OPINIÓN

El fentanilo electoral

por Robert Alvarado Robert Alvarado

María Corina Machado

“La democracia es el destino de la humanidad; la libertad su brazo indestructible”. Benito Juárez

El fentanilo es una droga opioide sintética que se usa para tratar el dolor severo, pero que también se consume ilegalmente por sus efectos de euforia, relajación y alivio del dolor. De manera similar, el ambiente electoral en Venezuela puede tener efectos nocivos sobre la sociedad, al generar una falsa sensación de esperanza, distracción y alivio ante los problemas reales que afectan al país, al punto de parecer no dársele mayor importancia a un hecho palpable: la oposición está fragmentada entre diversos partidos y líderes, que no logran articular una estrategia común ni una propuesta alternativa, mientras el Consejo Nacional Electoral (CNE) está controlado por el oficialismo, que ha nombrado un presidente muy cuestionado, porque no garantizaría condiciones mínimas de transparencia y participación.

En este contexto surgen diversos hechos y actores que pueden servir de elementos distractores para la sociedad venezolana, al crear expectativas infundadas o desviar la atención de los problemas estructurales del país. Algunos de estos elementos son:

Primero, la relevancia que ha tomado María Corina Machado, la líder del partido Vente Venezuela, que se ha posicionado como una de las voces más críticas al régimen de Maduro y a la oposición tradicional. Machado ha propuesto una salida urgente y radical al conflicto venezolano, basada en la intervención internacional y la desobediencia civil. Sin embargo, su discurso puede ser visto como extremista, inviable o irresponsable por una parte de la población, que teme las consecuencias de una confrontación violenta o una injerencia extranjera.

Segundo, la alianza de Henrique Capriles y Manuel Rosales, dos ex candidatos presidenciales que han decidido participar en las elecciones regionales y municipales con sus respectivos partidos Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo. Capriles y Rosales han argumentado que su decisión busca abrir espacios democráticos y presionar por mejores condiciones electorales. Sin embargo, su postura puede ser interpretada como una traición, una negociación o una rendición por una parte de la oposición, que considera que participar en estos comicios es legitimar al gobierno de Maduro y renunciar a la lucha por el cambio político.

Tercero, la supuesta reunificación del partido Acción Democrática, uno de los más antiguos y emblemáticos de Venezuela, que ha sufrido una fractura interna entre dos facciones: una liderada por Henry Ramos Allup, que se opone a participar en las elecciones regionales y municipales; y otra liderada por Bernabé Gutiérrez, que ha sido reconocida por el CNE como la directiva legítima del partido y que ha decidido inscribir candidatos para estos comicios. Recientemente, ambas facciones han anunciado su intención de reunificar el partido bajo un solo liderazgo. Sin embargo, esta reconciliación puede ser percibida como una maniobra oportunista, artificial o incoherente por una parte de los militantes y simpatizantes de AD, que han perdido confianza y credibilidad en sus dirigentes.

Cuarto, los devaneos de la coalición política denominada G4, integrada por los cuatro principales partidos de la oposición: Voluntad Popular (VP), Primero Justicia (PJ), Acción Democrática (AD) y Un Nuevo Tiempo (UNT). El G4 ha sido el principal referente de la oposición venezolana en los últimos años, al respaldar la figura de Juan Guaidó como presidente interino y al impulsar la agenda del cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres. Sin embargo, el G4 ha mostrado fisuras y contradicciones en su estrategia, al no lograr consensuar una posición común sobre la participación o no en las elecciones regionales y municipales, ni sobre el diálogo con el gobierno de Maduro en México. Además, el G4 ha perdido respaldo popular y legitimidad internacional, al no poder materializar sus objetivos ni ofrecer soluciones concretas a la crisis venezolana.

Quinto, el nombramiento del nuevo directorio del CNE con Elvis Amoroso a la cabeza, que ha sido cuestionado por la oposición y la sociedad civil por su falta de independencia, imparcialidad y credibilidad. Elvis Amoroso es un abogado y político afín al chavismo, que se ha desempeñado como contralor general de la República, diputado de la Asamblea Nacional Constituyente, ha sido sancionado por Estados Unidos y la Unión Europea por su participación en actos de corrupción, violación de derechos humanos y obstrucción de la democracia. Obviamente, su designación como presidente del CNE ha generado dudas y rechazo sobre la transparencia y garantías de los procesos electorales en Venezuela. Unido a esto, algunos analistas y actores políticos han especulado sobre la posibilidad de que se adelanten las elecciones presidenciales, aprovechando su ventaja electoral y su control institucional. Esta hipótesis ha generado incertidumbre y expectativa entre la sociedad venezolana, que no sabe si habrá o no un cambio político en el corto plazo.

Los elementos antes expresados, también otros de igual tenor, pueden tener efectos similares a los del fentanilo en el cerebro humano, al generar una falsa sensación de esperanza, distracción y alivio ante los problemas reales que afectan al país, problemas que requieren de soluciones urgentes y estructurales, que no se pueden lograr solo con cambios electorales o políticos, sino con cambios sociales y económicos. Por ello, insisto, el ambiente electoral en Venezuela puede compararse con el fentanilo, la droga que está causando estragos actualmente en la sociedad mundial, llenando de zombies particularmente a Estados Unidos. Frente a esa compleja realidad, los venezolanos necesitamos actuar de forma crítica, activa, organizada y pacífica, para defender nuestros derechos e intereses, y para exigir soluciones a nuestros problemas. O sea, los elementos analizados nos muestran que el ambiente electoral en Venezuela es un fenómeno que tiene consecuencias para el presente y el futuro del país, y que requiere de una reflexión profunda y una acción decidida por parte de todos los sectores de la sociedad.

Claro, el ambiente electoral en Venezuela no puede ser visto per se como una droga que nos adormece o nos intoxica, sino como una oportunidad para despertar o para sanar, mejor dicho, para una transición a la democracia. Teniendo presente lo anterior, hay que poner al ambiente electoral en Venezuela en su justa perspectiva, particularmente, tomar en consideración cómo este pudiese tener efectos similares a los del fentanilo. Este tema es relevante y actual, ya que Venezuela está atravesando una de las peores crisis de su historia, que tiene repercusiones tanto internas como externas. El tema también es complejo y dinámico, ya que involucra a diversos actores, intereses y escenarios, y por tener implicaciones para el futuro del país.

@robertveraz