. No hay mejor prueba que los recientes sucesos en Puno, que evidenciaron la interrupción del izamiento de nuestra bandera nacional por parte de individuos violentos y antipatriotas, quienes en su lugar izaron una bandera bicolor en negro, un insulto flagrante a nuestro símbolo patrio desde cualquier perspectiva. A pesar de los argumentos del ministro de Defensa de que finalmente se llevó a cabo la ceremonia, esto no resta importancia a este funesto incidente.

A seis meses de asumir el cargo, el gobierno de Dina Boluarte aún no logra ejercer plenamente el Estado de Derecho en Puno. Incluso enfrenta dificultades para llevar a cabo una ceremonia tan básica como el izamiento de la bandera en su día, el 7 de junio, cuando honramos a los héroes Francisco Bolognesi y Alfonso Ugarte. Sin duda, es una situación lamentable.

Y lo peor es que esto no es un caso aislado. Lo mismo ocurrió en abril y hasta ahora no se ha dado una respuesta adecuada. ¿Qué se ha hecho para mejorar la situación en Puno? ¿Se han establecido diálogos con las autoridades y los grupos sociales? ¿Se ha adoptado un enfoque multisectorial para abordar el problema? ¿Se han fortalecido las medidas contra los violentistas? Desafortunadamente, las soluciones brillan por su ausencia, y la permanencia del coronel EP Carlos Freiré, reconocido representante del sector izquierdista del Ejército, a pesar de estos sucesos y las trágicas muertes de los seis soldados ahogados, desacredita cualquier intento de respuesta.

Dina Boluarte se encuentra en una encrucijada. Mientras la comunidad internacional arremete contra su gobierno, la Cancillería se mantiene pasiva. En el Congreso, la situación podría volverse aún más adversa, con la posibilidad de que la mesa directiva caiga en manos de la izquierda, sin contar con un respaldo sólido para Dina. La epidemia del dengue se ha convertido en la peor que hemos enfrentado en el siglo XXI (una epidemia, no una pandemia) y el gobierno la está gestionando con personas cercanas a Vizcarra. Si su manejo del ciclón Yakú fue desastroso, ¿qué podemos esperar ante el inminente y devastador fenómeno del Niño?

Dina cuenta con un mandato constitucional y, por ende, con legitimidad de origen. Sin embargo, para subsistir, debe ganarse la legitimidad de ejercicio. Sin este último aspecto, los ataques de sus adversarios políticos la afectarán cada vez con mayor fuerza. En un país que ha visto seis presidentes en seis años, a pesar de los esfuerzos de diversos sectores políticos por mantenerla en el poder, el gobierno está destinado a colapsar, y dependerá de ella misma determinar el desenlace de esta lucha política que se ha vislumbrado desde el inicio.

La presidenta debería encarar un cambio contundente asegurándose de resolver la situación en Puno. Su presencia allí transmitiría un mensaje poderoso. Además, esperamos su respuesta frente a la epidemia y las medidas preventivas ante el fenómeno del Niño. Por supuesto, también anhelamos proyectos y políticas públicas que abarquen todos los sectores y temáticas, ya que eso es precisamente lo que se espera de un gobierno: gobernar y ofrecer un modelo de desarrollo para el país, en lugar de limitarse a sobrevivir y gestionar crisis coyunturales.

Editorial publicado por el diario El Reporte de Perú


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